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Mateo 7, 15-20: Por sus frutos los conoceréis … Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego.
Los indultos en el BOE
Se ha consumado otra gravísima y descarada traición a La Patria.
Los indultos que ha firmado Felipe VI son, por lo público, palmario y trascendente de sus consecuencias, la mayor traición que se ha consumado en nuestros días.
Para empezar, los delitos juzgados y sentenciados, formalmente de sedición, aunque en todo el mundo serían de rebelión o traición, no son delitos cualesquiera. Atentaron contra todos nosotros como españoles y contra España como nación. Recordemos que en 2017 los ahora indultados impulsaron la proclamación de la república catalana, aunque luego se suspendiera tal aberración. Tengamos presente también que no hay arrepentimiento y se anuncia públicamente la reiteración. También que el Tribunal Supremo se opuso a su concesión.
Estamos pues ante la cooperación del Gobierno y de la Jefatura del Estado, como cómplices necesarios, en el anunciado asesinato de España, nación milenaria y el estado moderno más antiguo. Ante un acto ilegítimo e ilegal contra todo fundamento y lógica, pues los garantes de la unidad de La Patria, ya que “los poderes públicos están sujetos a la Constitución (CE) y al resto del ordenamiento jurídico” (Título Preliminar, Artº. 9) y deben “guardar y hacer guardar la Constitución” (Artº. 61). Incluimos en la complicidad a las Fuerzas Armadas, las cuales “tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional (Artº. 8 del mismo Título Preliminar), y cuyo Ministerio condecoró al presidente de la CEOE apenas un día antes de que apoyara los indultos con la Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco.
1969: Juan Carlos jura, de rodillas y ante los evangelios, la Constitución (Leyes Fundamentales)
El indulto real según el “dictamen Mario Conde” (y otros).
Los indultos son un acto ilegal porque la “prerrogativa de gracia” en España, y en el resto del Mundo en general (Inglaterra, Noruega, Marruecos, etc), corresponden al Jefe del Estado. Mario Conde, que fue el número uno de su promoción de abogados del estado y la nota más alta alcanzada hasta entonces, así lo afirma, como también el Magistrado del Supremo Antonio Salas Carceller.
Según Conde, el Rey es el verdadero titular del Derecho de Gracia (Artículos 62 -apartado “i”- y 102 -apartado “3”- de la Constitución), aunque con los trámites previos del informe del tribunal sentenciador y el acuerdo del Consejo de Ministros. Felipe VI, quien como rey tiene el derecho de “ser informado de los asuntos de Estado” (Artículo 62 CE, apartado “g”), tiene derecho a estos efectos a “presidir las sesiones del Consejo de Ministros, si lo estima oportuno”, previa petición al mismo. Al presidirlo podría haber expuesto su parecer como Rey de España, quedando reflejado el mismo en el acta correspondiente, con independencia de que el Consejo lo asumiese o nó. Pues bién, no lo hizo y se limitó, aparentemente y en este tan importantísimo asunto de Estado, a “expedir el decreto acordado en el Consejo de Ministros”, asumiendo la correspondiente responsabilidad.
De poco le valió su monarquismo a Carrero
Otras responsabilidades de la actual Monarquía Borbónica
El día que asesinaron al Presidente del Gobierno Carrero Blanco yo fui destinado al Sáhara. Ambos acontecimientos me marcaron y he procurado profundizar en ellos.
¿A quién benefició aquel magnicidio? ¿Cui prodest?, ¿cui bono? Todo parece indicar que a camarillas y oscuras fuerzas españolas, además de a quienes muy probablemente los indujeron (e hicieron por actores intermedios), como en el caso de Cánovas al menos, a los seculares enemigos de España y a lo que hoy blandamente se denomina Nuevo Orden Mundial (NOM). Concretamente, el Príncipe Juan Carlos, en funciones de Jefe del Estado durante la enfermedad terminal de Franco, quien en su último Consejo de Ministros declaró la guerra al agresor/provocador Marruecos, con el monárquico Carrero vivo no habría podido cometer la traición de entregar la provincia del Sáhara Español contraviniendo nuestros intereses y las legalidades española e internacional. Conviene recordar su primer gran borboneo públicamente conocido: tras proclamar públicamente a las tropas en Aaiún que se mantendría el honor del Ejército y los compromisos internacionales, motejándose de ser él el primer soldado de España, en privado ordenó a los coroneles jefes de unidad “que tuvieran a la gente sujeta, que nadie se fuera a desmandar, porque el Territorio se iba a entregar, prometiendo a todos el ascenso a general”.
El Príncipe y el Coronel del Tercio en Aaiún (1975)
De aquel “pecado original de la democracia” sufrimos ahora la clara e inminente amenaza a Canarias, Ceuta, Melilla y Peñones, entre otras agresiones (aguas, pesca, agricultura, droga, inmigración, inseguridad/terrorismo, etc).
Tampoco con Carrero como Presidente de Gobierno hubiera sacado adelante Juan Carlos la amnistía de 1977 a los criminales terroristas (ley 46/1977); siete días antes de la aprobación de la ley, ETA había asesinado al Presidente de la Diputación de Vizcaya y a su escolta. Otros fueron indultados incluso sin haber sido juzgados (indulto es el perdón de la pena y la amnistía el olvido del delito). Muchos fueron expratriados en aviones militares y con suculentos socorros monetarios (de 200.000 a 2.000.000 de pesetas -según las fuentes- a cada uno). Algunos de los extrañados aparecieron pronto en España. Rápidamente cayó sobre España la tormenta de sangre de los años de plomo (¿2.000 asesinatos según Alfonso Sastre?).
Etarras expatriados en Bruxelas (1977)
Ni, por supuesto, Carrero hubiera permitido la Constitución del 78, al menos con las “nacionalidades” y el “ateísmo” que la envenenan. Otros letales pecados originales. En todo caso no tan pronto y tan fácilmente.
Juan Carlos, que había jurado pública y solemnemente dos veces las Leyes Fundamentales, auténtica Constitución, (además de La Bandera), constatamos que los transgredió olímpicamente.
Alguien podría objetar que eso lo hizo antes de aprobarse la Constitución de 1978, que limitó sus poderes, pero en la memoria de todos los que no quieren cerrarse los ojos está que en 1981 fue él quien impulsó el “23-F”, con sus leales (Miláns del Boch, Armada, Cortina, Alonso Manglano y Gutiérrez Mellado), y a la voz de “a mí me lo dais hecho”. Es decir, que cuando quiso actuar e influir lo hizo y mucho.
Y algo similar puede decirse de Felipe VI, no solo cuando quiere dejar constancia de su laicismo o proximidad a las corrientes LGTB, pues en octubre de 2017 sí hizo un mínimo amago de responsabilidad y defensa de la unidad nacional en su discurso.
Pero se quedó en eso y después hemos visto que firmó la profanación del Valle de los Caídos y de la sepultura de Franco contra todo derecho nacional e internacional, y más recientemente las aberrantes vulneraciones de los derechos fundamentales que ha acarreado y acarrea la “plandemia”.
No comparto con los que no quieren ver los errores y el peligro la defensa a ultranza de “reyes desnudos” (o algo peor) que nos llevan a la destrucción individual y como nación, caso de muchos miembros de VOX. Todos se desautorizan y desacreditan radicalmente, además de hacer un flaco favor a una Monarquía ya a punto de hundirse. Una cosa es que se grite, si así se desea, ¡Viva la Monarquía!, y otra muy distinta que se no se quiera ver las gravísimas acciones de nuestros recientes reyes. E, incluso, habría que recordar que la monarquía liberal borbónica ha sido durante siglos el azote de España.
Salvo que, por alguna oscura razón, se esté de acuerdo con los hechos que nos llevan a nuestra destrucción. Porque obras son amores y los malos frutos son propios de árboles malos.
Por eso siempre he alabado la “libertad de expresión” de aquellos que ante los obligados “brindis por el rey” se vuelven abstemios temporales o enmudecen.
En todo caso, España ha cruzado hace mucho el punto de no retorno de su aniquilamiento, tan buscado por nuestros enemigos seculares, hoy nominalmente nuestros aliados (los que apoyan descaradamente a Puigdemont, Israel incluida, y los que disimulan), a los que se ha unido hasta las Curias vaticana y española, y de lo que dejan constancia casi todos los medios de comunicación mundialistas. Y también de nuestros peligrosos enemigos internos y la “carne de cañón” mansamente obediente a los de dentro y los de fuera.
Ha llegado claramente el momento de estar en lucha a muerte con los árboles que dan frutos buenos contra los que los dan malos, pues literalmente nos jugamos nuestra vida y la existencia de La Patria, contra a los enemigos de España por muy supuestos y teóricos ropajes que lleven. Repito, a muerte.
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