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Nota de Redacción: En estos tiempos de incertidumbre, zozobra y tragedia que va conformando el mundo en una espiral sistemática de desintegración y extravío moral, es cuando los hombres tienden a mirar al cielo como hijos pródigos que rememoran con las emociones la pertenencia a una sabiduría celestial que se disputan los hombres. En estos tiempos no es malo recordar con humildad que polvo somos y en polvo nos convertimos; que nacemos de uno en uno y marchamos solos. Quizá es bueno pensar sobre aquello que la vida nos hace olvidar con su frenetismo. Quizá es tiempo para reflexionar sobre lo espiritual. La Fe y su certeza que ÑTV España entregará en 8 partes.
I- Dudar para acertar. El porqué del misterio en el mensaje divino
Cuando se formula una adivinanza o acertijo la intención se basa en que sean otros los que acierten la respuesta. El emisor la conoce y es por eso que plantea la incógnita. Uno sabe y comunica mientras que otros son los llamados a acertar.
“Hablo en parábolas para que el que pueda ver vea y el que pueda entender, entienda; no con las orejas del mundo sino con el oído del corazón”. Jesucristo.
En la comunicación de los designios divinos el secretismo es una constante siendo los profetas o enviados los que emiten mensajes que nunca son claros. No disertan sobre lo sabido que ellos conocen, sino que lo envuelven en el carácter de una adivinanza para que puedan entenderlo aquellos que de alguna manera están preparados para comprender.
Siendo misterioso el mensaje, no una prédica sobre asuntos ciertos, habría que incidir en la intencionalidad que subsiste en todos los enviados divinos, sean cuales sean las religiones que los proclamen, de mantener oculto un mensaje al que solo los sencillos de corazón, según dicen, pueden acceder.
La intención del misterio y no el misterio de lo que permanece oculto, es la antesala para comprender la realidad divina que se convierte en agua clara, una vez entendida tanto la intención como el mensaje en sí. Y el mensaje es mucho más sencillo de entender en esencia que la compleja disertación que a menudo en parábolas envuelve en secretismo cada discurso público.
¿Por qué esa intención de ocultar? Nunca hay en las exposiciones una certeza que pueda entender el raciocinio por su formal enunciado empírico o pragmático. Jamás se usa una coherencia clarificadora de la lógica para facilitar el entendimiento. Al contrario, todos los mensajes conllevan una carga difuminada de adivinanza, de un credo nebuloso que solo se clarifica cuando se resuelve el misterio. Y no es casualidad que esa intencionalidad mistérica sea la constante de la guía divina porque el entendimiento que se busca no depende del raciocinio frío de las evidencias, sino de la sensibilidad del espíritu que busca y encuentra la sencillez en la respuesta, mostrando el gesto de la humildad interiorizando y renunciando al espejismo mundanal que todo lo pregunta y nada se responde… hasta que cada uno abre los ojos para entender y la sencillez le clarifica el Infinito y la intención de la existencia.
Más allá de la vida, más allá de muerte permanecemos en una Sabiduría que tiene contado hasta el último cabello de nuestra cabeza. Nada es casualidad: ni la intención del misterio, ni la esencia desconocida de existir.
Los misterios divinos, las adivinanzas oscuras que prevalecen a través de los tiempos, solo los resuelven los sencillos de corazón. Porque disipar ese misterio consiste en reír con la intención de quien lo enuncia y salir del laberinto para comprender que el acertijo mistérico es solo una distracción para asimilar con humildad la futilidad de la soberbia humana que se desenvuelve magnificada en una mota minúscula denominada Tierra, con todos sus habitantes llamados a la aparente extinción temporal.
Entonces el alma evoluciona y no hay más preguntas que acertar, sino verdades que vivir. Lo que suceda al otro lado son cuestiones que experimentaremos según el grado de esa evolución. Pero todo será a su tiempo; mientras, nos afanamos en resolver acertijos con absoluta libertad para llegar a la solución.
Sembrando y recogiendo. Cada cual, libremente, escoge su camino de regreso con mayor o menor dificultad. Depende de la vanidad o la humildad, no del cerebelo… que retorna con toda impotencia al polvo… en apariencia. Porque está todo atado y bien atado. Saberlo o no, es otra cuestión intencionada de una Voluntad excelsa.
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- En estos tiempos de incertidumbre, zozobra y tragedia que va conformando el mundo en una espiral sistemática de desintegración y extravío moral, es cuando los hombres tienden a mirar al cielo como hijos pródigos que rememoran con las emociones la pertenencia a una sabiduría celestial que se disputan los hombres. En estos tiempos no es malo recordar con humildad que polvo somos y en polvo nos convertimos; que nacemos de uno en uno y marchamos solos. Quizá es bueno pensar sobre aquello que la vida nos hace olvidar con su frenetismo. Quizá es tiempo para reflexionar sobre lo espiritual. La Fe y su certeza que ÑTV España entrega en 8 partes.