21/11/2024 15:20
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Resulta imperativo que la lucha por la libertad individual y las raíces (sólo ello nos ofrece un futuro, y nos ancla al suelo cuando sopla el viento) constituya una de las prioridades de nuestra vida. Existe al menos en España un gran entreguismo y espíritu de súbdito. La mayoría parece considerar que libertad sólo significa elegir a qué figura de autoridad faltar el respeto, qué marca de condones comprar, y qué serie visionar. Se manifiestan por el «no a la guerra» o el chapapote, se inhiben cuando violan sus libertades civiles durante más de dos años.

Se colocan debajo de la bota del tirano, incluso con entusiasmo. Emplean su mayor capacidad de acción no para derrocar al opresor sino al que evite someterse. En la época de la supuesta individualidad y diversidad, hay algo que importa más que la muerte en vida: que nadie se aleje del rebaño. Para hostigar y hacer daño a esa persona, sí están despiertos. Hoy resulta innecesario emplear dinero en construir campos de concentración, dado que dicha esclavitud se logra mediante el encierro domiciliario, el bozal, la censura en internet, y coaccionar mediante el ostracismo social y la pérdida de empleo para que uno se inyecte.

Hemos perdido la sangre en las venas de nuestros abuelos («esos viejos que no se enteran»), el norte moral y la lucidez. Carecemos de inteligencia estratégica, capacidad de organización, así como resistencia y constancia para frenar al dictador (nacional e internacional) cuyo salario pagamos con sangre. No existe patriotismo, idealismo, horizonte mental, espiritualidad, o noción de progreso, fuerza y defensa personal. Han comerciado con todo ello intercambiándolo por ocio, consumo, y subsidios. Han entregado la responsabilidad individual, es decir, la libertad, con el fin de que otro piense y decida por ellos.

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Durante siglos el propósito vital estribaba en alcanzar la libertad. Hoy consiste en vivir ciegos, en el escapismo, el infantilismo crónico; en coma vegetativo. Y arden en deseos de conseguirlo, aunque el precio suponga convertirse en máquinas y peones de una partida ajena.

Resulta imperioso apartar los ojos de vídeos que destruyen el cociente intelectual, de mirar en el espejo los músculos y el pelo, de hablar de aplicaciones (que vuelven a uno inútil y vago), y de lo que «ofende». Y empezar a tomar la vida en serio, a leer a José Antonio Primo de Rivera y a pensadores ilustrados, y a reflexionar sobre de qué pasta estaba hecho el general Moscardó para querer y poder aguantar durante sesenta y ocho días el asedio enemigo.

Navidad

Autor

Amaya Guerra
Amaya Guerra: "Aprendiz de todo, maestra de nada".
Aprendiz de todo y maestra de nada. Ferviente creyente en las Humanidades, en las posibilidades del ser humano de superar la crueldad, la estupidez y la ineficiencia, de lograr el avance de la civilización, mediante el cultivo del intelecto y la sensibilidad, mediante el reconocimiento de la experiencia, y la transmisión de valores morales (esfuerzo, seriedad, exigencia y disciplina).

En la actualidad sufrimos la misma falta de libertad de expresión y respeto a la diversidad en el mundo que en 1950: se ataca a la disidencia por el hecho de ser (aunque su comportamiento sea pacífico y legal). En época de guerra y algunas dictaduras, se fusilaba en el paredón, hoy se aniquila en internet, maquillándolo con la expresión "cultura de la cancelación". Silenciar todo lo que contravenga e irrite a uno, al tiempo que se desgastan los términos "tolerencia" y "diversidad".
Existen pocas verdades universales, la visión propia suele depender de la perspectiva desde la que se mira; ésta es la mía. No necesito seguidores ni palmadas en el hombro, sólo argumentos y contraargumentos.

Aquellos que no nos doblegamos ante el totalitarismo del siglo XXI (fin de las libertades individuales, verdad oficial, vigilancia y control absolutos del individuo a través de la tecnología), aquellos que no cedemos ante la deshumanización, encarnamos la Resistencia. Por lo tanto, unámonos... y ejerzamos.
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