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En De la monarquía a la República presentaba los rasgos básicos de la siguiente hipótesis: Pedro Sánchez, toda la izquierda y los separatistas de cualquier pelambre están empeñados en dar el indulto a los golpistas del 1O de 2017. Si se concede el indulto debe ser Felipe VI quien lo tenga que firmar. De tal manera se pone al rey ante un dilema, con tres opciones: firmar, no firmar o la renuncia momentáneamente (a ejemplo del rey Balduino en abril de 1990). La mayoría de versados en el intríngulis legal señalan que el rey no puede -legalmente- hacer otra cosa que firmar lo que el gobierno le ponga encima de su mesa. Otros, a mi entender en minoría, son de la opinión de que el rey puede escoger legalmente no firmar. En este mismo periódico digital se ha publicado informe favorable a esta última opción y opiniones en uno y otro sentido. A mi entender, muy pocos se plantean la tercera opción: la renuncia temporal. Personalmente me gustaría que el Rey no firmase, incluso aunque legalmente no pudiese oponerse. Sea como fuere lo que me interesa es considerar las posibles consecuencias políticas de cualquiera de las tres opciones.

Mi hipótesis, que aquí desarrollo un poco más ampliamente. Planteo los siguientes considerandos:

Punto A. ¿Cuáles son las pretensiones de la izquierda y los separatistas? En mi opinión. Enterrar el Régimen de 1978 y dar a luz -con los dolores de parto controlados- a un nuevo régimen republicano y confederal.

Punto B. Desde el punto de vista de la organización política-territorial ¿cómo sería esta república confederal? En mi opinión. España dejaría de existir como nación. Podría mantenerse como entidad gestora encabezada por un consejo de gestión, sometido a las directrices y ordenes de los Estados de la Confederación mediante una cámara de representantes de tales Estados. Los estados-nación serían soberanos. Entiendo que los partidos y organizaciones políticas y sindicales de izquierda e independentistas vienen apuntando en esta dirección desde hace un par de décadas como mínimo, ya pública y explícitamente ya de forma soterrada o implícita.

Punto C. Desde el punto de vista político-ideológico ¿cómo sería esta república confederal y sus estados-nación soberanos? En mi opinión. La primera característica sería la misma que el Régimen del 78 y la Constitución que lo sustenta: un régimen masónico. Segunda característica, derivada de la primera: un régimen anticristiano, anticatólico y promotor islámico, como de hecho ya lo es el actual Régimen del 78. Tercera característica: un régimen siervo de las organizaciones, asambleas, clubs y cenáculos globalistas; es decir de izquierda, como lo fue la II República y como, de hecho, ya lo es el Régimen del 78. ¿Cree el actual rey que apuntándose al globalismo -luciendo chapitas en la solapa- va a salvar su puesto para él y su descendencia? Cuarta característica, derivada de la tercera: los estados y el “consejo de administración” confederal establecerían sistemas políticos y económicos siguiendo el modelo chino.

Políticamente, comunismo de partido único, que no significa que haya un único partido. Puede haber dos o más partidos pero ideológicamente todos defienden básicamente lo mismo. Vamos, igual que ocurrió en la II República y ocurre en el Régimen del 78. ¿A caso no sucede esto entre PSOE y PP, por ejemplo? Pero habría un añadido: cualquier organización política, sindical o cultural que defendiese el liberalismo y conservadurismo políticos clásicos, el Tradicionalismo, el catolicismo, el hispanismo o que fuese antiglobalista serían ilegales y sus integrantes y simpatizantes acechados o encarcelados sine die (y sin indulto) e incluso desaparecidos. Esto fue nota característica durante toda la II República. Y ahora ¿a caso PSOE con toda la izquierda e independentistas no intentan ilegalizar a VOX y fundaciones culturales y sociales como la Fundación Francisco Franco? Y ¿qué hace PP? Mirar hacia otro lado y dejar hacer. Es decir, veo que ya estamos andando -de nuevo- por ese camino persecutorio. En cuanto a la Iglesia Católica y demás organizaciones cristianas quedarían fragmentadas en iglesias nacionales -a ejemplo de China o de Inglaterra- al servicio de los intereses de los estados-nación y sus corporaciones. Cualquier católico que públicamente preconizara la antigua unidad de la Iglesia Católica En España, fuese fiel a Roma antes que al estado-nación y defendiese públicamente la fe católica sería -como en la II República- vigilado y acechado.

Desde el punto de vista económico. Esta Confederación y los estados que la formasen desarrollarían una economía de tipo (neo) mercantilista, a ejemplo de China: economía diseñada y controlada por cada Estado que es el que establece un planificación estratégica general y guía las acciones económicas de las compañías-corporaciones productivas y comerciales. Estas compañías-corporaciones, aunque aparentemente privadas, estarían supervisadas por los estados. Los estados subsidiarían y protegerían a “sus” compañías-corporaciones, que compondrían un sistema de monopolios y oligopolios privilegiados. El objetivo de este sistema (neo) mercantilista: la consolidación y fortalecimiento de los estado-nación de la Confederación. La finalidad: el servicio al Nuevo Orden Mundial y sus instituciones políticas y económicas, sociales y culturales.

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Punto D. Desde mi parecer. Llevamos varios años en los cuales vienen arreciando los ataques contra la Institución Monárquica. Estos ataques llegan -no es casualidad- especialmente desde la orilla izquierda y de los independentistas. Precisamente son los sectores políticos que tienen como ideal la II República, que preconizan de nuevo la república y la conversión de las autonomías en Estados soberanos independientes.

El problema de esta cuestión (monarquía-república), a mi parecer, es que el Régimen del 78 unió Institución Monárquica y Dinastía reinante. Consecuencia: si la persona que encabeza y encarna la Dinastía llegase a entrar en crisis, ésta no solo afectaría a esa persona sino que se extendería a la Dinastía y de ahí a la Institución Monárquica. Ésta sería engullida en la vorágine crítica. Llegados a este punto sería fácil que los dos grandes partidos -o sus fantoches de más influencia- acordasen deshacerse de la persona en crisis, de la Dinastía en crisis y la Institución Monárquica. Algunas preguntas al respecto: ¿Irrumpió la crisis de la persona entonces reinante y de la Dinastía, por lo menos, a raíz de que diversos miembros de la actual familia real fueran señalados e incluso imputados en casos de corrupción? ¿La situación crítica se extendió hasta llegar a dejar políticamente “tocada” la persona que -hasta aquel entonces- encarnaba y encabezaba la Dinastía? ¿A raíz de ello, quedó la Dinastía en entredicho? ¿La situación crítica llevó a considerar como salida-solución la abdicación de quien era entones Rey y cabeza de la Dinastía? ¿Todo esto ha llevado a desgastar la Institución Monárquica? Mi respuesta a todas estas preguntas es: “Sí”.

Una prueba de que la situación actual es crítica es enorme respecto a la actual persona reinante, la Dinastía y la Institución Monárquica es que los principales líderes y partidos -especialmente liberales y conservadores- del Régimen del 78 cada “dos por tres” están haciendo declaraciones en defensa, respaldo, apoyo a la “monarquía” (entiéndase, Dinastía). A más referencias y declaraciones en esta línea más se deja en evidencia la crítica situación. En mi opinión estamos en un momento en que rey-dinastía-monarquía se tambalean en tal cuerda floja. De un empujón adecuado -por cualquier lado- caerían junto a toda la “cuerda setentaiochista” que está deshilada por la división social, que está roída por las desigualdades legislativas, sociales y económicas en función del lugar de residencia; que está carbonizada por un sistema impositivo desquiciado y sin límites, que está podrida de corrupción, que llena de chiringuitos que maman de las ubres del Estado desquiciado de tanto político avieso.

Y en este contexto, no por casualidad, el gobierno frente-populista se plantea conceder indulto a los golpistas condenados por el 1O. Se pone así al Rey en un callejón sin salida porque todas las opciones llevan al mismo resultado. ¿Puede ser éste el empujón que haga caer al Rey, a la Dinastía y a la Monarquía, haciendo saltar por los aires los retales del Régimen del 78? Y ¿Cuáles son las opciones? Sencillamente las tres antedichas: firmar, no firmar (aunque esta segunda decisión sea ilegal o legal) o la renuncia momentánea. Como digo, tanto monta que monta tanto las tres opciones, la consecuencia es la misma: la caída del Rey, de la Dinastía y de la Monarquía.

Opción 1): Si Felipe VI no firma el indulto reafirmaría el apoyo de la derecha social. Sin embargo, la Izquierda y los independentistas se le echarían encima: desde los parlamentos a las calles, desatando el terror para exigir la república ya. Y ya sabemos quién controla los “media” y el sistema financiero español e internacional y quien financia el terror por todo occidente (como sucedió con Black Lives Matters): los magnates de la izquierda globalista con sus fundaciones “filantrópicas”.

La masa social y política liberal-conservadora es cobarde. Pediría el fin del  caos al precio que fuese pero sin sangre, sin estragos, todo muy pacífico. Y si el precio a pagar fuese la salida de España del Rey y su familia, nadie movería un dedo para protestar o impedirlo. Es más no me extrañaría que algunos de los actuales políticos de esta derecha pusilánime y cobarde se pusiese al lado de los cabecillas frentepopulistas. En esta situación dudo que hubiese un sólo alto oficial de cualquiera de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que se moviese de la silla de su despacho para impedirlo.

¿Acaso no sucedió así en 1931? ¿Y entre 1975-78? ¿Acaso los españoles -y especialmente la derecha- no aceptaron una ruptura con el Régimen de Franco disfrazada de Reforma con tal de que todo fuese “paz, amor y rock and roll”? Cualquier cosa con tal de que haya “buen rollito”, dice siempre la derecha pusilánime y cobarde.

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Opción 2): Si Felipe VI firma el indulto perdería el apoyo de la derecha social como mínimo, la pusilánime derecha política se pondría de perfil, a ver qué pasa. Pero tengo claro que desde la derecha social ya nadie estaría dispuesto a dar la cara por Felipe VI y defenderle. La masa social liberal y conservadora se desentenderían del Rey, de la Dinastía y de la Monarquía. Pero el Rey ¿mantendría o recuperaría el apoyo de la Izquierda? Tengo para mí que no. El rey se encontraría sólo. Y no me cabe duda que esta situación sería aprovechada desde la orilla frentepopulista para instigar a la algarada desde los parlamentos a las calles, pidiendo la república. En este punto la cobarde derechita política se subiría al carro de la algarada republicana. En esta situación, de igual manera dudo que hubiese un sólo alto oficial de cualquiera de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que se moviese de la silla de su despacho dispuesto a lo que fuere menester para apoyar a rey.

Opción 3) El rey podría tomar como ejemplo a Balduino rey de los belgas y renunciar temporalmente. Si tomase esta opción ¿alguien piensa que pudiese volver a tomar el ejercicio como si nada hubiese pasado? ¿alguien piensa que la izquierda y los independentistas se lo permitirían? ¿alguien piensa que la izquierda y los independentistas no aprovecharían el vacío momentáneo en la jefatura del Estado para proclamar la república por la que tanto suspiran? En ese punto, ¿alguien piensa que la timorata derechita movería un dedo para la restauración real? Y, llegados aquí, ¿alguien piensa que habría algún alto oficial de cualquiera de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que se moviese de la silla de su despacho dispuesto a lo que fuere menester para restaurar al Rey?

Por lo tanto, cualquiera de las tres opciones lleva al mismo resultado: “los sucesos de estos días revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo. Mi conciencia me dice que ese desvío no será definitivo, porque procuré siempre servir a España (…)  Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten (…)  suspendo deliberadamente el ejercicio del Poder Real y me aparto de España”.

Conclusión, el indulto es una trampa preparada para que Felipe VI -haga lo que haga- quede enredado en ella y las sabandijas puedan abalanzarse sobre el Rey y su Dinastía y sobre la Monarquía.

Pienso que algo habrá que hacer para impedir que el Felipe VI caiga en la trampa del indulto y que arrastre con ello a su Dinastía y a la Monarquía. Esto es lo más importante: que la Institución Monárquica quede a salvo. Porque a lo largo de nuestra historia ha habido diversas dinastías. Sus Cabezas han reinado con más o menos poderes o con ninguno. Han reinado independientes o sometidos a familias, clanes o secta. Han reinado con mejor o peor tino. Y unas dinastías se han sucedido a otras. Pero la Institución Monárquica siempre quedaba a salvo.

Hoy, si Felipe VI y su Dinastía cayesen habría solución siempre y cuando la Institución Monárquica quedase a salvo. Porque hay otra Dinastía y hay otro Rey. En nuestra historia sólo hay dos períodos en los cuales la crisis real y dinástica ha arrastrado a la Institución Monárquica: la I y II República. Dos tiempos verdaderamente oscuros, de los más tenebrosos de nuestra historia. Pero hoy -como ayer- mucho me temo que cuando se quiera hacer algo para impedir que Felipe VI caiga en la trampa de los indultos pudiera ser demasiado tarde.

Autor

Antonio R. Peña
Antonio R. Peña
Antonio Ramón Peña es católico y español. Además es doctor en Historia Moderna y Contemporánea y archivero. Colaborador en diversos medios de comunicación como Infocatolica, Infovaticana, Somatemps. Ha colaborado con la Real Academia de la Historia en el Diccionario Biográfico Español. A parte de sus artículos científicos y de opinión, algunos de sus libros publicados son De Roma a Gotia: los orígenes de España, De Austrias a Borbones, Japón a la luz de la evangelización. Actualmente trabaja como profesor de instituto.