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Según la prensa, Perico el de los palotes -por otro nombre Pedro Sánchez- ha afirmado que pasará a la Historia «por haber exhumado al dictador de un gran monumento como el que construyó en el Valle de los Caídos.» Y también por «reivindicar un pasado luminoso que quedó oscurecido, ensombrecido, del republicanismo, que por desgracia fue sesgado entonces por golpe de Estado y la dictadura franquista.»
El pasado luminoso del republicanismo es, sin duda, el de la quema de iglesias. La única iglesia que ilumina es la que arde y arderéis como en el 36 han sido consignas muy queridas de podemitas y otras heces similares. A Pedro Sánchez no le hace falta quemar iglesias desde La Moncloa. Tiene suficiente con recibir la pleitesía de una jerarquía eclesiástica dócil, remisa a la confrontación con el poder del mundo y bien dispuesta a dar al César lo que es de Dios -por ejemplo, la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos-, siempre y cuando el César subvencione y, aunque sea entre insultos, suelte la mosca. Dame pan y dime tonto es máxima muy apliacada por la jerarquía eclesiástica, tan lejana hoy de aquellos mártires del siglo XX a los que ni siquiera se menciona por su realidad.
Aventurar la posibilidad de pasar a la Historia es signo de una cierta soberbia. Ha habido -qué duda cabe- personajes históricos más o menos nutridos de soberbia. Alejandro Magno pudo ser, con derecho, soberbio, aunque según los historiadores no se mostró como tal. Y pudo tener la legítima soberbia de ser el que más lejos había llegado, el que más conquistas realizó hasta su fecha. Julio César tenía todo el derecho de ser soberbio, y quizá lo fuera frente a sus adversarios políticos. Pero no lo fue con sus legionarios, que le trataban como a un camarada más y se chanceaban de él cuando la ocasión lo propiciaba. Pudo Napoleón Bonaparte ser soberbio, y sin duda lo fue bastante, a caballo de cierta irascibilidad. Pero es que conquistó, sometió y dio forma a una Europa nueva.
Pero Pedro Sánchez es soberbio sin causa. Nada ha hecho fuera de una palabrería hueca, llena de eslóganes pero vacía de ideas; nada ha hecho fuera de la publicidad -especialidad del marxismo- y de la mentira recurrente. Nada ha hecho fuera de legislar sin conocimiento de los aspectos más básicos de ese oficio, y sin prestar oídos a quienes le han advertido de la inconsistencia e incongruencia de las propuestas del Gobierno que preside. Porque Pedro Sánchez y sus ministros -Longanessi dixit- no tienen ideas sino antipatías.
La iluminación republicana de Sánchez es la de una republiquita de charanga, contra la que su partido dio un golpe de Estado -junto al separatismo catalán, y no es mera coincidencia- porque esa republiquita no aceptaba que la mayoría de los votantes diera el triunfo a las derechas. Una republiquita que tenía que ser forzosamente de izquierdas aunque para ello tuviera que asesinar a media España.
Decir que la IIª República española fue una república bananera es faltarle al respeto a las repúblicas bananeras, y Sánchez es el gran resucitador del histrionismo decimonónico de gestos sin sustancia, sin ideas y sin honradez.
Por eso, señor Sánchez, usted no pasará a la Historia sino -si acaso- como simple nota a pie de página de un historiador concienzudo. Usted, señor Sánchez, no pasará a la Historia sino como el gran embaucador que puso a España al borde de la desaparición y que resucitó una guerra civil felizmente superada por décadas de buen gobierno, e infaustamente recuperada por los que no saben gobernar si no es contra alguien.
Usted, señor Sánchez, lleva cinco o seis años haciendo oposición a la oposición. Usted no gobierna, porque si le sacan de la retórica barroca de mitin para tontos no sabe qué hacer. Usted, simplemente, ataca desde el BOE a quien no le cae bien, y mientras despotrica contra la derecha corrupta exime de toda culpa a sus amigos malversadores del separatismo catalán y a los ladrones de su propio partido que se embolsaron el dinero de los parados en Andalucía.
Y en una cosa tiene razón usted, señor Sánchez. Si pasa a la Historia, será como el guerracivilista que exhumó los restos mortales del Generalísimo Franco. Porque usted, su Gobierno, sus ministros, ministras y ministres -acaso también ministris y ministrus- no son nada, no son nadie sin la referencia a Franco. Viven anclados a la guerra civil que perdieron por la sencilla razón de que son ustedes expertos en el cambalache y la política sucia, pero no tienen media bofetada cuando las cosas se les escapan de las manos y se ponen serias.
Por eso, señor Sánchez, si usted pasa a la Historia será, en efecto, como el Presidente del Gobierno del siglo XXI que vivió, gobernó y legisló contra el Generalísimo victorioso del siglo XX, y nos puso de nuevo -esperemos que sólo retóricamente- ante otra guerra civil.