22/11/2024 05:54
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El motivo de esta colaboración es el caso de Silvia Gil, que dirigirá una Comandancia de la Guardia Civil (Teruel). El nombramiento se produce solo 10 meses después de que María Gámez fuera nombrada directora general de la Guardia Civil. En cuyo acto se declaró “feminista” y apostó por un incremento de mujeres en el Cuerpo.

No sé si es delito citar lo primero que se viene a la cabeza, la frase de aquel “facha” que fue Benito Mussolini, que a mí entender es perfecta para lo que voy a comentar… “Los hombres tienen que ser valientes, como las mujeres femeninas”. Ahí queda eso, que no es poco, y tiene enjundia.

    Para empezar digamos que no todo lo que se normaliza tiene sentido de razón. Lo sabemos de sobra, y es advertencia para tener siempre presente el sentido común contra la confusión. La experiencia, se dice, es la madre de la ciencia. Esto es, lo que a través del tiempo vamos aprendiendo como lo justo, lo razonable, lo que da sentido a las cosas. El desorden es contravenir esa razón hasta llegar a confeccionar un orden social extraño e inconexo, desorientado, inexplicable y desconocido. Un mundo más en consonancia con el mundo de las pesadillas.

    No voy a adentrarme en el aspecto de la eficacia, tan importante en los Cuerpos y Fuerzas de la Seguridad del Estado, y no digamos nada en el caso de las Fuerzas Armadas. Ni en el aumento de recursos económicos que se han necesitado para acondicionar dependencias a fin de separar determinados servicios para hombres y mujeres. Ni siquiera en la conflictividad que puede suponer hacer convivir, sobre todo en los acuartelamientos y buques a hombres y mujeres, porque bien es cierto, y se nos advierte, que “el espíritu a la verdad está pronto, pero la carne es flaca”. Además del viejo adagio, popular y sabio… “El hombre es fuego, la mujer estopa; viene el Diablo y sopla”. Consideraciones éstas, que al igual que la frase de Mussolini, podrían ser constitutivas de vete a saber qué delito.  

    Pasó por alto, ¡qué ya es pasar!, estas consideraciones que dejó a la consideración de los profesionales, siendo además, que muchos de ellos han animado a sus hijas a ingresar en la Policía, Guardia Civil y Fuerzas Armadas “porque era una profesión segura y bien pagada”. Lo que constata la pérdida del espíritu que en dichas actividades se ha requerido siempre. Lo dejó, digo, y me centro en el binomio belleza-actividad.

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   ¿Se han dado cuenta de que las mujeres en los Cuerpos y Fuerzas de la Seguridad del Estado y en las Fuerzas Armada no son guapas ni femeninas, en el mejor de los casos, resultonas? ¿Qué ocurre, pues?

    Las facciones de la cara se les endurecen por la tensión del oficio y de las actitudes que el oficio requiere. Los cuerpos se les cargan por las impedimentas que necesitan portar. Las piernas pierden las formas de la mujer por las manchas y las caminatas a las que están obligadas en función de su actividad. Y los brazos se les arquean como consecuencia de tener  que dejar espacio para el arma de portan en el cinto. Conclusión, que cuando en alguna boda visten de mujeres, lo que vemos entrar es un caballo percherón. Y eso que prescindo comentar de cómo terminan hablando muchas de ellas.

    Debería hacernos pensar que mientras las mujeres españolas eligen cada vez más formar como miembr(a)s en los Cuerpos y Fuerzas de la Seguridad del Estado y en las Fuerzas Armadas, cada vez más varones españoles prefieran los fogones y las cocinas, y ardan en deseos de colocar la hojita de perejil en la confección de cualquier plato. Digo yo que habrá que explicarlo.  

    Ya lo he dicho en otra ocasión… ¡Qué guapas, femeninas y encantadoras eran TODAS las enfermeras militares de otros tiempos! Y con cuanto educación y agradecimiento se las trataba.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha
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