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Cuando participamos en política y expresamos libremente nuestras ideas, solemos encontrar verdaderos bastiones de ideología socialista impermeable, que han conseguido hacer impenetrables sus ideas frente a cualquier contaminación, aunque nuestras razones sean poderosas. –Quizás esa ideología impermeable tenga que ver con un padecimiento psicológico denominado disonancia cognitiva-.
Para entender este fenómeno, nos debemos remontar al final de la Segunda Guerra Mundial, y recordar las palabras del comunista Antonio Gramsci, en su búsqueda de una vía no violenta para la conquista del poder – “Se hace necesario en primer lugar transformar el alma humana, para que el poder caiga como fruta madura en las manos de la izquierda”-. Esta reflexión de Gramsci mientras permanecía en la cárcel escribiendo sus famosos cuadernos, supuso un cambio en la estrategia de la izquierda, ya que si la imposición violenta del modelo socialista estaba siendo un fracaso, la clave estaría en la modificación de las conciencias a través de la cultura, de los medios de comunicación , de la educación , para conseguir que el poder caiga en las manos socialistas, como predijo Gramsci.
Durante la segunda mitad del siglo XX, las ideas de Gramsci, así como las de Lukacs conformaron el denominado por ellos “terrorismo cultural”, con la finalidad de contraponer toda una pléyade de movimientos encaminados a acabar con la tradición judeo-cristiana, tales como el feminismo radical, el ecologismo, movimiento LGTBI, pacifismo, new age, y todos aquellos basados en el relativismo moral , siendo los primeros en trasladar la lucha de clases al terreno de la cultura y de la comunicación social.
No es de extrañar que Willi Münzemberg , cuando dirigió la Kommintern , marcara como su objetivo prioritario inculcar en la mentalidad de los jóvenes occidentales la idea de que las criticas a las dictaduras socialistas solo provenían de personas fanáticas, de muy escasa calidad intelectual y próximas a ideas fascistas, mientras que los defensores del socialismo real eran gente de elevado refinamiento intelectual, progresistas, una especie de elegidos por Dios para la defensa de la humanidad.
El propio Münzemberg llamaba el club de los inocentes a la multitud de intelectuales y artistas que colaboraron en este propósito, como Ernest Hemingway , John Dos Passos , Bertol Brecht y Dorothy Parker , entre otros que dedicaron gran parte de su actividad a propagar las excelencias de las dictaduras socialistas de la segunda mitad del siglo XX.
Otros pensadores, como Marcuse, contribuyeron a través de sus ideas, a crear en los años sesenta una gigantesca marea de inconformismo juvenil, que culpó de todos los males del final del pasado siglo a la cultura occidental, inculcando un rechazo creciente frente a la cultura que más libertad ha proporcionado al individuo a lo largo de toda la historia.
Todos estos movimientos tuvieron su origen en el año 1.943, cuando el Comité Central del Partido Comunista, decía: “ Nuestros camaradas y los miembros de las organizaciones amigas, deben continuamente avergonzar, desacreditar y degradar a nuestros críticos . Cuando los obstruccionistas se vuelven demasiado irritantes, hay que etiquetarlos como fascistas o nazis, siendo esta asociación de ideas, la que después de haber sido repetidas en múltiples ocasiones calará en la conciencia de la gente”
Esta ideología impenetrable, ocasiona que la mayoría de la población comience a aceptar que la realidad no existe, ya que, si nada es bueno o malo, moral o inmoral, decente o indecente, y toda afirmación absoluta se mira como la demostración del carácter autoritario de quien la sostiene, la política se hace entonces incomprensible, transformándose en una amenaza a la que es mejor no acercarse, no discutir y preferible dejar en manos de otros.
Los que han hecho de su ideología un manto impermeable tienen una idea tan alta de su moral-ideología, que en aras a sus postulados vuelven honrada la corrupción cuando se entregan a ella, justifican los atropellos a la libertad y proclaman su inocencia frente a las tropelías cometidas contra los que no comparten su ideología.
Si por el contrario afirmáramos que carecemos de ideología, estaremos perdidos, ya que para desarrollar cualquier actividad debemos conocer los hechos, tomar decisiones con el riesgo de equivocarnos y sufrir las consecuencias de nuestros errores. Pero nada de eso le puede ocurrir al ideólogo de izquierdas, poseedor de la ideología impermeable, ya que, al situarse por encima del bien, del mal y de la verdad no cometerá errores y todo podrá estar perfectamente justificado por la ética de su corrupta ideología.
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