¿De qué? –Si hacemos caso a un lector… “de los Evangelios pasados ya de moda”. ¡Tirémoslos a las papeleras por inútiles! Es evidente que con la inteligencia artificial y las mentes geniales de ciertas monjas, curas y obispos, en vez de los cuatro, bastaría con uno nuevo redactado en español y aire argentino, más acorde con los tiempos. Al parecer el divino Maestro no tuvo en cuenta ciertos matices totalmente inservibles en el siglo XXI. A su modo de ver, Jesús hizo las cosas a medias. Buscaba a los descarriados para perdonarles los pecados pero tras sanarlos el cuerpo y el alma, cometía un error garrafal; les decía que no volvieran a pecar. Otro error, sin duda, porque el pecado no existe. El hombre (y la mujer, claro) deben, sin duda, olvidar ese anticuado concepto medieval definitivamente, además así nos adaptamos mejor al mundo.
Tiremos, pues, esos textos de los cuatro evangelistas a la papelera que han creído los ingenuos seguidores de Cristo han usado durante dos mil años y escuchemos a los nuevos expertos en la religión global, “fundamentada sobre la vida sexual sin complejos”, cimiento solidísimo de la vida intelectual del ser racional. Con un poco de audacia podemos cambiar los altares de los templos por tálamos y catres.
Al parecer, lo único importante en el catolicismo moderno es tener contentos a quienes en tiempos no muy lejanos tenían en los hospitales especialistas en curar esas enfermedades que hoy tienen más valor que un doctorado en ingeniería de caminos, canales y puertos. Con el agravante de poder llevar al trullo al osado que se permita ironizar sobre semejante realidad.
Dejando el tono festivo y la sorna y abriendo los ojos, no podemos menos que sentir nostalgia y tristeza, al contemplar el panorama que nos muestran los informadores serios y que aman a la Iglesia de Cristo. He vivido por gracia de Dios mis primeros cuarenta años en la “antigua Fe”, disfrutando de su dogma, de su moral y de su culto, -pues son fuente de paz y equilibrio- y los otros cincuenta y cinco los he vivido con la misma alegría de esa Fe, pero en medio de borrascas, (a mi entender sin sentido) provocadas por irresponsables de tomo y lomo.
A su Santidad el papa Pío XII, también le propusieron “convocar un Concilio” pero inteligente, sabio y conocedor –como gran diplomático—de lo que se cocía en los “focos de poder paralelo dentro de la propia Iglesia” se negó en redondo, como si fuera una proposición del mismísimo Satanás. Sabía lo que pasaría… Sabía que los enemigos de la Fe, que pululaban en las universidades pontificias, en los seminarios y noviciados, provocarían un caos… y no aclararían nada sino todo lo contrario.
Para mí el Vaticano II, que comenzó por la equivocación de “la transparencia total” que nos permitiría ver y oír las burradas que salían por la boca de algunos “padres conciliares”, fue un suplicio. No estaba preparado para oír tanta sandez y cada día me subía la adrenalina… viendo que controlado por los Modernistas, ese Concilio dejaría temblando los cimientos del Catolicismo español. No me equivoqué y los números hablan por sí solos. Desde el final del Vaticano II la Iglesia occidental, no ha vuelto a levantar cabeza. Tomé nota de unos datos que nos dio el Padre Jean Jaques Marziac en una de las tanda de Ejercicios Espirituales en Caussade (Haute Garonne) a finales del siglo XX.
Veamos: Entre 1914 y 1965 (51años) tuvo la Iglesia, 816 “defroqués” (sacerdotes secularizados); entre 1965 y 1978 (13 años), 32 231; y hasta 1995: más de 80 000 “defroqués”. Sobran comentarios.
No nos dio datos de los religiosos, religiosas y monjes, pero no tienen más que ver la evolución del número miembros actuales, por congregación. La que no ha perdido el 20% ha perdido el 30 o el 50 por ciento de sus miembros, si los comparamos con los que tenían en el primer tercio del siglo XX… Esto mismo es aplicable a las religiosas. Algunas congragaciones, o han desaparecido o están punto de hacerlo.
En estos momentos hay en el mundo unos catorce mil jesuitas. Creo recordar que cuando yo era estudiante superaban los treinta mil, aunque no puedo garantizar que mi memoria no me juegue una mala pasada.
Algo parecido ocurre con las otras grandes congregaciones u órdenes religiosas.
Una prueba objetiva: el internado en el que estudió mi mujer en Tarragona –Jesús María, conocidas también por las “jesuitillas”– lo vendieron y en su lugar hay viviendas. Otra. El mío, quise visitarlo cuando, haciendo el Camino de Santiago en el año 2001, pasé por Carrión de los Condes y me encontré con la sorpresa de verlo convertido en un edificio de oficinas…
Todo esto, ¿por qué? Es de muy fácil explicación: las congregaciones dedicadas a la enseñanza, al carecer de religiosos tienen dos soluciones: convertir colegios en simple “negocio cultural”, contratando profesores seglares, que no tienen vocación de educadores de la infancia (formar en la Fe al mismo tiempo que la trasmiten la ciencia) y dedicándose ellos, los religiosos, a la “administración del negocio”; o bien, hacerse agentes inmobiliarios. Esta segunda opción, suele serles muy rentable. En primer lugar porque los “ecónomos religiosos” acostumbran a tener muy buena vista cuando eligen los lugares para edificar y, por otra parte, precisamente esos “colegios de prestigio revalorizan la zona”, con lo cual, la rentabilidad de la venta es infalible. Tengo ejemplos abundantes. Recuerdo, de mis años de Director gerente en Zaragoza, que el Corte Inglés de la ciudad se construyó en el solar que había sido el Colegio de los jesuitas.
¡Triste realidad!… aunque el final termine como muy buen negocio. Lo peor es que lo mismo está sucediendo con las iglesias de las ciudades europeas -y entre ellas las españolas-Faltan sacerdotes, tampoco hay fieles, y los templos se venden y tienen luego los usos más variados… incluso mezquitas.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
Convertir un templo cristiano en una mezquita es una profanación; es preferible derribar una iglesia, si no se le da ningún uso, que vendérsela a los musulmanes para que la conviertan en una mezquita. ¿Hasta cuando vamos a tolerar los europeos la indignidad de que la Basílica de Santa Sofia en Constantinopla (la ciudad que los invasores turcos llaman Estambul) haya sido transformada en un mezquita por el fanático islamista Erdogan?.
Antes de lanzarnos, deberíamos tratar de conseguir que la gente deje de llamar «Mezquita» a la Catedral de Córdoba. Y suerte habrá si algún gobierno de éstos no se la regala ( ellos dirían «devuelve» ) a «los Omeyas».