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Después de nuestro comentarios sobre el hablar de los extremeños, un amable lector ha tenido la deferencia de enviarnos un viejo libro del poeta extremeño Luis Chamizo, publicado en el primer tercio del siglo XX, que nos invita a volver sobre los mismos pasos, con la atención puesta en algunos intelectuales que describen a los “castúos” (castizos), que es el “miajón”, la entraña del ser extremeño, a través del uso anafónico de la palabra “vusotros, para ensalzar las “jazañas” extremeñas; de los de su tierra, que dejaron sin contar “en después de jaceglas”. El poeta narra las historias de sus habitantes, con sus quereres, jolgorios, penas, ocurrencias y “cosinas mu durces y mu tiernas”.
Luis Chamizo tiene conciencia de la manera de hablar de sus castizos y utiliza el habla dialectal de los “castúos” y describe la buena vida de sus héroes, que son del color de la tierra, dice. Los castizos se consideran los descendientes de los conquistadores del Nuevo Mundo: “los nietos de los machos que otros días triunfaron en América”.
El libro del autor extremeño considera al hombre de su tierra como perteneciente a una casta e intenta narrar la epopeya de este pueblo, necesitado de un rapsoda.
En el poema “Consejos del tío Perico”, describe las directrices para que la hija casadera elija a un “castúo” honrado como marido. El “Noviejo” es una composición donde aparece un modelo de amor entre el joven y la moza. En “La experiencia”, la suegra enseña a la recién casada cómo debe cuidar al marido para lograr una familia útil a la idea de casta. Y en “El Desconcierto” el hijo se independiza de los padres para oír un canto nuevo que facilita el progreso de la casta.
“Semana Santa en Guareña” representa el ideal del “castúo”, el sentimiento religioso, tan arraigado en el pueblo extremeño, en el que se educa al gañán que asiste por primera vez a una ceremonia religiosa. Y en “El fandango extremeño” descubrimos el sentido folclórico y satírico de la tradición popular. También en “La fuerza d’un queré” presenta el escenario donde el castizo demuestra su valentía, en lucha, cuerpo a cuerpo, con una loba enfurecida para salvar a la manada.
Y así, poema a poema, va descubriendo poéticamente el ideal de vida del castizo, que desea que su tierra progrese por el trabajo de sus habitantes, gracias al valor y tenacidad de los extremeños, que son capaces de transformar su tierra bravía en fértil viña y olivar; el dominio del hombre sobre la tierra, su forma femenina de hablar, sus costumbres, todo para dar paso a diálogos y monólogos.
El uso del dialecto en la escritura de este poema épico destacamos el vocabulario y habla local de su entorno, aunque el número de voces no llega a un tercio de los que aparecen en el repertorio; el autor tenía una libreta donde anotaba los vocablos escuchados en los pueblos y a los familiares; expresiones castizas poco utilizadas en la composición de sus versos.
Antonio Viudas Camarasa, en la introducción de la obra, reseña un puñado de voces que, para los que somos de pueblo, nos resultan un tanto cercanas: asín, coguta, dir, eschangar, gorrer, jopo, golver, reguñir, etc. Curiosamente, en un dicho popular riojano, encontramos algunas de esas voces: “pá dir y golver, más vale no dir”.
Y nos despedimos con algunas estrofas del poema extremeño titulado “La nacencia”:
Bruño los recios nubarrones pardos
la lus del sol que s’angachó en un cerro,
y las artas cogollas de los árboles
d’un coló de naranja se tiñeron.
…
¡Qué tarde tan bonita!
¡Que anochecer más güeno!
¡Que tarde más alegre
si juéramos contentos!…
No pué ser más -me ijo- vaite, vaite
con la burra pal pueblo,
y güérvete de priesa con l’agüéla,
la comadre o el médico…
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