22/11/2024 19:03
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Vivimos un momento muy difícil que para muchas personas de mi generación –tengo 68 años- nos cuesta entender lo que está pasando. Destacaría que coexistimos en un mundo donde prevalece la cultura materialista; del culto a la marca, al lujo y al dinero; somos una sociedad adormecida acostumbrada, gran parte de ella, al subsidio que la invita al mínimo esfuerzo; también adolece de la falta de compromiso y es sobre todo, una sociedad ausente de fe.

Asimismo es un mundo del que podemos pasar aquellos que nuestros primeros juegos en la calle eran compartiendo con los amigos una pelota y no balón, u organizando una carrera ciclista, pero no con bicicletas, sino con unas simples chapas. Era, nuestra niñez, una época de hambre de cosas “ricas”, ya que nuestros padres tenían que alimentar, en la mayoría de los casos y con un corto sueldo, a familias numerosas. En mi caso, por ejemplo, conocí el salchichón en casa de un amigo un día cuando su madre nos preparó la merienda. Era una época en la que, de alguna manera, había que sobrevivir por ti mismo. Nadie te ayudaba a superar los complejos, entre otras cosas porque no los publicitabas. El psicólogo no existía, era tu padre, tu madre, o ambos, o algún profesor, que arreglaban tus suspensos o travesuras con un capón, cuando no era con una bofetada, acompañado siempre de la frase “…es para que te hagas un hombre de provecho”.

Pero también estamos en un momento de ausencia de principios éticos y morales en gran parte de la sociedad, lo que es muy grave cuando se tiene responsabilidades de poder. La mentira sin rubor y el nepotismo, están a la orden del día. Nadie se corta un pelo. Al menos yo lo percibo entre la mayoría de personas, con supuesta vocación de servicio público, que ejercen, ya sea la política –sin distinción de partidos-, la judicatura, la comunicación etc.; donde hay carencia absoluta de ideas propias y si las hubiera, cobardemente las callan, ya que están obligados a seguir los dictados de la secta. El salario manda.

En estas llamemos reflexiones, a continuación expuestas, se puede observar que trato temas muy diferentes entre sí, pero todos relacionados con la Iglesia Católica, a la que me veo obligado a cuestionar en varios asuntos de los que voy teniendo cierto conocimiento. Reparo que hoy se está más a la adoración a la madre tierra y al cambio climático que a la palabra de Cristo y creo que su cabeza, el Papa Francisco, es el principal responsable de que no sepan dirigir a los fieles el mensaje de salvación, precisamente por no abundar la fe entre sus principales miembros. Decir también que puede ser que esté equivocado en mis juicios, ojalá sea así, y que la palabra de Cristo “Como juzguéis seréis juzgados” se me aplique con cierta magnanimidad.

No tengo ninguna duda que nuestra Iglesia ya está absolutamente dividida y por tanto habrá que tomar partido. Vamos camino del cisma, tal como vaticinó Benedicto XVI, entre una Iglesia minúscula, similar a la de la primera época cristiana, frente a otra más numerosa que ya dirige hoy el Papa Francisco y que sigue los dictados progresistas que ya imperan en casi toda América Latina.

Si eres hombre de fe y eliges la primera opción, no te olvides que debes irte preparando para ser insultado, desacreditado y quizás, hasta en un futuro perseguido. Serás etiquetado y tachado de ultraconservador, como ya se acusa desde la progresía mediática a los cardenales herederos de la Iglesia que representaban Juan Pablo II y Benedicto XVI; el alemán Gerhard Müller, el norteamericano Raymond Burke y el italiano Carlo María Viganò, que lideran en la actualidad la auténtica oposición doctrinal hacia el Papa Francisco. En España son sus seguidores los obispos José Ignacio Munilla y Juan Antonio Reig Pla.

Hace pocas fechas en un congreso celebrado en el CEU el cardenal Müller declaraba:

“Los temas centrales de la Iglesia no deberían ser el cambio climático, la protección del medio ambiente, la política migratoria, los puestos de poder para los laicos, sino el Evangelio de Jesús” “El Concilio Vaticano II fue la chispa para la ruptura de la Iglesia” “la Iglesia no es un programa para establecer una sociedad liberal capitalista o social-comunista, ni para crear un nuevo orden mundial en 2030”

Si por el contrario te posicionas con “la pachamama” y con la Iglesia que se ha dejado el brazo torcer, que representa el Papa Francisco, posiblemente no serás insultado ni desacreditado, ya que eres un pseudocatólico muy poco peligroso para los diferentes y dispares grupos de poder que buscan el fin de la doctrina de Cristo y todo lo que arrastra tras de sí. Hoy sabemos que la ONU y entes similares, junto a gobiernos de muchos países, la Sociedad Abierta de Soros, fundaciones supuestamente filantrópicas como las de Gates, la masonería y el comunismo, buscan todo el mismo fin, que no es otro que desaparezca la figura y doctrina de Cristo de la faz de la tierra. Ya nadie te puede acusar de conspiranoico por afirmar lo anterior. Es de una obviedad aplastante.

GARABANDAL

¿Conocéis San Sebastián de Garabandal? ¿Habéis oído hablar de las apariciones de Garabandal? Yo, hasta hace bien poco, no sabía que la Virgen se había aparecido a cuatro niñas, entre 1961 y 1965, en el pueblecito cántabro de Garabandal. Este es un hecho tan extraordinario, similar al de Fátima, que animo al lector que desconoce este caso de apariciones marianas, ocultado por la Iglesia en España, a que lo investigue para así tener un criterio propio sobre ello (Youtube es una buena fuente de información). Yo lo tengo y manifiesto que no tengo ninguna duda que las apariciones son verdaderas, lo que corroboran múltiples y cristianos testimonios, entre otros el de una santa voz autorizada de la Iglesia, el Padre Pio de la Pietrelcina, como nos señala en una carta que escribió a las niñas.

Mis queridas niñas A las nueve de la mañana, la Santísima Virgen me encomendó que les dijera lo siguiente: “¡Oh benditas niñas de San Sebastián de Garabandal! Yo les prometo que estaré con ustedes hasta el fin de los siglos y que ustedes estarán conmigo durante el fin del mundo y después, unidas conmigo en la gloria del Paraíso”.

Sin entrar a mucho detalle -no es el objetivo de estas reflexiones hablar en profundidad de Garabandal-, resumo que cuatro niñas del pequeño pueblo; Conchita, Mari Loli, Jacinta y Mari Cruz, junto al Padre Jesuita Luis María Andreu, tuvieron la dicha de ver a la Virgen.

Lo más destacado del más de un millar de apariciones, son los dos mensajes que la Virgen nos comunicó a través de las niñas:

El 18 de octubre de 1961, cuatro meses después del comienzo de las apariciones, en su primer mensaje la Virgen nos llamaba a realizar muchos sacrificios, mucha penitencia y a visitar al Santísimo. Decía también que la copa estaba medio llena, simbolizando el pecado y que debíamos orar mucho.

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El segundo mensaje de la Virgen se da poco antes de finalizar el Concilio Vaticano II y del fin de las apariciones, el 18 de junio del 1965. Fue el Arcángel San Miguel el encargado de comunicar a Conchita el mensaje, de parte de la Virgen:

…Antes la copa se estaba llenando, ahora está rebosando; muchos cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición, y con ellos llevan a muchas más almas…

Para el proceso de investigación sobre las apariciones, ordenado por el obispo de Santander, este segundo y terrible mensaje afectará en sus conclusiones finales y obligará a que la autoridad eclesiástica, con el apoyo de los investigadores, traten de desacreditar a las niñas y acaben señalando que las apariciones eran falsas. Aun hoy la Iglesia sigue sin pronunciarse a pesar de tener un amplio dossier, en un cajón, con multitud de testimonios que confirman la veracidad de las apariciones. Solo se entiende por la ausencia de fe entre aquellos que deben decretarla.

Determinadas voces autorizadas de la Iglesia, relacionan las apariciones y los mensajes con el Concilio Vaticano II, ya que ambos son coincidentes en su inicio y final y no parece casualidad, sino más bien designios de la providencia que apareciera la Virgen durante todo el Cónclave.

Podría entenderse que el “camino de la perdición”, que refiere el segundo mensaje, señala las aberraciones doctrinales del Concilio Vaticano II que han corrompido el depósito de la fe y abandonado la moral, provocando la infecundidad en la Iglesia. Una de sus manifestaciones ha sido el enorme descenso de las vocaciones sacerdotales; así por ejemplo en España, los más de veinte mil seminaristas que había cuando se producían las apariciones de Garabandal, no llegan en la actualidad ni a una décima parte, para una población mucho mayor.

También pudiera tener algo que ver lo del “camino de la perdición” con los escándalos de los clérigos pederastas, ahora conocidos, algo que en 1965 no se le hubiera pasado por la imaginación ni al peor enemigo de la Iglesia.

EL CONCILIO VATICANO II

El Concilio Vaticano II fue inaugurado por el Papa Juan XXIII el 11 de octubre de 1962 y clausurado por Pablo VI el 8 de diciembre de 1965. Constó de cuatro sesiones de trabajo; la primera con Juan XXIII y las tres siguientes con Pablo VI.

Desde el principio hubo una clara división entre los cardenales, llamemos conservadores de la tradición, representados por los episcopados de España, Italia, Iberoamérica y Estados Unidos; con los progresistas y liberales que contaban con el apoyo de Juan XXIII y actuaban bajo la Alianza del Rhin, también llamada  Alianza Europea. Esta Alianza estaba formada por cardenales de Alemania, Bélgica, Holanda y gran parte de Francia, que estaban influenciados por ideas próximas al protestantismo.

El Concilio, que en principio no era dogmático, sino pastoral, fue dogmatizado por la corriente progresista para sus intereses partidistas. La Alianza del Rhin atrajo a varios obispos españoles, muchos de Iberoamérica y gran parte de los de Asia y África, resultando estos nuevos apoyos decisivos en su victoria global.

La figura intelectual progresista era el jesuita alemán Karl Rahner, que actuó en el Concilio como perito y cuya influencia fue decisiva en las conclusiones finales del mismo. Era entonces su discípulo el Cardenal Ratzinger, futuro Papa Benedicto XVI, que evolucionaría en el futuro hacia posturas conservadoras afirmando, a principios de 1980, que las consecuencias del Concilio no han podido ser más nefastas.

Se cambió la nueva liturgia con objeto de aproximarla al protestantismo. Quedaban diluidos en la nueva Misa los conceptos de Sacrificio y Transubstanciación –conversión del pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo-. El latín, fue sustituido por lenguas vernáculas. En teoría, porque iba a asegurar una mayor presencia de los fieles de las nuevas generaciones en la Misa, ocurriendo en la práctica todo lo contrario, al desplomarse su asistencia. Otro hecho muy importante que se aprobó es que se podía recibir en la mano la comunión.

En la sesión final del Concilio del 7 de diciembre de 1965 se aprobó la constitución Gaudium et Spes, que establecía que el orden político debe fundamentarse en la participación en el Gobierno, mediante elección de los gobernados. Rechazaba expresamente las formas totalitarias y las formas dictatoriales “De todos modos, es inhumano que la autoridad política caiga en formas totalitarias o en formas dictatoriales que lesionen los derechos de la persona o de los grupos sociales”. Esto suponía un vuelco fundamental respecto a las tradicionales condenas de la Iglesia al modernismo y al liberalismo. La democracia liberal quedaba establecida como único régimen político viable y deseable para la Iglesia.

Más aún, Gaudium et Spes eludió, específicamente, condenar al comunismo como sistema político y filosófico, pese a las protestas de los obispos chinos, víctimas del régimen maoísta, cuyas peticiones en este sentido fueron desoídas. Se cumplió el infame pacto de Metz de 1962, donde se reunieron, dos meses antes de la apertura del Concilio, el Cardenal Tisserant, enviado por Juan XXIII y Nikodim, el patriarca ortodoxo de Moscú, que era un títere del politburó soviético. En la ciudad francesa se acordó que la Unión Soviética permitiría que varios miembros de la Iglesia Ortodoxa Rusa aceptaran la invitación del Papa para asistir como observadores en el Concilio y a cambio el Vaticano se comprometió a que no habría ninguna condena explícita del comunismo.

Al no condenarse el marxismo dio la impresión, en la práctica, que los únicos regímenes autoritarios condenados eran precisamente los confesionales y antimarxistas, como el de Franco en España. El efecto práctico de todo esto fue que partes fundamentales de la doctrina tradicional como el Reinado Social de Cristo o la Doctrina Social de la Iglesia quedaron convertidos en papel mojado. A partir de entonces los parlamentos, como si fueran una voz divina, pasaban a convertirse en la fuente suprema del derecho y de la ley. La Iglesia, aunque no estuviera de acuerdo con algunas leyes, se comprometía a acatarlas en última instancia. Los efectos devastadores de esto se ven hoy en día con la imparable legislación laicista y anticristiana.

CHARLES THEODORE MURR. SECRETARIO DEL ARZOBISPO GAGNON

Nació el 15 de agosto de 1950 en Saint Paul, Minnesota, Estados Unidos. Siendo un joven sacerdote en Roma, el P. Charles Murr trabajó estrechamente con el Cardenal canadiense Édouard Gagnon en la 5 peligrosa misión que Pablo VI le había encomendado: investigar la curia del Vaticano para descubrir la pertenencia a la masonería. El papel privado del Padre Murr le hizo conocer las agendas desagradables de los altos prelados y las intrigas que rodearon la muerte de Juan Pablo I y la elección de Juan Pablo II.

Recomiendo la lectura del libro de Murr, ASESINATO EN EL GRADO 33, -yo lo adquirí a través de Amazon-, donde cuenta la fascinante historia, tal como la vivió, junto al citado cardenal canadiense y el sacerdote italiano Mario Marini, que desde 1974 colaboraba en el Vaticano con el Vicesecretario de Estado, el cardenal italiano Giovanni Benelli. Marini fue objeto de depuración por parte del Secretario de Estado de Pablo VI y destacado masón, el cardenal francés Jean-Marie Villot. Igualmente Benelli fue quien convenció a Pablo VI que Gagnon era el más adecuado para hacer ese trabajo de investigación.

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La Secretaría de Estado vaticana del cardenal Jean-Marie Villot, estaba dividida en dos secciones: Asuntos Generales y Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, que con la reforma de la Curia se convirtieron en el Consejo de Asuntos Públicos de la Iglesia. Estos dos departamentos eran dirigidos a su vez por monseñor Benelli, enemigo acérrimo de Villot y monseñor Casaroli, amigo íntimo del mismo.

Por las páginas del libro de Murr pasarán algunos de los cardenales de mayor confianza e influencia sobre Pablo VI, que tuvieron un papel fundamental en el Concilio Vaticano II y que eran destacados miembros de la masonería, tal como descubrió Gagnon. El propio Jean-Marie Villot, Secretario de Estado de Pablo VI; Sebastiano Baggio, que era el responsable de los nombramientos de los obispos y futuros cardenales, los Baggio-Boys; el obispo Annibale Bugnini, Secretario Adjunto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y de la Congregación para los Ritos, cuyo papel en el Concilio explicaba la radical revolución litúrgica del mismo; Agostino Casaroli, Vicesecretario de Estado con Villot y Secretario de Estado con Juan Pablo II. Se había infiltrado la masonería en los puestos clave de la curia romana tal como dijo Pablo VI el 29 de junio de 1972: “Por alguna grieta ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios”.

Gagnon, tuvo la ocasión de entregar su informe sobre la masonería en la iglesia, que ocupaba un total de tres tomos, a los Papas Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, reaccionando los tres de manera diferente.

Pablo VI, que recibió a Gagnon el 16 de mayo de 1978, no quiso depurar a los masones que señalaba en su arduo trabajo de investigación. Le dijo que se estaba muriendo –de hecho murió el 6 de agosto- y que su informe se lo enseñase a su sucesor.

Juan Pablo I, fue elegido Papa el 26 de agosto de 1978 con el apoyo de Benelli, siendo este el cardenal papable del ala conservadora en el cónclave a la muerte de Pablo VI, pero era vetado por Villot, que a su vez era el papable de los progresistas. Benelli hizo una jugada “maestra” convenciendo a los cardenales que le iban a votar que le dieran su voto al Cardenal Luciani, que de hecho al final sería el Papa Juan Pablo I. La verdad, que siendo esto así, no se diferencia mucho la elección de un nuevo Papa a un congreso de un partido político donde se elige a su presidente. Yo, sinceramente, no veo la mano del Espíritu Santo y si una lucha fratricida de poder.

El 25 de septiembre de 1978 Juan Pablo I dio Audiencia a Gagnon para que le presentará su informe sobre la infiltración de la masonería en la Iglesia. Menudo trago tenía ante sí el Santo Padre que estaba obligado a enfrentarse y a cesar al Cardenal Baggio con la mayor urgencia, por ser este cardenal uno de los principales de los señalados en la lista, por ser el que nombraba a los obispos.

El 28 de septiembre, a primera hora de la mañana, llamó personalmente el Papa a Baggio para que se presentase en su despacho, rehusando este hacerlo ya que decía que estaba muy ocupado. Baggio sabía que tras el encuentro se produciría su cese por ser conocedor, a través de Villot y Casaroli, del encuentro del Papa con Gagnon donde se le señalaba como masón. Tras varios desplantes durante ese día, no le quedó más remedio que acudir a las 8 de la tarde ante Su Santidad. La reunión duró una hora muy tensa y la Guardia Vaticana, tal como señala Murr en su libro, fue testigo de los gritos que dio Baggio a Juan Pablo I. Tras este encuentro y desconociéndose si el Papa cenó u optó por orar o acostarse, sabemos que falleció a las 10 de la noche, una hora después de finalizar su encuentro con Baggio, el que por cierto siguió en su puesto cardenalicio.

Juan Pablo II será elegido Papa el 16 de octubre de 1978 de manera similar a Juan Pablo I, estando el Cardenal Benelli detrás de su elección. Mientras tanto, tras el fallecimiento de Villot, Juan Pablo II nombró Secretario de Estado al cardenal Casaroli, lo que causó estupor entre los conservadores ya que este había sido el máximo artífice del acercamiento a la ostpolitik vaticana o acercamiento a los países del Este, lo que además no era grato para el Papa polaco. Por otra parte Casaroli daba largas a Gagnon, retardándose su Audiencia ya que el Papa estaba con frecuencia de viaje.

Gagnon será recibido, por fin, por el Santo Padre, el 6 de febrero de 1979. Según refiere Murr en su libro el encuentro fue decepcionante y obligará al prelado canadiense a dimitir de su cargo en el Vaticano y volver a la selva colombiana, donde había sido muy feliz ejerciendo su labor pastoral. Gagnon le enseñó su informe a Juan Pablo II y este, en principio, optó por no hacer nada. Ante la frialdad mostrada por el Papa, Gaznon también le advierte que tiene información de que la masonería pretende atentar contra él.

Dos años después, en el aniversario de la Virgen de Fátima, el 13 de mayo de 1981, el Santo Padre recibió cuatro disparos de bala del ciudadano turco Ali Agca. ¿Quién estaba detrás del atentado? Ya se vislumbraba la categoría del nuevo Papa, muy incómodo para los intereses comunistas, por lo que interesaba su eliminación. Según cuenta Murr, cuando Juan Pablo II despertó del coma en su habitación del clínico Agostino Gemelli, algunas de las primeras palabras que dijo fueron GAGNON, GAGNON.

El obispo canadiense será localizado y enviado desde Colombia a presencia del ya restablecido Papa, que le nombrará cardenal además de cesar a Baggio en su cargo de Prefecto de los Obispos para 7 nombrarle Presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, donde no tendría efectos negativos para la Iglesia su pertenencia a la masonería.

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