23/11/2024 10:42
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Antes de dar respuesta a las dos cuestiones planteadas. Entiendo imprescindible decir que el islam no es un credo religioso al uso, sino el sueño de un visionario, Mahoma, que, con la pretensión de reinar sobre un mundo politeísta, Arabia, que por no estar conformado por la misma cosmovisión sobre la persona y el mundo era ingobernable, dice haber tenido un sueño del que luego se despierta para gobernar, acaparando los tres poderes: político, militar y religioso. Acumulación de poderes en su persona que está en la base de la dificultad que tiene el mundo islámico para concebir una sociedad en la que se distinga la religión, la sociedad y el Estado.

    ¿Qué soñó Mahoma? Mahoma dijo que había realizado un viaje nocturno sobre un caballo alado, acompañado por el ángel Gabriel a Jerusalén, desde donde ascendió al cielo. Este ascenso es el que conmemora la llamada “Cúpula de la Roca”, la mezquita construida sobre las ruinas del templo judío de Jerusalén. Dijo que en el cielo mantuvo diversos encuentros con Adán, José, Juan Bautista, Jesús, Idris, Aaron, Moisés y Abraham, del que dice lo siguiente: “Nunca vi a un hombre que se pareciera más a mí” (dato de enorme importancia). Recibiendo de Dios el precepto de realizar 50 oraciones diarias, pero Moisés le recomendó que solicitara una reducción y tras una conversación con Allah (Dios), consiguió limitarlas a 5 diarias. Después se despertó… Ya había fundado una religión confeccionada a partir del judaísmo y del cristianismo, religiones a las que pretende purificar de adulteraciones, junto con elementos de otras religiones.

    Estamos, por tanto, ante una cosmovisión sobre el mundo y la Historia compuesta por percepciones, conceptualizaciones y valoraciones que determinan una cultural, que, al fundamentarse en elementos sobrenaturales, se constituye en religión. Hablaríamos, entonces, de una cultura que fabrica una religión para un mayor acatamiento. De hecho, el islam significa “sumisión”. Cuyos fundamentos, compendiados en el Corán a través de la ley y del derecho son: 1º. Para los musulmanes, Mahoma es el último y definitivo profeta tras el cual ya no vendrá ningún otro. 2º. El islam es la religión natural de todo hombre desde su nacimiento, ¡se remonta a Adán!, y existe desde los comienzos de la humanidad corrigiendo de todos los errores a las otras religiones monoteístas: el judaísmo y el cristianismo. 3º. Tiene carácter universalista a través del poder sagrado de la ley (sharía): que establece las normas para el desarrollo de la vida individual, familiar y social. 4º. Todo el que no se haga musulmán será finalmente castigado por Dios.

    Dicho esto, que aclara muchas cosas. Vengamos tratar la primera cuestión… ¿Por qué es un problema el islam? Esto es, el credo de todos los musulmanes.

    Lo es, en primer lugar, porque el islam, a diferencia de otros credos religiosos, propugna la guerra contra los no musulmanes: “guerra santa contra los no creyentes”. Algo absolutamente insólito en cualquier otro credo religioso, y tan llamativo, que ni ellos mismos, por más que digan que hay que “entenderlo” en sus justos términos, saben explicar.

    Guerra santa contra los no creyentes, yihad, que significa “esfuerzo en el camino de Dios”, que por el carácter universalista y expansionista del islam tiene como principio teológico que todo el mundo debe llegar a ser musulmán y construir una sola comunidad bajo una autoridad musulmana única: la “casa del islam”; y que, junto con el derecho musulmán, propone formas diversas de combate: sea contribuyendo a la guerra con los bienes, sea luchando en persona como guerrero (muyahid). Adquiriendo una forma militar violenta cuando la comunidad musulmana siente en peligro su fe, su honor o su patria. Tal es así, que de las 35 ocasiones en las que se habla de ella en el Corán, en diez conlleva un significado de lucha armada. Obligación religiosa que persiste mientras no se haya realizado completamente la expansión del islam a todo el universo.

    Insólito y llamativo esto de hacer la guerra a los no musulmanes, siempre susceptible de practicarse por cualquier musulmán, basta que no le vaya bien en el país de Europa en que reside. Que es lo que comprobamos a diario con los llamados “lobos solitarios”. Con lo que el problema que tenemos planteado es gravísimo. De ahí, que la verdadera solución al problema musulmán sea no aceptar a ninguno de ellos en Europa.

    Y es un problema en segundo lugar, porque, aunque, en principio el proyecto de Mahoma fuera, como ya hemos dicho, conformar una misma cosmovisión en el mundo politeísta de Arabia, es de estricto derecho musulmán que la paz con los pueblos no musulmanes es una situación provisional. Por eso, cuando Mahoma creyó atraer a su predicación a las tribus judías y cristianas asentadas de Arabia, fue indulgente, pero cuando se convenció que no era posible, alentó y dirigió episodios violentos contra dichas tribus, registrados en el Corán y en las crónicas de los historiadores musulmanes.

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    Impulso guerrero y de conquista (“guerra santa”) contra los no musulmanes que se impulsa tras la muerte de Mahoma, produciéndose una rápida y fuerte expansión del islam, cuyo objetivo es Europa, el mundo cristiano.

    Ahí está el hecho, de que 79 años después de la muerte de Mahoma (711), sus huestes estaban entrando por el sur de Europa, la España visigoda, batiendo su territorio en el año 721. A la que sigue la invasión de la Horda Dorada de los mongoles por el Norte en el año 1235 (que se habían convertido al islam a finales del siglo XIII). Horda que se disuelve en 1552, dejando una población musulmana residente en Rusia y antiguos países de la URSS, que actualmente se estima en 20 millones aproximadamente. Y la tercera: invasión de los Balcanes por parte del Imperio Turco-Otomano en 1354, como consecuencia de la cual ha quedado una población musulmana de entre 8 y 9 millones en esa zona. Constantinopla fue conquistada en el quinto asedio (1453) por el sultán turco-otomano Mehmet II, el Conquistador, que entró a caballo en la basílica de Santa Sofía, el 29 de mayo, y realizó allí la oración ritual musulmana.  Los dos asedios a Viena (1529 y 1683) fracasaron.

   Así pues, estos comienzos fulgurantes de conquista han marcado la codificación del derecho islámico tradicional y sigue marcando la mentalidad musulmana por incomprensible que nos parezca, conformando la memoria histórica del islam. Derecho que nace de una comunidad que triunfa y se expande, y que no tiene experiencia de comunidad musulmana viviendo bajo gobiernos no musulmanes. Mentalidad que ha quedado marcada por la conciencia de ser la verdadera y única religión, que triunfa y se expande y que está llamada a restaurar la única religión monoteísta recibida también por judíos y cristianos, pero adulterada por éstos en el transcurso de la historia.

    De ahí, que el islam sea incapaz de sostener una voluntad de promover un futuro positivo de cooperación y de encuentro, dimensionando la carga negativa de la historia o narración de la memoria.

    Hoy estamos en la cuarta invasión, que es la que se ha producido desde los años sesenta del siglo XX por medio de la migración de trabajadores musulmanes y la posterior llegada de sus familias a Europa, oleada que en España se sintió a partir de 1980. Así, como consecuencia de estas oleadas, actualmente viven en los países de la Unión Europea (UE) en torno a 60 millones de musulmanes, y creciendo gracias a los vientres de sus mujeres.

    Ya hemos contestado a la primera cuestión planteada. A saber, el islam es un problema. Ahora bien, Pero, ¿por qué decimos que el problema del islam es mayor y más grave en España?

    Pues, por el sentimiento que los musulmanes tienen de la pérdida de la España medieval en 1492 (“pérdida del Al-Ándalus”), que había sido conquistada por el islam en el 711, acabando con la conquista de la España visigoda medieval y la formación de la entidad política-religiosa-cultural (por otra parte, inestable) conocida como Al-Áldalus, que duró con poder real hasta julio de 1.212 tras la batalla de las Navas de Tolosa (16 de junio de 1212), a partir de cuya fecha puede afirmarse que acabó el poder musulmán real en España, quedando residualmente reducido al reino de Granada hasta 1.492, reducido a la costa entre Algeciras y Almería, que se extendía cien kilómetros hacia el norte. Por consiguiente, fueron cinco siglos de poder musulmán en la mayoría del territorio. Ochocientos siglos en el reducto del reino de Granada.

    Un hecho militar y político de primer orden de importancia para ambas comunidades, pero sobre todo teológico, y una herida en el pensamiento y el sentimiento de los musulmanes Siendo tal esta importancia, que el derecho islámico que divide el mundo en dos zonas: la casa del islam o de la paz (dar-al-islam) y la casa de la infidelidad o de la guerra (dar-al-harb), concibe que España es el único lugar del mundo (aparte de la corta presencia en Sicilia) en donde “la casa del islam” ha retrocedido.

    Por consiguiente, el sentimiento acerca de España entre los musulmanes -especialmente entre los árabes- no tiene parangón con el sentimiento acerca de cualquier otra parte del mundo. España es un punto doloroso en el imaginario musulmán, que sienten que es un pedazo suyo que les ha sido arrebatado, y que, en mayor o menor grado, tienen los millones de musulmanes que actualmente viven en España. Lo que se debería tener en cuenta a la hora de permitirles entrar, a la par de medir las concesiones que les damos.

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    Relectura y revisión de la historia que deja en la sombra los datos objetivos, que ponen de relieve que la época de dominio musulmán en España fue una historia “problemática” y turbulenta, aunque con algunos períodos de remanso y paz. Recordemos que, tras la muerte de Almanzor en el año 1002, la España medieval conoció la invasión de dos corrientes musulmanas: reformista (Almorávides) y purista (Almohades), fragmentándose la estabilidad socio-política en el territorio. Y es que, excepto algunos años del Califato de Córdoba entre su proclamación por Abderramán III (929) y la muerte del segundo califa, Alhakan II (976), no se pudo consolidar una entidad política estabilizada. Y ello, sin mengua de las importantes realizaciones artísticas, científicas y culturales de la España islámica medieval.

    En cuanto a la segunda cuestión planteada, vengamos en dar cuenta de los problemas de convivencia con los musulmanes, que nos da la solución al problema, no otra que no admitir a más en Europa, expulsar a los que están en situación irregular y devolver a sus países a los que terminen de cumplir penas de privación de libertad (que son miles). ¿Es suficiente? De momento es un primer paso.

    Estos problemas vienen determinados por el hecho de que la comunidad musulmana global (umma) es una comunidad cerrada sobre sí misma, a la que Europa estimula a vivir en el interior de su propia comunidad cultural y religiosa con diversos grados de aislamiento de la sociedad que les acoge. De este modo, tienden a vivir en barrios específicos, en las “pequeñas casas del islam”, y en estos guetos pueden seguir sus costumbres teniendo contacto con la sociedad de acogida únicamente en el horario laboral, escolar o de comercio. De ahí la facilidad que los individuos o células de carácter violento tienen para camuflarse donde se asientan las comunidades musulmanas.

    Así pues, la experiencia nos dice que la integración lo único que ha conseguido es una coexistencia dentro de los límites del ámbito laboral, escolar o del comercio. Pero una vez estas gentes vuelven a sus barrios, las cosas cambian, vuelven a su cultura. En los colegios, por ejemplo, a veces se ha percibido una contienda de agresividad en los escolares musulmanes respecto del resto de los alumnos. Siendo que sólo se da una cohabitación pacífica cuando los alumnos musulmanes superan el 80% del aula, sobre todo en los colegios públicos de zonas periféricas o agrícolas.

   El desafío es la radicalización entre los jóvenes musulmanes, sean nacidos dentro o fuera de Europa al idealizar un islam que nunca existió. Y lo es, porque estos jóvenes, después de pasar por un proceso de secularización que ha vaciado de valores y sentido su vida, creen poder encontrar en ese islam imaginado un nuevo sentido a su existencia. Este proceso se produce generalmente en la tercera generación, rechazando el islam de sus padres (integrados en las sociedades de acogida) al considerarlo “domesticado” por la secularización occidental. Esta “reislamización” puede acabar en una opción por la violencia para restaurar el islam. Sentimiento que corre el riesgo que de ser reavivado por los predicadores islamistas y por el acceso a páginas de Internet que llaman a la “islamización” de Europa.

    Frente al problema que tenemos planteado, ¿cómo responde occidente, y cómo respondemos los españoles?

    Pues, con un exceso de “temor” que busca la “concordia”. Lo mismo que ocurrió respecto al comunismo, que en el caso español se tradujo en la denegación del honor debido a nuestros mártires de la Cruzada, cuyos procesos de beatificación han tardo mucho en instruirse, pese al terrorífico balance de la que es considerada como la tercera persecución más importante de la Historia contra el cristianismo y la primera contra la fe católica: 13 obispos asesinados, 4.184 sacerdotes seculares, 2.365 frailes y 283 monjas. Lo que equivalía a uno de cada siete sacerdotes y a uno de cada cinco frailes.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha
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José Luis Fernández

El Islam lleva en guerra contra el Cristianismo desde hace 1.400 años y, sin embargo, ni los políticos ni los ciudadanos de los paises europeos son consientes del peligro que representa el Islam para la supervivencia de nuestra civilización; aceptar la presencia de decenas de millones de musulmanes en los paises europeos conduce al suicidio para las naciones europeas de cultura cristiana. Las medidas que pueden contribuir a dar seguridad a los europeos, dentro de sus propios paises son: no permitir le entrada de más musulmanes en Europa ni las reunificaciones familiares, expulsar a los musulmanes que estén residiendo ilegalmente, y expulsar a los que cometan cualquier delito; además, habría que dejar de subvencionar a las familias musulmanas que se aprovechan de las ayudas sociales que existen en los paises europeos de tal forma que cuantos más hijos tienen más ayudad reciben (es decir, estamos contribuyendo a que el número de musulmanes aumente mucho más rápido que el de europeos autóctonos).
En España tenemos el problema de que los musulmanes vienen con el convencimiento de que nuestro país les pertenece a ellos (es decir, vienen con la intención de quitarnos nuestro propio país) al cual hay que añadir que la mayoría de los españoles cree ingenuamente. debido a su ignorancia de la Historia, que los musulmanes (o los moros, como se les denomina habitualmente) son nuestros amigos y eso es un gravísimo error.

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