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El delito (absurdo y atroz, eso sí) es no llevar bozal si no tienes enfermedades respiratorias. En cualquier lugar civilizado, con la presunción de inocencia legitimada, todo el que no llevara bozal no sería un presunto delincuente sino un enfermo respiratorio. Pero en Espena… ¡ay! el espenol… ese animal cargado de odio y animadversión hacia el prójimo, actualmente santificados por el Gobierno comunista que habilita todas las maldades sobre la tierra contra el ser humano honrado y trabajador; todas las prohibiciones posibles, todos los crímenes imaginables… ¿cómo no va a estar más henchido que nunca el espenol psicópata, si ahora le pagan más y le beatifican por ejercer su psicopatía?
Somos un inmundo país en el que delincuentes de todo pelo son sostenidos por el Estado (entiéndase por los impuestos de los que no delinquimos y estamos sometidos y expoliados)… ¿cómo vamos a imaginar que si alguien no lleva bozal es porque no puede? ¡No! ¡No lo usa porque es un delincuente al infringir la arbitraria y atroz antepenúltima ley estatal (antes de que te des cuenta ya te han calzado otras 2, de ahí “antepenúltima”). Últimamente me estoy negando a enseñar mis justificantes médicos a los 1.001 esbirros y lacayos del sistema que me los piden al día. No me sale de los cojones, así de sencillo. Primero esgrimo que si tengo cara de delincuente o mentiroso. Luego que por qué es tan mal pensado, prepotente y vil ante mí. Y ya, para terminar, que si me cree tan gilipollas como para arriesgarme a un multón y ser hasta detenido y hasta apaleado… por no ponerme el puto bozal que lleva todo el mundo. ¿Por qué en lugar de ayudarme, como enfermo que soy, me atacan? Por lo que he comentado en otros artículos: la cobardía más común del ser humano es intentar cebarse con el débil, con la oveja negra. Pero, en esta ocasión, para una vez que la injusta ley está de parte del débil… la verdad es que me lo estoy pasando muy bien (pese a la frustración, el agotamiento mental, la desazón y el cabreo que me causan). A veces les vacilo, a veces les sigo el juego, a veces acelero el paso y tienen que ir tras de mí, a veces me río en su cara, a veces les insulto si se muestran agresivos (y les amenazo, todos tenemos un límite), a veces les doy una pequeña lección de Derecho, a veces de medicina, ética y moral y etc. Y si tengo tiempo y ganas, les obligo a que se lean los 5 folios de informes que tengo. “¡Ahora te jodes y lo lees, que es lo que te exige esa ley que dices querer cumplir!” Y cuando no me piden el DNI, que ha sido siempre salvo una vez: “Y no me pides el DNI? ¿Cómo sabes que estos papeles son míos? ¿No te da vergüenza hacer tan mal un trabajo tan simple?¿No confías en mi palabra y te tragas las de unos papeles?” Hoy a una esbirra la he dicho que me ha infectado los papeles con sus manos sin guantes. Me ha espetado que “ya no son obligatorios” “¿Lo ves? ¿ves la mentira de toda esta paranoia a la que sirves? –la he gritado entre risas y cabreo – ¿por qué ya no es obligatorio llevar guantes? ¿ya no es la misma enfermedad o qué? ¡piensa cojones, piensa! igual así prosperas un día en la vida, coño”.Me divierto con ellos y por supuesto ellas, que son peores que ellos, MUCHO PEORES, porque de momento no pueden detenerme como hacen –es un ejemplo entre 1.001 reales y actuales – con los falsos maltratadores de mujeres. ¿Hasta cuándo durará esto, es decir, hasta cuando primero no me hostiarán y detendrán, y transcurridos 3 días de calabozo me pedirán los informes médicos…? Todo se andará. Pero, de momento, como grita Papillón al final de su odisea de presidiario, y tras su última y audaz fuga (ya de anciano): “¡Hey you, bastards! I am still here!” (¡Hey!, cabrones… ¡sigo aquí!). Esto es en la buenísima peli con Steve McQueen y Dustin Hoffman. El libro no lo acabé, me pareció un coñazo.
Recuerdo una fiesta de Derecho de la UCM celebrada en un disco-pub de Madrid hace 25 años. La entrada incluía barra libre de birra y 2 copas. Fui a la barra con la idea de pedir birra hasta para lavarme las manos… y me dice un camarero que ya no hay birra, que sólo era un barril, no barra libre. Encima se me puso chulo el idota al recordarle que no era eso lo que ponía el cartel… teniendo yo la razón y siendo estudiante de Derecho… le vacilé a mi antojo (sabiéndome con la razón, pero sin cebarme mucho –que igual es demasiado para según quien –) y pedí ver al encargado. Me dijeron que les acompañase arriba, a un despacho. Cogí un tercio vacío y me lo guardé a escondidas en el bolsillo del vaquero y subí con ellos. Nunca he sido gilipollas para estas cosas de las palizas que te pueden dar. Hablé con el encargado en un lujoso despacho y entendió mi reclamación. Le obligué a que bajara a ver el cartel promocional de la fiesta, sito en la puerta. Efectivamente, ponía lo que yo decía, no el camarero. Fue a la barra y ordenó, con mucha autoridad, que “a este caballero le ponéis las cervezas que quiera toda la noche”. Tuve que matizarle: “De la marca que me dé la gana y de botella –pues no pone marca ni si es de barril o botella en el cartel, y no sólo para mí, sino para los 2 amigos y las 2 amigas con los que vengo”. Aceptó, por supuesto. Y le añadí: “Y ya veremos cómo va toda la fiesta, la música y tal, que si algo no me cuadra les digo a todos que ejerzan su derecho de la barra libre de birra y te arruino el negocio”. Y no hubo mayor problema. ¡La ley estaba de mi parte! FALTARÍA MÁS QUE NOS SODOMICEN HASTA EN ESTOS CASOS.
Eso sí, mis amigos me decían que no la liara y acatara lo de no tener las birras que habíamos pagado con la entrada… pero bien que se beneficiaron de mi protesta. Los 2 hombres son actualmente enemigos míos, ambos muy forrados de pasta, en buena parte pública. Normal: la gente sin cojones, los pusilánimes, son luego los que se benefician del corrupto sistema pues son lamepollas y embaucadores profesionales. A estos 2 ya les daré caña públicamente denunciando sus corrupciones y los atroces secretos personales de innumerables infidelidades a sus mujeres que comenten por sistema, ya que son inmorales, depravados y sátrapas a tope. De momento, que sigan robando tan afablemente y torturando a sus esposas e hijos, que sigan engordando la madeja de mierda que es su vida, ovillo con el que luego jugaré yo a mi antojo, como buen gato que soy (apodo de madrileño, ya sabéis).
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