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Guillermo Rocafort: «La izquierda cainita de Pedro Sánchez no pretende más que confrontar y despertar odios»
Con «El fraude de la Memoria Histórica», este abogado y exlegionario busca «generar un espíritu crítico» y «poner en duda los relatos que alimenta el poder vigente»
«Mi experiencia legionaria ha marcado mi vida; allí aprendí honor, respeto y orgullo por mi patria, una verdadera escuela de vida», asegura Guillermo Rocafort (Madrid, 1970), abogado que ha tocado múltiples sectores empresariales: asegurador, informático, automoción, editorial, alimenticio, gestión de inversiones y universitario, aunque por encima de todo su pasión es la Historia. No en vano, cuenta con 25 libros sobre esta materia, además de Economía y Derecho, repartidos en unas 120 universidades de todo el mundo, según la base de datos global Worldcat Identities. Secretario de la Plataforma Millán Astray, Rocafort estrena «El fraude de la Memoria Histórica» (SND Editores), con el que pretende «despertar conciencias para que se vea que la ideología en este campo que abandera la izquierda cainita de Pedro Sánchez no pretende más que confrontar y despertar odios entre los españoles». Afirma que es «un estudio historiográfico que busca generar un espíritu crítico hacia las políticas de la Memoria Histórica», aunque no pretende «que los lectores crean lo que yo describo, sino que al menos alimenten» la opción de «poner en duda los relatos que alimenta el poder vigente por la vía de la propaganda y las subvenciones masivas».
¿Por qué la Memoria Histórica no deja de estar de actualidad?
Porque consigue votos, a favor y, cada vez más, en contra. Esta cuestión ha entrado de lleno en el debate político como una bandera electoral, alimentado de todo un espíritu revanchista por la izquierda que transcurridos 85 años ya de entonces carece de sentido, pero ahora se ha gestado una muy fuerte reacción en contra que también dará sus réditos políticos. Lo deseable es que nada de esto pasara y que se mirara al pasado con una visión distinta, no de juicio fácil y severo, sino de tratar de comprender lo sucedido desde múltiples y complejas perspectivas.
¿Es un arma política? ¿Se usa como cortina de humo por parte del Gobierno?
Muy cierto. Es un «comodín», o un «as» en la manga, que usa la izquierda para agitar a sus bases y así ocultar los problemas que sufrimos en el día a día. Este Gobierno, que está fracasando rotundamente en todas sus áreas de actuación, al final vemos que sólo es capaz de ofrecer odio y rencor a sus militantes, lo cual es muy negativo, porque lo que realmente está haciendo sobre ellos es un proceso de fanatización. Los están condicionando en heridas del pasado en vez de ofrecerles soluciones de futuro, algo que encaja muy bien en el espíritu del español, que por tradición es sectario y guerracivilista. Podríamos incluso de hablar de una ingeniería social en el odio y la confrontación, y eso es un grave problema para nuestra sociedad.
¿Cómo surge la Plataforma Millán Astray?
Esta asociación de veteranos legionarios y simpatizantes hacia la figura del fundador de La Legión surge por el hartazgo y el hastío que nos producían los ataques sistemáticos y sin respuesta contra su persona por parte de aquellos llamados a defenderle. Nació en el momento en que vimos al general Millán Astray entrar en el centro del disparadero del odio político de los sectores más ideologizados, en particular los anclados en el Ayuntamiento de Madrid de Manuela Carmena, que habían hecho de su hostilidad uno de los ejes vectores de su política municipal. Nosotros somos un colectivo felizmente desideologizado; de hecho, entre nosotros hay un tipo de voto muy variado, incluido por supuesto de izquierdas, pero por encima de todo está la lealtad al fundador y el respeto a su figura, y esto es precisamente lo que hemos conseguido en su calle en Madrid, que hasta sus votantes socialistas nos hayan apoyado porque han comprendido que nuestra causa es justa y asumida por ellos como vecinos de la calle. Y así fue que nos forjamos en la batalla mediática y judicial en defensa del heroico mutilado y la verdad es que no nos ha ido nada mal, porque al final defender a un héroe como Millán Astray es muy sencillo: sólo tienes que exponer sus méritos y sacrificios ante la opinión pública y advertimos que las adhesiones hacia su figura son mucho mayores que las de sus fanáticos detractores. Hemos asumido y comprobado que la victoria de la calle General Millán Astray es la victoria del pueblo español.
La asociación está inmersa en la batalla legal por la estatua de Millán Astray en La Coruña y la de Franco en Melilla, ¿cómo están ambos procesos y qué cabe esperar?
El tema de la estatua del comandante Franco en Melilla está ahora mismo en plena batalla judicial, en concreto en la fase probatoria, y percibo que tenemos muchas posibilidad de restaurar judicialmente su estatua en la zona de Melilla La Vieja, junto al muro histórico que es donde estaba y de donde nunca tuvo que ser retirada, porque aquello era y es una zona protegida como Bien de Interés Cultural (BIC) y se retiró vulnerando toda normativa aplicable. Es un caso de prevaricación administrativa como la copa de un pino. En cuanto a la estatua del fundador en La Coruña, su ciudad natal, la situación está más difícil porque cuando se retiró no se utilizaron los argumentos fácticos y jurídicos que nos han permitido triunfar en la capital de España. Ahora lo que estamos pretendiendo es la localización de su ubicación, así como su estado de conservación, porque también es un bien protegido de gran valor cultural. El PP de esa ciudad gallega está haciendo un buen trabajo de búsqueda de la estatua y la clarificación de su estado, lo cual es de agradecer.
Rocafort, con un ejemplar de su último libro
¿Qué opina sobre la exhumación de Franco?
Es el acto de mayor revanchismo estúpido de la España contemporánea tras la Constitución de 1978. Un revanchismo que debería estar prohibido, porque ese tema ya se cerró ahí, junto con la amnistía del 77. Se trata de socavar el espíritu de reconciliación, algo que ha llevado a cabo la izquierda [pone el ejemplo el antecedente de la «ley segregacionista» de José Luis Rodríguez Zapatero] sin conocer el alcance o efectos que tendrá en el medio y largo plazo en su contra. Hoy, los jóvenes españoles, que apenas sabían quién era Franco ni tampoco les interesaba, se empiezan a preguntar por él y a conocer que durante su mandato no todo era tan malo como se pinta actualmente; es más, están descubriendo que en aspectos sociales y económicos estábamos mucho mejor que ahora, en especial en lo que es las oportunidades laborales, de emancipación y estabilidad familiar, y de vivienda para los jóvenes.
¿Qué queda por hacer respecto a la Ley de Memoria Histórica?
Directamente derogarla sin contemplaciones y evitar más subvenciones que sólo sirven para crear nuevos chiringuitos de personas que gravitan en torno a colectivos de izquierdas y análogos. Es de esperar que con el nuevo reposicionamiento político del PP, tras la defenestración definitiva del casadismo, desde ahora haya una política clara y monolítica en esa organización política de oposición contra la Memoria Histórica, por varias razones. Porque les dará votos de gente que ya está harta de los excesos memorialísticos de la izquierda y porque así competirá más contra Vox en aspectos de su programa político que son mucho más claros en ese sentido.
¿Se enseña correctamente en las aulas?
Lleva ya anclada en la escuela pública desde hace al menos tres décadas. Hay que asumir que una parte sustancial del profesorado de esa escuela no es más que un comisariado político cuya función principal es adoctrinar en el odio y la confrontación a nuestros jóvenes, y hasta que ese comisariado no sea apartado de su función docente seguirá martilleando y condicionando el cerebro en la formación y enseñanza de nuestros hijos.
Palabra de «almogávar»
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