Ucrania, o la guerra de Gila. Por Pablo Gasco de la Rocha

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Según dicen, todavía es posible la guerra con Rusia, y ahí andan mareando y ocupando portadas con el asunto, y no hay cadena televisión o emisora de radio que no tenga la inminente guerra en prime time. Bueno, pues que sigan, que bien saben que de esta forma no se habla de las cosas importantes.

De todos modos, Rusia, y sobre todo China, siempre están a dos pasos por delante de EE.UU., aparte de que estas dos potencias prefieren lo que ya se ha popularizado a nivel geopolítico como ataques “híbridos” y limitados, en los que es más fácil controlar los daños y sacar ventajas. Por lo que respecta a la Unión Europea, decir que no pinta gran cosa, y que si manda tropas al escenario lo hace a la retaguardia del poderoso ejército norteamericano, porque lo suyo es más el mercadeo como viene demostrando Francia desde el principio de la crisis.

Respecto a la aportación de España como cooperadora de la OTAN, decir que salvo por esa servidumbre, es imposible presenta una actitud más humillante: impedir a Rusia anexionarse Ucrania y seguir permitiendo lo que ocurre a diario en las aguas jurisdiccionales de España en la zona del Peñón, así como seguir dando largas al Moro cada vez que este espécimen dice o hace respecto a nuestra soberanía sobre Ceuta y Melilla. Aparte del peligro de fragmentación que existe en España. De cualquier forma hay que alegrarse de que nuestra Armada sirva para algo más que para traernos inmigrantes rescatados de todos los océanos del mundo. Aunque no podamos descartar que al socaire del conflicto no nos traiga a varios cientos de ucranianos, más que nada porque somos un país que ama la paz y cree en la solidaridad internacional, según se ha hartado de repetir el Gobierno, como si el resto de los países de la UE no tuvieran los mismos principios.

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Confiemos en que las cosas trascurran por el camino de la cordura, que se tenga en cuenta que Ucrania es el corazón de Rusia y que a nadie se le dispare un tiro.