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Esta semana Ione Belarra ha asumido el cargo de Secretaría General que en Podemos ostentaba, desde su fundación, Pablo Iglesias, quien decidió “esperar en el baño” a sus compañeras de partido en la última Asamblea Ciudadana del mismo, a la que no acudió porque, quizás, estaba rematando un par de series pendientes u organizando los nuevos proyectos del Grupo de Puebla junto a Zapatero. ¿Qué será, entonces, del partido político rebautizado como Unidas Podemos? Belarra, que rima con etarra, lo tiene claro: Podemos, sin coleta ni moño, se soltará la melena para oler a hembra. El nuevo hedor del “cambio”.

Dicen que las bisoñas generaciones son “las mejor preparadas”. No será por traducir al español La guerra de las Galias de Julio César; en todo caso será por escribir libros sobre La guerra de las Galaxias, como hizo un profesor universitario ex-podemita —uno de tantos vilmente purgados— para acreditar su altura intelectual. De Irene Montero ya sabemos que ha sido estudiante de Psicología, cajera de supermercado, pareja de Iglesias y Ministra, en fulgurante ascensión. Isa Serra, además de hermana de una escritora de sesudos tratados feministas, Clara, sabemos que estudió Filosofía, como Salvador Illa, y que ha sido condenada por “delitos de atentado contra la autoridad, lesiones y daños”. Rita Maestre además de, en palabras de Iglesias, “levantar miradas lujuriosas” —las de Errejón, al parecer—, estudió en Políticas y es conocida por irrumpir en una capilla como Afrodita, novia de Mazinger Zeta, al grito de “¡pechos fuera!”. De Tania Sánchez… Bueno, nadie se acuerda de ella porque la dejaron sepultada tras una columna en el Congreso de los Diputados. La propia Belarra es psicóloga y compañera de clase de Montero, y como ella ha acabado de Ministra. Casualidades. Por último, Lilith Verstrynge, hija de Jorge Verstrynge, profesor en la Facultad donde Lilith sacó su grado, ha sido Eurodiputada de Podemos y ahora ostentará el cargo que hasta hace poco pertenecía al portento Belarra.

Entre todas han debido de terminar un libro en su vida. Si no me creen, escuchen el español empleado en cualquier discurso de una de estas desgarramantas, aunque quizás la sugerencia no sea la mejor a tenor del soporífero hálito con el que Lilith Verstrynge invitaba a traer una “España republicana” hace apenas unos días. Dicen que después de escucharlo arrellanado en Zarzuela, el rey fue corriendo a pedir una frazada para mejor ovillarse en una esquina. La supuesta generación mejor preparada de Podemos, y también de España, tiene “titulitis aguda” y muy poca resiliencia, a pesar de lo que les gusta usar el palabro. Son blandos, como Platero, y también un poco burros si se les pregunta por geografía o por historia. Exigen, como ha hecho un mostrenco —atendiendo a sus declaraciones— suelto en el estudio de una celebérrima radio, que se les imparta “más educación sentimental” en vez de “cosas tan inútiles como las matemáticas”. Son, como se ha dicho, una “Generación de Cristal” con la piel muy fina a la hora de encajar en el sitio y las garras muy largas cuando toca hincar en el prójimo. Necesitan que el resto del mundo confirme sus pequeñas identidades enlatadas y de diseño. Carecen de valores universales y su cinismo nihilista sólo encubre sus numerosas faltas intelectuales y sus onerosas taras sentimentales. Su miseria moral es la propia de un ansioso consumista siervo de sus múltiples adicciones. No tienen héroes y solo pueden admirar a las víctimas, como los cobardes. Tampoco valen de esclavos, aunque esa sea su moral, porque ni servirse a sí mismos saben. Etcétera.

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Las multitudes progresistas están entusiasmadas con este Podemos con eau de parfum de hedor a hembra. Yolanda Díaz, que no puede ser podemita porque es comunista, se postula como posible próxima candidata a la Presidencia, a pesar de haber retirado esta semana tres másteres falsos que constaban en su currículum. Un idiota, chavista para más señas, me dijo hace tiempo que “el problema del comunismo es que mataron a Rosa Luxemburgo y nunca lo pudo dirigir una mujer”. Estará contento, ya tenemos de vuelta a La Pasionaria.

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Guillermo Mas Arellano