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Doy por seguro que la mayoría de los españoles ignora la maniobra ilegítima, de clara inspiración totalitaria, que el Gobierno de Pedro Sánchez ha iniciado para poder controlar absolutamente también el poder judicial. Y doy por hecho que, aquellos que sí lo saben, tampoco van a mover el trasero para defender España contra esta banda de forajidos.
Cuando un pueblo se acostumbra a que lo maltraten, lo engañen, lo manipulen burdamente y, además, lo convencen para que siga votando a los mismos corruptos e inmorales que le han hecho de todo, es evidente que ese pueblo está muerto. Puede que sus ciudadanos sigan estando vivos, desde el punto de vista biológico; pero, como pueblo, está inerte, liquidado, sin vida.
Los españoles ya no sienten ni padecen porque la partitocracia los ha transformado en un pueblo facilón, pusilánime, eunuco, sin ganas y sin ánimo para nada distinto del ocio o de las vacaciones. Es ahí, cuando viene un «puente», antes de un partido de fútbol, o en una despedida de soltero, cuando únicamente se puede ver al español del siglo XXI «en cierto movimiento». O bien, levantando el trasero del sofá para ir a por otra cerveza.
Cuando el Gobierno controle también el poder judicial (de forma absoluta, porque en buena medida ya lo controlaba), tendrá bajo las suelas de los zapatos de Sánchez los tres poderes del Estado de Derecho, los que se supone que sostienen un sistema democrático. Y eso querrá decir que la posibilidad real de parar sus desvaríos criminales, sus leyes paranoicas y sus excesos totalitarios será simplemente nula.
Cuando algunos se escandalizan del reciente golpe de Estado perpetrado por el socialista Pedro del Castillo en Perú, deben saber que la hoja de ruta de Sánchez es necesariamente la misma que estamos viendo en los países de América del Sur donde gobierna la izquierda. No queda ni rastro de democracia real en ellos. Ni rastro de derechos y libertades. Es ese el modelo que aplauden e imitan los políticos de Podemos y del PSOE, que gobiernan aquí.
El secuestro del poder judicial, incumpliendo el artículo 159.3 de la Constitución que obliga a renovar el TC por terceras partes (es decir, 4 magistrados de entre 12…, y no 2 afines al PSOE, como va a hacer Sánchez), es ya el asalto final de este Gobierno ilegítimo al orden establecido; un intento desesperado por perpetuarse en el poder antes de que se celebren las próximas elecciones generales.
Pero, de verdad…, no se preocupen, ni se alteren. Sigan viendo el Mundial de Qatar. Sigan con sus cañitas y sus copas. Vayan pensando en la cena de Nochebuena y en los regalos de Papá Noel. No se den ni un mal rato, pero ni uno. Ya habrá tiempo para los lamentos.
Autor
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Nació en Madrid en 1975. Es Doctor en Periodismo por la Universidad San Pablo CEU. Ha dedicado casi toda su vida profesional a la radio, primero en Radio España y desde 2001 en Radio Inter, donde dirige y presenta distintos programas e informativos, entre ellos "Micrófono Abierto", los Domingos a las 8,30 horas. Ha dirigido la versión digital del Diario Ya y es columnista habitual de ÑTV en Internet. Ha publicado los libros "España no se vota" y "Defender la Verdad", "Sin miedo a nada ni a nadie", "Autopsia al periodismo". Esta casado y tiene un hijo.
Totalmente de acuerdo, por desgracia. Don Luis habla por boca del puñado de españoles despiertos, decentes, patriotas, valientes y honorables que asistimos desesperados al desmantelamiento de la Nación por culpa de la indolencia, la pasividad total, la cobardía, la indigencia mental y la sumisión absoluta del resto de una sociedad aborregada, hedonista, cretina, aterrada, infecta y despreciable. Imposible definir mejor la lamentable situación de una Nación en vías de una desaparición inminente en tiempo récord. Qué impotencia, qué hartazgo, qué asco.
Una exposición magnífica de la realidad de España. Una fotografía perfecta de la situación en la que se vive, aquí y ahora, en este país. Nada que añadir, ni quitar. Sólo felicitar al autor por este acertado artículo. El problema actual es el que es, que no es poco; pero, aún se presenta más grave al contemplar que la derecha tradicional, representada, presuntamente, por el Partido Popular, e, igual presuntamente llamada a liderar una alternativa a Sánchez y sus huestes, no genera ningún tipo de ilusión. Con un «caudillo» como Feijóo, tibio y timorato, sin discurso político creíble y carente del carisma que debe adornar a todo líder, las posibilidades de derrocar a Sánchez se presentan harto difíciles. Si añadimos que la otra facción de la derecha, VOX, no acaba de convencer ni de consolidar una base sólida capaz de sumar para alcanzar el poder y desalojar al actual inquilino de La Moncloa, el coctel está servido. Si Dios no lo remedia, y no parece estar dispuesto a ello, lo que nos queda es cada vez más Sánchez y menos Estado de Derecho. La próxima víctima será La Monarquía, y, así, hasta convertir nuestra piel de toro en un país homologable a la Venezuela de Maduro, la Cuba postcastrista de Díaz-Canel, la Colombia de Petro, la Bolivia de Luis Arce o el Perú del recientemente destituido Castillo, por poner algunos ejemplos de América Latina; todos regímenes políticos totalitarios de los que tanto gusta presumir a los comunistas de Podemos. Lamentablemente, parece que pintan bastos, y parafraseando a Churchill, para revertir esta situación nos quedará sudor y lágrimas, todo ello esperando poder evitar la sangre.
Don Rafael, mis disculpas, le cambié el nombre. Por cierto, el que espere algo del reyezuelo o de los uniformados, ya puede armarse de paciencia o morirse del asco. País de cobardes y traidores miserables.
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