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Se ha hablado mucho de cómo sería el discurso del rey Felipe VI, incluso de presuntas negociaciones entre Zarzuela y Moncloa. Alguien esperaba que se diera respuesta a las fechorías del emérito. ¿Qué respuesta? ¿Condenarlas? Eso ya se hizo con la postura que adoptó el rey Felipe VI, en su momento, al renunciar a la herencia de su padre. El emérito ya está alejado de la institución que representó y su familia rota, como la de tantos ministros y diputados de las actuales Cortes. “¡Qué país van a organizar unos parásitos así que ni siquiera han sabido sujetar un matrimonio, una convivencia en pareja o una unión barragana!”, decía un expresidente del Gobierno español.

Mucho se especulaba sobre si hablaría de las tropelías del emérito, pero no sería ético hablar de don Juan Carlos y no hacerlo de todos los delitos que acompañan a cada partido político. Tal vez así se les terminarían las tonterías que acompañan a esos cuatro ‘mataos’ que siempre van a piñón fijo y desconocen la esencia de la democracia. Todos tienen su ración de latrocinio, corrupción y mentiras, incluso de terrorismo y prostitución. No se puede ir de mártires cuando lo que pone en su frente es: sinvergüenzas.

A ver si, de una vez por todas, el pueblo lee la cartilla a estos políticos de medio mandil que sueñan con hacerse con el poder para no soltarlo jamás; algo que en España no conseguirán porque antes se les llevará la tormenta por delante. Personajes como el violador Morales, el narcodictador Maduro, los chantajistas hermanos Castro y otros como Chávez, Correa, Ortega, Pérez, Arce Catacora no son más que muñecos de paja que en España hubieran salido con el rabo entre las piernas. Y en ese grupo de ‘raritos’ entran los falsos líderes podemitas que, llegado el caso, saldrían más deprisa y olvidando a quienes los han aupado.

Acabamos de leer en un medio una reflexión muy acertada y precisa respecto a la ingenuidad de Pablo Iglesias, incidiendo en que en la cena de Navidad se hablaría de monarquía o república. Nunca la estupidez había alcanzado el grado de atrevimiento, como ahora.  “Lo único que preocupa al pueblo español es que haya ratas que se atrevan a corretear por la cubierta de este barco que es la monarquía parlamentaria, la misma que siempre nos ha llevado a puerto seguro; no es ético que estos roedores bubónicos se empeñen en hundir esta nave tan segura que lleva años soportando furibundas tempestades debido al pirateo de venenosos personajes”

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El pueblo ya los conoce: no saben gestionar; echan la culpa de cuanto hacen mal al maestro armero; se creen preparados sin estarlo; son portadores de un mecanismo de compensación que se traduce en que muestran lo que no son ni pueden ser. Son incapaces de entender que tiene más peso el discurso del rey, Felipe VI, una vez al año que las bravuconadas de tanto gandul durante todo el año.

No tengo dudas respecto a que a Moncloa le gustaría más que diese el mensaje navideño el escracheado de Galapagar, antes escracheador del “jarabe democrático”; sería una forma de lavarse las manos y seguir echando la culpa a otros que, en este caso, sería Unidas Podemos. Menudo clavo nos ha enciscado la tropa socialista; es decir, sus votantes. Pedro Sánchez sigue mirando al rey Felipe VI con una envidia indisimulada que se nota en sus ojos de codicia: para un narcisista es insoportable que el pueblo admire, aplauda y se entusiasme con su rey, mientras al presidente del Gobierno le tacha (tachamos) de mentiroso, corrupto, malversador, incompetente, mamarracho y traidor.

España tiene un grave problema, y con ella todos los ciudadanos: se llama Pedro Sánchez. A este elemento ineficaz debería defenestrarlo el pueblo por cometer perjurio. Ha jurado en falso contra el rey. La fidelidad jurada y la promesa que hizo cuando accedió al cargo se la ha pasado por Dios sabe dónde. Piensen que, si no atenta contra el rey, ganas no le faltan. Recuerden que atentar también es hacerle la cama u organizar una traición calculada; un atentado no es sólo como hacía la banda asesina, ETA, fiel amiga y coaligada con el socialismo. Si alguien piensa que esa infidelidad no le va a afectar a Sánchez, se equivoca de largo.

Pedro ‘Fraude’ Sánchez no quiere ser rey. Él anhela ser caudillo. No sabe lo que significa, pero le han dicho que mandaba mucho, siempre y en todo. Con sorna se suele decir que “En un sistema parlamentario, la diferencia entre un rey y un presidente de república es que el segundo dispone de un periodo corto para enriquecerse mientras que un rey se lo puede tomar con más calma”. No dudo que en la cena de Unidas Podemos y en las del PSOE se habrá hablado de monarquía o ‘republiqueta’, pero en el 97% de domicilios españoles se pasa de ese tema. Tuvimos dos repúblicas y fueron un fracaso pleno, absoluto e incendiario. Recuerden que ese plebiscito únicamente interesa al 3% de los españoles, según el CIS.

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Peor aún son las repúblicas presidencialistas, al estilo de casi todas las americanas. El presidente, elegido por votación popular, a menudo no tiene apoyo parlamentario y busca las fórmulas para someter al pueblo con amenazas, encarcelamientos, represión, violaciones, expropiaciones y prisión al disidente. Pueden servirnos como ejemplos: el violador, Evo Morales, y el narcodictador, Nicolas Maduro.

Si bien la preocupación por monarquía o república no existe, sí preocupan esos millones de muertos de la pandemia por negligencia gubernamental; las colas del hambre y la caída del PIB; las colas del paro; los miles de familias que no reciben el Ingreso Mínimo Vital; preocupa también que no hayan devuelto los 860.000.000 de euros de los ERE andaluces; los 30.000.000 de la Gürtel y tantos otros escándalos de los que se van de rositas los ladrones. Preocupan igualmente los miles de camioneros atrapados; los miles de negocios que han cerrado; el engaño a los votantes; los fraudes de Podemos; las patrañas de ‘Hundidas’ Podemos y engaños mil al juez García-Castellón y la financiación irregular de los partidos.

Pero voy más allá. Preocupan los miles de denuncias falsas a instancias del retorcido feminismo; el ‘feminazismo’ de mamandurria y sus satélites mantenidos por el erario público; la destrucción de la economía y las estupideces diarias de las “Montero girls”, tanto del Ministerio de Hacienda como del Ministerio de Igual-Da. Preocupa la ineficacia del Parlamento español y de muchos de sus parlamentarios, expertos en el insulto, el odio, el independentismo, el golpismo y el rácano nacionalismo. ¿Y me van a decir que lo que preocupa es el discurso de S.M. el Rey? ¡Están como chotas destetadas! A ver si el problema de todo esto son los progresistas de izquierda y extrema izquierda.

Autor

Jesús Salamanca Alonso