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Si uno acude a la definición de totalitarismo, sin ir más lejos buscando el término en internet, se nos dirá que es aquél sistema de gobierno cuya práctica es el ejercicio absoluto del poder por el Estado, restringiendo las libertades del individuo a través de medios implacables y coercitivos, incompatible con cualquier forma de democracia, en el que se elogia una figura carismática, con políticas de censura, control social y expropiación de la propiedad privada.
Este totalitarismo se atribuye, como mantra, al fascismo, nazismo y comunismo, como si el totalitarismo fuese exclusivo de estos. Pero mi artículo no va con relación a si estos regímenes fueron o no autoritarios. Mi reflexión va encaminada a la comparación de los atributos comprendidos en la definición de totalitarismo respecto del comportamiento o modo de actuar por el gobierno y partido socialista en el momento actual, extensivo a su homólogo Partido Popular.
Porque si una de las características del totalitarismo es el poder absoluto, el PSOE actual es lo que está buscando, esto es, continuar en un poder por el que realizar sus acciones y conseguir sus fines. Cuando se hace uso del término absoluto es que solo existe uno mismo, no hay nada fuera de nosotros y, por tanto, el otro no existe. En este caso, la oposición de derechas no existe frente al poder de la izquierda liderada por Pedro Sánchez.
Que las libertades individuales están siendo coartadas y limitadas es una realidad patente, no solo en las restricciones del COVID a través de una reclusión domiciliaria sin precedentes, sino en el uso de la ley como medio a través del que se consiguen las restricciones evitando que el ciudadano clame y proteste. Lamentablemente, el PP no le va a la zaga al PSOE en este camino, ambos instrumentos de una supuesta Unión Europea, que de unión solo tiene el nombre y que es la verdadera cabeza rectora de todo cuanto se hace o deja hacer en España.
Bajo una piel de cordero se presenta Pedro, líder carismático de la nueva izquierda, que viene reuniendo en él todos y cada uno de los poderes del gobierno y del Estado, ejerciendo su poder sin encontrar oposición en sus filas, tal vez alguna voz discrepante que, de seguido, duerme en un confortable silencio. Se dice que Pedro es reo de las minorías concretadas en independentistas y separatistas, olvidándose que el espíritu de Pedro está unido a la idea de la federación de una nación de naciones, aquella idea defendida por Pi y Margall en su libro Las Nacionalidades.
Pedro quiere una república, como la quiere Feijó, pues de otro modo no se entendería la inmersión del gallego cuando ha presidido Galicia y su defensa de las autonomías, imagen menor de lo federal. Para llegar a esa república (que no será de todos sino solo de una parte) Pedro está haciendo uso de la Ley, que es el mejor medio para que no se produzcan sorpresas y con ello el rechazo, sino que se acepte como algo aconsejable e inevitable. Yo no soy defensor de la monarquía, de esta monarquía que nos dejó Franco y que no era la que pasaba por ser el rey una figura decorativa, pero tampoco de aquellas repúblicas que nos llevaron al cantonalismo y a la guerra civil en sus distintas ocasiones.
La situación actual que vivimos está manejada a través de políticas de control y de censura, manejadas a través de un código penal que ha eliminado la opinión libre y sin reservas a través del delito del odio ideológico. Se da la paradoja que el odio solo viene de un lado, de la derecha o extrema derecha -esta inexistente- hacia la izquierda, siempre sentida como perjudicada, cuando quien ha abierto la caja de Pandora que guardaba los males del planeta fue el amigo Zapatero, que olvidando -como lo hace Pedro- a los que beneficiaron a un PSOE renovado en perjuicio del antiguo, nos vuelve a dividir ideológica, social y territorialmente, con la ayuda pasiva, cuando no activa, de una derecha que cuando pudo reconducirnos a un fin común, no quiso.
No hablemos ya de la expropiación que supone la presión fiscal y la doble o triple imposición a través de impuestos que graban la propiedad haciéndola prohibitiva en su mera tenencia, cuando no una carga para su transmisión dentro de la rama familiar, además de la desigualdad que supone la distinta tributación según el lugar en que se viva.
En un momento hablé de enfrentar el totalitarismo de izquierdas a un totalitarismo de derechas, pero ¿qué derechas? ¿Estas derechas que hacen la misma política social y económica? ¿No estamos ante un mismo totalitarismo pese a quien esté en el gobierno? Solo un espíritu neototalitario que tenga los rasgos definidos por Kant: inteligencia, sentimiento y voluntad, puede superar la degenerada situación actual, capaz de enfrentarse al totalitarismo de izquierdas y derechas que estamos sufriendo, eliminando la arbitrariedad de la que estos vienen haciendo uso con evidente violación de la Ley.
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