24/11/2024 01:14
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La fase actual de la guerra que Estados Unidos y Unión Europea están llevando contra Rusia por intercesión de Ucrania, ha entrado en fase de guerra de desgaste. Y quienes están sufriendo el desgaste son; primero, los ciudadanos ucranianos y, seguidamente, los ciudadanos europeos.

Respecto a Ucrania. Al gobierno de Zelenski los ciudadanos no le importan nada. Los gerifaltes ucros continuarán atiborrándose de dinero mientras cumplan las ordenes del gobierno Biden. Los ucranianos son reclutados y mandados directamente al frente sin apenas instrucción, mal armados y vestidos. Sirven como carne de cañón para facilitar la acción los soldados profesionales y especializados y entrenados en Holanda, Gran Bretaña o España. Pero incluso estos últimos, apenas pisan el frente, son liquidados masivamente. Y es que son entrenados con cronogramas muy ajustados y según estándares OTAN: uso de pequeños grupos de batalla -a nivel de batallón, compañía y sección e incluso de pelotón- y con vehículos blindados ligeros. Estos sistemas tácticos resultaron eficaces en operaciones de combate locales en Irak y Afganistán, para hacer frente a grupos irregulares o pequeños, con armas ligeras o armas pesadas montadas en todoterrenos, y en acciones limitadas. Pero han acabado resultado ineficaces contra un ejército regular fuertemente armado, que utiliza grupos grandes -a nivel de batallón o grupo de batallón, regimiento e incluso brigada- con vehículos pesados y con un potente soporte de artillería, de todo lo cual hacen un uso extensivo. Es así que las pérdidas ucranianas se sitúan entre 400 a 800 por día, según el sector o distrito y las fuentes que se consulten. Y a Zelenski esta carnicería le importa un pimiento. A este ritmo de pérdidas, el continuo flujo humano al frente pronto se cortará porque el gobierno Zelenski está llegando a las máximos posibilidades de recluta.

Si la actividad militar continua a estos niveles el ejército ucraniano pronto entrará en colapso humano y material. Estados Unidos y la Unión Europea también están llegando al máximo de su capacidad para proporcional armas y equipos al gobierno Zelenski. Solo dos datos. Rusia está disparando unos 20.000 proyectiles de artillería por día mientras que el ejército ucraniano dispara unos 4.000 proyectiles-día. Según The New York Times, una parte de los obuses proporcionados por la OTAN a Ucrania están dañados o se rompen por el uso tan continuado en esta fase de guerra posicional.

La ofensiva ucraniana de septiembre de 2022, planeada y dirigida por los generales norteamericanos Mark A. Milley y John K. Love, ha resultado un fracaso. El ejército ucraniano ya no realiza operaciones ofensivas a gran escala, apenas realiza ataques localizados y en la mayoría de ellos el resultado es catastrófico. Actualmente ha pasado a la defensiva. Si el ejército ucraniano no puede mantener los niveles de transferencia de refuerzos humanos y materiales a los frentes para sostener el ritmo de las operaciones defensivas, deberá realizar una retirada general ordenada para establecer nuevas líneas. Y todo el proceso volverá a comenzar.

La táctica y la estrategia del estado mayor ruso se ha mantenido constante pese al cambio en su dirección, que ha pasado a manos de Sergey Surovikin. Desde el principio de las operaciones militares el mando ruso se propuso avanzar rápidamente hacia Kiev, obligando al enemigo a concentrar el grueso de sus fuerzas en la capital. El mando ruso nunca tuvo la intención de enfangarse en una guerra urbana en la capital, sino que pretendía fijar al ejército ucraniano en Kiev. Mientras tanto, la fuerza aéreo-espacial rusa se hacía con el control aéreo. Hecho esto el ejército ruso se retiró ordenadamente, manteniendo el control aéreo. Y el mando ucraniano cayó en la trampa y salió de sus posiciones. En ese momento, el mando ruso se dedicó a destruir al enemigo con la utilización extensiva de la artillería y limitados enfrentamientos directos. El resultado fue: mínimos daños propios y máximas pérdidas enemigas. Seguidamente el mando ruso estableció posiciones defensivas bastante retrasadas, dejando que el ejército ucraniano avanzase en profundidad sin muchas dificultades. Es aquí donde se inserta la operación ofensiva planificada por los generales norteamericanos Milley y Love.

Fuese por una mala información o por falta de ella, el mando norteamericano creyó su propia propaganda. Los mass media occidentales machacaban a la opinión pública con el sonete de que el ejército ruso estaba siendo diezmado, derrotado y que no tenía capacidad para continuar luchando a gran escala. Sea como fuere el mando norteamericano creyó que la retirada rusa era señal de que se podía presionar al enemigo hasta desalojarlo de sus posiciones en los oblast “ocupados”, realizando una gran ofensiva. Lo que al mando ruso cogió por sorpresa fue la participación directa de los mandos occidentales en la organización y dirección de la ofensiva y el hecho de que se estaba insuflando constantemente una inmensa ayuda material y humana al ejército Zelenski. Pero tal desmesurado nivel de ayuda no podía mantenerse por mucho tiempo. Al ejército ruso le bastaba con reorganizar su línea defensiva y esperar, abandonando posiciones indefendibles dado el nivel material y de movilización militar empleado hasta entonces. Es en este punto donde entró Surovikin, reestructurando el mando.

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El nuevo mando ruso obligó al gobierno Putin a decretar una movilización -aunque limitada- e imprimir más potencia de fuego -especialmente artillero- para parar la ofensiva, fijar de nuevo al ejército ucraniano, continuar desgastándolo y desgastar a su vez a la OTAN. Entre tanto, las reclutas rusas han estado siendo entrenadas y, ahora, comienzan a llegar al frente.

Los medios de comunicación de los países de la OTAN ya están haciendo referencia a que no se puede seguir manteniendo el ritmo de abastecimiento de material al ejército ucraniano, al tiempo que el gobierno Zelenski está agotando la capacidad de suministro humano para sostener sus actuales posiciones. De ahí que cada vez haya más voces que instan a Estados Unidos y la Unión Europea a abrir negociaciones antes de que el ejército ucraniano entre en colapso, las unidades rusas reclutadas lleguen al frente y los hielos lo abarquen todo. Porque, entonces, la ofensiva rusa será irresistible. Incluso el general Milley ha reconocido que Ucrania “ha hecho todo lo que ha podido” (lo ha expresado en pasado). Por otro lado, tales voces también proponen combinar los llamados a la negociación con dar capacidades al gobierno Zelenski para atacar territorio ruso. El propio Lloyd Austin reconoció, el jueves 8 de diciembre, que Washington no va a impedir que Ucrania tenga capacidad de atacar territorio ruso. También se está barajando entregarle misiles de precisión AGM-114 (de gran flexibilidad operativa contra objetivos blandos, duros y cerrados; puede alcanzar objetivos en movimiento y atacar en condiciones meteorológicas adversas, alcance 8.000 metros, guía láser o radar, capacidad de autoguiado y ojiva polivalente).

En la concepción del conflicto que tiene el estado mayor norteamericano, el refuerzo material a Ucrania debería llevar a los dos contendientes a la mesa de negociación (aunque en este momento el gobierno Putin no está interesado). De hecho, ya se han atacado dos bases rusas con drones desde territorio ucraniano. Además, el 13 de diciembre el ejercito ucraniano atacó la ciudad de Klintsy (región rusa de Briansk) a 45 km de km frontera con Ucrania.

Permitir que el gobierno Zelenski pueda extender los ataques por territorio ruso (bases, alojamientos de tropas, cuarteles, centros de decisión) podría llevar a una escalada incontrolable, haciendo que el conflicto “se fuese de las manos” como teme Milley. Este es el miedo de Washington. Un miedo real porque lo que el mando OTAN no entiende que Rusia no puede perder esta guerra. La va a ganar sea como sea. Sin embargo en Estados Unidos hay grupos de presión que sí quieren llevar a Rusia a la acción nuclear aunque esto desemboque en una tercera guerra mundial.

Si se ataca territorio ruso de forma extensiva (cosa para la cual el ejército ucraniano no tiene actualmente capacidad) será porque Estados Unidos (OTAN) le ha dado esta capacidad. En este caso Rusia podría elevar el nivel de ataque en cuatro líneas: a todo el territorio ucraniano, de forma intensiva, a todas las infraestructuras y con armas de alta destrucción. No hace falta utilizar armas nucleares tácticas en el campo de batalla y contra objetivos específicos. Esto llevaría a la intervención masiva de la OTAN, cosa que Putin quiere evitar. Al ejército ruso le basta con utilizar armas de alta capacidad destructiva como las termobáricas. Son muy versátiles. Con ellas se pueden eliminar equipos, construcciones reforzadas, bunkers y cuevas-túneles profundos. La onda puede penetrar en múltiples espacios incluso afectando a quienes estén en los extrarradios inmediatos de la zona de la onda, produciendo asfixia. Sus efectos se asemejan a los de un arma nuclear de baja intensidad pero sin las consecuencias colaterales de la radiación ionizante. El ejército norteamericano fue el primero en utilizar estas armas, incluso de forma portátil -la granada de 40 mm XM1060- en Afganistán.

En estos momentos la situación es como sigue: en los diversos frentes la artillería rusa machaca las posiciones ucranianas de forma local para, seguidamente, lanzar ataques limitados con el fin de comprobar la fuerza y resistencia ucraniana. Esta actividad lleva al desgaste continuo del ejército ucraniano. En ocasiones el mando ucraniano comienza ofensivas de forma local en las cuales consume gran cantidad de recursos materiales y humanos. Las fuerzas rusas suelen resistir sin muchos problemas estas ofensivas y se lanzan al contraataque. Los soldados ucranianos deben retirarse a sus posiciones originales. En ocasiones se produce una toma y retoma continua de pueblos por ambas partes.

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El frente más activo y el que está causando más desgaste ucraniano es el de Bakhmut porque es un centro de comunicaciones clave, por carretera y tren hacia Artemovskiy hacia el sur, Shevcheko-Soledar-Lysychansk-Sievierodonestk hacia el norte. Esta es la línea de frente -fuertemente fortificada y atrincherada- en la que está en juego todo el territorio hasta la línea del Dnieper (Jerson-Zaporohie-Dnipro).

El control de la Bakhmu -un frente de 15 km- está en manos del ejército ucraniano y los rusos están cercando la ciudad y controlando algunas zonas de su extraradio. En estos días los enfrentamientos más intensos se producen en la zona industrial. En esta lucha el ejército ucraniano está perdiendo mucho material y cerca de 1000 bajas diarias. En los combates participan por parte ucraniana la 30ª Brigada Mecanizada, la 93ª Brigada de Fusileros Motorizados; las brigadas 71, 58, 53 (entrenadas en Gran Bretaña por instructores norteamericanos). Y al noreste, en el sector Soledar están la 24.ª brigada y el 6.º regimiento, también hay otras unidades como los Azov. Las Fuerzas Armadas de Ucrania utilizan desde cañones-obuses autopropulsados 2S3 «Akaktsiya» de 152 mm a carros de combate T-64BV y BMP-1 y Helicópteros Mi-8. Por su parte, las fuerzas rusas utilizan carros T-90M y T-90A y lanzadores MLRS. Las fuerzas rusas implicadas son los PMC Wagner y DSRG Rusich (unidades de voluntarios eslavos panrusos) así como las unidades de la RPD (República Popular de Donesk). Desde el 8 de diciembre las fuerzas armadas ucranianas han acumulado gran cantidad de efectivos, una muy considerable fuerza para realizar una posible ofensiva en este sector, o bien, en previsión de la esperada ofensiva rusa (que se calcula puede ser para finales de enero o primeros de febrero). Uno de los choques más interesantes en este frente es el de PMC Wagner ruso con los PMC Mozart norteamericanos.

La situación la resumió Andrew Milburn (fundador y jefe de PMC Mozart, coronel retirado del Cuerpo de Marines de EE. UU) en entrevista a American Newsweek: las fuerzas Armadas de Ucrania están sufriendo «pérdidas increíblemente altas», que son repuestas con reclutas sin entrenamiento. El 80% de estos reclutas «nunca antes habían disparado». A este ritmo de pérdida al ejército ucraniano no le será posible mantener el frente por mucho tiempo, y pronto entrará en colapso. De hecho ahora mismo ya comienzan a desdibujarse las líneas de frente.

Por lo que respecta a Occidente. En Europa la situación ya ha traspasado las líneas rojas. Dicen los gobiernos que el motivo de la presente situación -que se va a agravar ya en el corto plazo- es culpa de Rusia. “Escusas de mal pagador”. Las continuas sanciones no han dañado a Rusia, sino que han empobrecido a los europeos. En el horizonte cercano se vislumbran cortes de energía, cosa que ya están sufriendo los franceses, especialmente los parisinos. Y los precios al consumidor en todas las áreas, bienes y servicios están disparados y sin freno hacia arriba. Y, mientras, las oligarquías políticas europeas llenándose los bolsillos. En España todos los partidos (Podemos, Pp, PSOE,  Vox) son lo mismo, defendiendo los intereses de Estados Unidos, aplaudiendo la transferencia financiera al corrupto Zelenski y votando favorablemente unas sanciones que nos están arruinando. Las familias españolas están esquiladas con la escusa de “la guerra de Putin” y lo malo que es, y lo bueno buenísimo que es Zelenski. Y a los ciudadanos norteamericanos no les va mucho mejor, pero sus oligarquías -igual que aquí- están haciendo grandísimos y vomitivos negocios.

 

Autor

Antonio R. Peña
Antonio R. Peña
Antonio Ramón Peña es católico y español. Además es doctor en Historia Moderna y Contemporánea y archivero. Colaborador en diversos medios de comunicación como Infocatolica, Infovaticana, Somatemps. Ha colaborado con la Real Academia de la Historia en el Diccionario Biográfico Español. A parte de sus artículos científicos y de opinión, algunos de sus libros publicados son De Roma a Gotia: los orígenes de España, De Austrias a Borbones, Japón a la luz de la evangelización. Actualmente trabaja como profesor de instituto.

 
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