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Después de muchos años gestándose en la mente y el corazón de su autor y protagonista, Rafael Barrio, la obra de teatro “Metanoia: el toro de la conversión” vio la luz. Ahora, se vuelve a programar esta increíble representación llena de verdad, arte y estilo, con la certeza de que seguirá iluminando a muchos. Tendrá lugar el próximo sábado 16 de marzo en el teatro Fernández-Baldor de Torrelodones y la recaudación irá destinada a la Fundación Lázaro, que ayuda a personas necesitadas.
Reflexionamos sobre la misma en esta entrevista con el propio autor y protagonista Rafael Barrio.
¿Por qué decidió crear una obra de teatro con el título Metanoia? ¿Qué significa la palabra, para el que no lo sepa?
La idea de montar una obra de teatro sobre mi conversión la llevaba pensando desde hace muchos años. De suyo he tardado bastante en terminar de montarla por completo. En mis años “jóvenes” estuve metido en el mundo del espectáculo, hice arte dramático, pero mi vida por aquel entonces estaba muy lejos de Dios. Tras mi conversión hace ya unos 18 años, pensé que debía usar los “talentos” que Dios me había dado al servicio del arte del espectáculo para plasmar la obra de redención que yo experimenté por la misericordia de Dios, que me sacó de la droga y de otros muchos vicios. Por eso me embarqué en esta idea de escribir el guión de una obra donde pudiera explicar el recorrido de mi conversión.
La palabra “Metanoia” significa “conversión”, y la escuché por primera vez en unos Ejercicios Espirituales ignacianos con un sacerdote muy santo que me ayudó mucho en mi camino. Significa el “cambio de mentalidad”, la conversión del corazón desde lo más profundo, no sólo un cambio de normas o formas de vida, sino dejar que el amor de Dios cambie completamente tu vida. Esa palabra expresa muy bien lo que yo mismo pude experimentar en mi conversión, y lo que creo que experimentamos todos a los que el Señor nos cambia la vida.
¿Por qué utiliza la figura de un toro para hablar de la conversión?
He sido y soy gran aficionado al arte taurino, y me gusta comparar o utilizar la jerga de los toros en mi propia vida. Así como a veces usamos términos futbolísticos para explicar cosas que nos ocurren en lo cotidiano, en la obra reflejo cómo la Redención de Cristo en mi vida es como ese torero que se entrega y se ofrece por conseguir el indulto del toro (que en este caso soy yo). El lenguaje taurino es muy rico en descripciones, en detalles, y me ayudaba a expresar cómo yo me encontraba por dentro, como si el Gran Torero (Cristo) me llevase a su lado, y me hacía ser un “mejor toro”, jaja, salvando las distancias, claro.
A pesar de que para la gente que no conoce esa jerga hay expresiones en la obra que pueden no comprenderse, en general todo es muy entendible. La han visto personas que no son entendidas de toros ni les gusta la tauromaquia, pero la obra les ha gustado. Se usa ese estilo para ambientar y hacer una puesta en escena, no es lo importante. Lo importante es el mensaje, no la metáfora.
¿En qué medida la conversión se ciñe exclusivamente a su historia personal o incorpora algunos elementos de ficción?
Yo creo que gran parte de la trayectoria de la obra es lo que yo viví en mi recorrido interior, aunque siempre se utilizan recursos artísticos y gráficos que ayuden a representar el interior, porque eso a veces no es fácil. En el primer acto se representa una actitud de rebeldía, que aunque en la obra de teatro la hago extensiva a todo tipo de pecados y vicios, no sólo por los que yo pasé, ciertamente no hay mucho de ficción. En el segundo acto, se representa durante unos pocos minutos la situación de infierno en la que se encuentra el alma apartada de Dios, en la que me siento también profundamente identificado porque así lo experimenté, aunque también he querido recordar en esta escena la descripción del infierno que narran los pastorcitos de Fátima. En el tercer acto, podría decir que es en el que más me identifico y diría que, más que elementos de ficción, hay recursos artísticos que ayudan a entender exteriormente una vivencia profunda e interior del alma. Pero creo que la obra, si bien está narrada en un contexto onírico, el contenido es muy cercano a mi historia personal.
Los tres actos de la obra pecado, infierno y redención se asemejan al esquema de los Ejercicios Espirituales…
Así es. Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio han sido una herramienta maravillosa para muchísimas personas que han recorrido el camino de encuentro con el Señor, y para mi fueron muy inspiradores. Los medios audiovisuales son una herramienta preciosa de evangelización si lo usamos bien, y la obra tiene un formato muy “ignaciano” en ese sentido. La obra intenta hacer que el espectador salga interpelado en esos puntos, desde mi testimonio personal, pero guardando esas formas que San Ignacio nos dio en sus Ejercicios. Un gran maestro.
¿Por qué ha buscado ese gran contraste entre la oscuridad representada en el toro, en el ataúd y la luz que ilumina al alma, con la vestidura blanca?
El contraste de la luz y la oscuridad durante toda la representación es muy necesario. Creo que cualquiera que haya vivido alejado de Dios y haya sentido esa soledad y oscuridad entenderá que ese contraste es muy real y descriptivo. El ataúd es un recurso que preside los tres actos de la obra. Es muy necesario, porque lo que he querido con ello es que el espectador piense y reflexione justamente en ese momento que nos llegará a todos tarde o temprano. La muerte nos pone a todos en nuestro sitio real, que no somos de aquí. Y si durante la vida tuviéramos eso más presente, creo que seríamos más capaces de transcender a las verdades profundas de Dios, de la Eternidad. Y si tuviéramos eso más presente en nuestras vidas, creo que seríamos más coherentes con nuestro actuar. Es lo que pretendemos vivir cada Cuaresma, desde el miércoles de ceniza que nos recuerda la Iglesia que “polvo somos y en polvo nos convertiremos”. La obra transcurre como un sueño onírico del que se encuentra en el umbral de la muerte y ve pasar su vida, y ante eso, toda la determinación de volver y retornar a Dios. Por eso más que ser un elemento de oscuridad, es un elemento serio, realista, que interpela.
La imagen del toro es porque me describo a mí mismo como un toro manso, con todo lo que eso conlleva en la jerga taurina y metafóricamente con mi vida pasada real. Esa alma que mira para sí, miedosa para enfrentar la realidad, que vive en la superficie, en el “aquí y ahora” de placer, de poder… así es el ser humano sin Dios.
La figura de la gracia es representada por un alma joven, de blanco, que aún en la sombra no decae nunca, nunca desespera, siempre confía y espera que el alma se acerque a la misericordia del Señor, que se ofrece una y otra vez, que no le fuerza nunca, que respeta su libertad, que es atractiva, pero exigente… Esa figura es muy importante en la representación, porque de alguna manera es la imagen de la gracia de Dios que obtuvieron todos aquellos que rezaron por mí aun cuando ni siquiera yo era consciente de esa oración. Empezando por la oración de mi madre, y mis hermanos, que nunca me dieron por perdido. Es un personaje que emociona, pensar en la paciencia de Dios para con nosotros es algo que siempre me conmueve.
¿En qué medida la poesía, la belleza, la magia del mundo onírico consiguen mantener la atención del espectador (el prohibido aburrir que diría Cotelo)?
La verdad es que mantener al espectador enganchado en un monólogo es bastante complicado, pero gracias a Dios creo que lo hemos conseguido. Por lo menos así nos lo han dicho los que ya la han visto (y algunos varias veces…). Se utilizan recursos audiovisuales que ayudan a mantener despierto al espectador. Creo que eso es un factor importante para evitar el aburrimiento. Por otro lado, muchos de los textos son sencillos pero tocan y emocionan el alma. Hay muchos textos de la Sagrada Escritura y la Palabra de Dios es atractiva por sí misma. Si además la proclamas con el corazón y la intentas hacer vida propia y se la haces acoger al espectador, por sí misma tiene fuerza como el mejor de los guiones de cine. Y los textos de los santos escogidos no se quedan muy atrás. San Agustín, San Juan de la Cruz… son textos muy potentes que puestos en buen ambiente, hablan al alma, que es de lo que se trata. Siempre digo que el rato que pasas viendo la obra es un rato de oración poniendo en marcha todos los sentidos.
¿Hasta qué punto la obra está pensada para mover los corazones endurecidos y que interpele en el fondo del alma de los espectadores?
Eso es lo que se pretende, al igual que ayuda escuchar un testimonio de una persona que te cuenta como Dios vino a su encuentro. Todos los testimonios que narran la misericordia de Dios en la vida de alguien te interpelan para pensar en tu propia vida, o te sientes identificado, o te anima a mejorar en tu propia vida. El testimonio nunca deja indiferente. Justamente es lo que pretendo, contar esa misericordia que tuvo el Señor en mi vida, y a la vez, que el espectador se encuentre con su propia historia, la historia de su vida, sabiendo que antes de la muerte tenemos la posibilidad de cambiar las cosas. Antes de representar siempre rezamos para que el Espíritu Santo pueda entrar por las rendijas del alma de los espectadores y haga en ellos nuevas todas las cosas, como las hizo en nosotros sin merecerlo.
¿Por qué merece la pena ir a ver la función?
Por varias razones: porque es un rato que enriquece el alma, además de ser una agradable puesta en escena; porque la posibilidad de que la obra sea una herramienta de encuentro con Dios siempre es buena y aconsejable y muy recomendable especialmente en Cuaresma, y el Señor nunca defrauda; porque favorecer los espectáculos de este tipo que no tienen una difusión comercial y que nacen con muy pocos recursos, creo que es una buena manera de ayudar y ayudarnos entre todos. Es una herramienta de apostolado que deberíamos impulsar entre todos, ya que las ayudas públicas a veces para estos proyectos no suelen llegar. Y en este caso concretamente, porque el beneficio que se saca es para ayudar a los Hogares Lázaro, una buena obra social, de caridad. Ni los que participamos en la representación ni el teatro cobramos nada por esto. Ponemos nuestro esfuerzo, nuestra ilusión y nuestros “talentos” para la evangelización y para ayudar (como es en este caso) en obras de apostolado concretas.
¿Es una obra para todos los públicos, para ver con la familia?
Mis sobrinas de unos 12 años la han visto, han sido mis fans incondicionales desde el estreno. Pero aconsejo edades a partir de los 14 o 15 años, y por supuesto adultos. No hay nada que no se pueda ver, pero lo digo sobre todo por la comprensión del guion.
¿Por qué decidió dar los beneficios de la función a la Fundación Lázaro?
La dirección del teatro conoce al P. Cárdenas, y surgió la posibilidad de hacerla con esa intención, y nos pareció bien a todos. Como he dicho, los que colaboran conmigo lo hacen desinteresadamente, para que todo lo que pueda rentar económicamente se destine a fines de caridad y a cubrir los gastos básicos del teatro. Estamos muy contentos de poder ayudar a estas obras de caridad.
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No te pierdas esta conmovedora representación teatral, que no deja indiferente a nadie.
Aún quedan muchas butacas libres. Recomiéndaselo a tus amigos.
Y si conoces a personas que no puedan pagárselo invítales de nuestra parte. Le regalamos la entrada.
Fila 0:
Fundación Hogares Lazaro:
La Caixa: ES15 2100 3737 0822 0029 2112.
Bizum: Fundación Lázaro:
01597.
Autor
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Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.
Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.
Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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