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Me acuerdo de ella, bilbaína como quien estas líneas garrapatea. No murió, dizque, de sida, sino de la puta droga que le suministraron para combatir tal fantasmagórica patochada. Tal vez, morir mediante gravísima e inducida escasez de alimentos, en medio año: patochada bélica, pretexto. Otra forma de acabar con el mundo. De darle la puntilla. Lo dicho, blanca luz brillante, perfecta mujer, no te olvidaré.
Tiempos recios
Y, mientras, chutes covidicios han instalado «cargas útiles» de Marburg en víctimas humanas. La señal de transmisión 5G activará el arma biológica, ¿desencadenando, esta vez sí, una verdadera pandemia? Los timovacunados, cómo no, ellos sí, sidosos. Inmunodeficientes, si prefieren la expresión. Y las elecciones francesas, amañadas. Y el crédito social italiano, en marcha.
Y el psicópata Yuval Noah Harari, asesor del líder del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, literal de nuevo. «La idea de que los humanos tienen un alma o un espíritu y que tienen libre albedrío, se acabó». Macron, como tantos, nuestro Cum Fraude incluido, patética marioneta de estos iluminados, programado para obedecer y destruir definitivamente nuestras libertades naturales (no otorgadas por consti/prosti cualquiera). Malos tiempos.
1987
Te mataron, cariño. Es una historia que ya sucedió hace más de treinta, y que bien conociste y que ahora reeditan los mismos creadores de aquella astracanada.
– Aparece de la nada una «nueva enfermedad» llamada SIDA (y un fantasmal virus causante, VIH). Nadie sabe si la tiene ni nota sus efectos hasta que no se realiza un milagroso test. Millones de personas se lo realizan «por si acaso».
– Personas perfectamente sanas dan positivo en el test «Elisa» (test serológico mediante análisis de sangre), y se les suministra un medicamento llamado AZT para «curarlas».
– Las personas sanas que aceptan ese tratamiento con AZT (les decían que si no se trataban iban a morir en poco tiempo), mueren todas – repito, TODAS -, además de forma muy agónica y harto penosa, sin excepción.
– A los dos o tres años se supo, tan obvio, que lo que las mató fue el AZT y no una «nueva enfermedad llamada SIDA», y por eso cambiaron a los retrovirales modernos, que te matan también, tan evidente, pero de manera mucho más pausada.
– El AZT fue uno de los mayores (uno más) genocidios perpetrados por la industria farmacéutica. Genocidio por el que nadie ha pagado.
– Los que no aceptaron dicho tratamiento, en su gran mayoría, hoy viven. Como ejemplo, el doctor Manuel Garrido Sotelo. Un recuerdo cariñoso.
– Algunos sabíamos que el AZT era quimio en pirulas. El test «Elisa» está demostrado empíricamente que no sirve para diagnosticar. ¿Les suena todo esto de algo? Déjà vu.
2020
– La historia de 1987 se repite, y aparece una «nueva enfermedad» denominada covid-19 (causada por un espectral virus de nombre SARS- CoV-2, que casualmente se diagnostica de la misma forma que se diagnosticaba el SIDA, con el test «Elisa» (hogaño, renombrado PCR)
– En 1987 llamaban seropositivos, a aquellos que daban positivo en el test «Elisa», pero no presentaban síntomas de tener ninguna enfermedad. En 2020 a éstos comienzan a llamarlos «asintomáticos».
– A las personas sanas que dan positivo en el test «Elisa» les presionan para inyectarse una supuesta vacuna experimental autorizada de forma opaca.
– Los fabricantes de la timovacuna covidiana obtienen de los gobiernos inmunidad legal ante posibles efectos adversos de la kakuna, muerte incluida.
Ojos
…Apretada síntesis, el mismo lavado de cerebro, el mismo modus operandi, pero 33 años después. Para cuando la población abra los ojos y vea que han puesto en marcha otro genocidio, ya habrá muerto mucha gente. Tarde, como siempre. En fin.
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