22/11/2024 06:51
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El actual Gobierno aún vive de las rentas del trabajo del Gobierno Rajoy. El dúo Sánchez-Iglesias no ha sido capaz de arrancar.

No voy a ocultar mi vieja admiración por Nadia Calviño, vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Social. Esa admiración no es sinónimo de credibilidad en estos momentos. Y si la persona más seria y preparada de todo el actual Gobierno no es creíble, ya me dirán la credibilidad que podemos tener en personajes ‘francotiradores’ y mentirosos como el actual presidente Sánchez, el ‘vicepandemias’ segundo, la ministra Calvo o la teatrera metida a mentirosa rutinaria, María Jesús Montero. No incluyo en este grupo a la fulera ministra de Igual-Da y tampoco a personajes trapaceros como Ábalos, retorcidos y farfulleros como Yolanda Díaz o tendenciosos ‘buleros’ como Grande-Marlaska. ¡Vaya panda de burladeros para Iván Redondo y Pedro ‘Plagio’ Sánchez!

“Estamos determinados a hacer de 2021 el año de la recuperación y la transformación de la economía”, ha afirmado la ministra Calviño aprovechando su intervención en el “Spain Investors Day”. Ese es el foro económico que se ha celebrado esta semana pasada en Madrid. Estoy seguro que se habrá arrepentido tras escuchar sus propias palabras. Ha dado gusto a su larga lengua y no parece haberse detenido en el problemón que nos tiene atrapados: la pandemia.

Ha sido incapaz de explicar a Bruselas la situación que atravesamos, la nefasta gestión de la pandemia y las diferencias en el seno del propio Gobierno, por eso no entiendo ese optimismo repentino y acelerado. Habla de reformas y dice que han estado trabajando en ellas, cuando sabemos que es falso y una torticera huida hacia adelante. A la pobre Calviño se le está pegando el germen de la mentira y el virus del engaño: ha acabado infectada por sus mediocres y parásitos compañeros del Consejo de Ministros. Esta mujer, en otro tiempo respetada u escuchada, ya no pinta ni monas rojas; es más, en Europa no sólo no pinta monas, sino que ni siquiera lo hace en blanco y negro.

El mes de abril se echa encima y es la fecha tope para que el Gobierno presente a Europa el plan de reformas. Ahí es nada, Calviño se compromete a acelerar la reforma laboral, de pensiones y la fiscal. Con la primera no hará vida porque Bruselas ha dicho que no se toca, puesto que el PP hubo de adaptarse a las líneas marcadas por la UE; salvo que quiera quitar los ERTE de Fátima Báñez que tanto han beneficiado a los trabajadores y retrasado el incremento del paro en más de un millón doscientos mil parados. A todo esto, Yolanda Díaz ni se entera ni se espera que se entere. Para la segunda, las pensiones, tiene muy poco margen de maniobra, excepto si las quiere bajar, que es el propósito de la izquierda, pero echando la culpa a Europa como con el IVA de las mascarillas o el de la luz. Con la tercera, la reforma fiscal, pretende apoyarse en un comité de expertos: no estaba prevista, no saben qué hacer y no hay dos expertos fiscales que se pongan de acuerdo en lo mismo. Que el Gobierno hable de ‘expertos’ me pone los pelos de punta, además de sentirme engañado.

El año 2021 no puede ser el año de “aceleración de las reformas” porque es lo que menos interesa en este momento. El actual Gobierno vive de las rentas del profundo trabajo del Gobierno Rajoy. El dúo Sánchez-Iglesias no ha sido capaz de arrancar, aunque sí ha ido hacia atrás: destrozo del escudo social: 150.000 familias sin IMV y 732.000 trabajadores sin cobrar el ERTE desde marzo; la sanidad pública en entredicho; el dinero de los ERE sin devolver; los presidentes autonómicos de Andalucía sin encarcelar; el golpismo en los altares y la amnistía de los golpistas como frente para el desafío entre la población, por citar algunos despropósitos.

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Unan a ello la ley mordaza de represión; las amenazas a los medios no ‘cagones’; la represión al disidente; el cierre de miles de empresas; la política de chivatos infiltrados en los medios de comunicación o comisariado siniestro; la fuga de capitales de empresas; la deslocalización empresarial; el descontrol bancario; el tráfico de influencias; 70.000 muertos por negligencia del Gobierno; el destrozo del sistema educativo… ¿Hay reforma que se pueda acelerar con estas condiciones represivas de matiz bolivariano y procomunista? A otro perro con ese hueso.

Nadie puede decir que no sean factibles esas reformas de cara al futuro, pero ahora no. España ha destruido en un año los puestos de trabajo creados en los dos últimos años. No hay transformación si no hay estrategias claras en la normativa de insolvencias, en la educación, la política energética, la modernización de la administración y la sostenibilidad de la economía. Esos presuntos cambios, sin la creación de una agencia que canalice proyectos a Europa, van a ser una insensatez que se puede traducir en pérdida de tiempo y eficacia. A lo que se añaden unos Presupuestos Generales del Estado nada realistas, destartalados en sus objetivos, impresentables en sus fines, sin dinero y pensados para sustentarlos en un dinero de Europa que no se sabe cuándo llegará, además de que ya se ha recortado en 36.000M de los 140.000M iniciales.

Dejar de lado el gran problema de la pandemia, y mirar a lo enumerado como si fuera independiente, es un atropello y una prueba de que el Gobierno no nos sirve ni nos sacará del atolladero. Sin duda, estamos ante el peor Gobierno, por inútil e impresentable, en el momento más malo y peligroso. Hasta Europa ha reconocido el problema que supone un Gobierno donde las orejas comunistas asoman por doquier y condicionan sobremanera la demostrada ineficacia socialista.

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Si a ello añadimos la falta de acuerdo entre patronal, sindicatos y Gobierno, ya no hay duda de que la paralización es absoluta. España está sobre un volcán social, político y económico en el que no cesan los temblores. Ni siquiera se llevará a cabo la agenda de reformas que había comprometido el Gobierno, de la misma forma que se vienen abajo otras perspectivas –que no planificaciones—que tenía el ‘sanchismo’ en cartera. ¿Comprueban ahora cómo la economía sí se iba a sentir afectada por la tercera ola?

Autor

Jesús Salamanca Alonso