05/10/2024 04:16
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Junto a la crisis sanitaria tenemos una crisis política y una crisis social provocadas por la falta de solvencia, confianza y capacidad de este Gobierno, coaligado con la chusma de Podemos y necesitado de la tropa rufianesca formada por ETA, PNV, ERC y el resto del independentismo, más o menos camuflado. Si a la situación le sumamos el diagnóstico con el que destacados profesionales de la psiquiatría han definido el presidente Sánchez, no de otra forma que de “psicópata peligroso”, no sólo peligra la acción del gobierno, sino la más que probable posibilidad de llegar a una situación dramática.   

El Gobierno se ha sostenido por el encerramiento que ha ocasionado la pandemia china, pero conforme la situación va recuperándose, la agenda del gobierno constituye un factor de hondísima preocupación en todos los órdenes de la vida social de España. Hondísima preocupación que advierte Bruselas: No nos fiamos de ti, no te damos ni un solo euro a menos que lo fiscalicemos nosotros, y además te lo damos para que no se mueran de hambre tus compatriotas y de paso podamos ir a lavarnos el culo en vuestras playas. Da vergüenza, pero así debió ser el final de la negociación. 

Hondísima preocupación que deberíamos advertir en España, siendo que el compromiso sería no dejar que este Gobierno llegase a octubre, y hablarlo a tiempo facilitaría un proceso de transformación imprescindible. A no ser que sigamos en esta modorra, porque como ha dicho Ferrán Caballero en  Morir de rodillas (El Mundo, 2 de julio de 2020): “Lo normal es cada vez más raro y lo habitual viene siendo callar y esperar a que amaine la tormenta. Nos avergüenza defendernos porque desconfiamos de nuestra razón”.

¿Qué sería necesario hacer para conseguir el objetivo que apuntamos? A mi entender dos serían las actuaciones. En primer lugar que actuara la Justicia metiendo en el mismo paquete judicial al Emérito, Pujol & Familia, Chávez, Griñán, alzados de Cataluña e Iglesias. Todos ellos con suficientes causas pendientes de altas condenas. Y en segundo lugar, impedir todo acuerdo de colaboración con ETA-Bildu. Lo que dejaría al Gobierno sin socios.   

Así, una vez caiga este Gobierno y convocadas unas Elecciones Generales, sumar y no restar para conformar un gobierno PP/VOX, haciendo advertir a niño Casado de lo que nos estamos jugando. Un gobierno cuyas tareas más urgentes serían: reordenar en profundidad la organización territorial; derogar la ley del aborto, la del matrimonio homosexual y la de memoria histórica, y prohibir la adopción a homosexuales y lesbianas. Y junto a esto, y muy prioritario:  

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1º. Dar respuesta al futuro de la gente joven: modelo de producción y desarrollo, fiscalidad, gestión del territorio, etcétera.

2º. Repensar el modelo turístico que queremos ofrecer, porque hay que proteger principalmente nuestras costas y no permitir la masificación de nuestras ciudades y pueblos, creando cupos y potenciando una turismo de mayor diversidad que de cualquier forma no puede ser un turismo tirado de precios, que ya hay en el mundo otros lugares.

3º. Potenciar las fuentes de energía renovables en un país de sol y viento, cuidar nuestra diversidad, ecosistema y las emisiones del CO2.

Y a lo apuntado, más lo necesario, una advertencia capital. A saber, que los gobiernos de izquierdas (y aquí la izquierda que ha gobernado ha sido el PSOE) son maestros en gestionar y generar alrededor suyo un entorno de simpatía en múltiples colectivos y movimientos sociales, convenientemente engañados y subvencionados. Que es por lo que les ha enrabietado la creación de un sindicato por parte de VOX, porque la izquierda considera que la gestión sindical, de la que sacan pingües réditos y de la que viven infinidad de vagos, es patrimonio exclusivo histórico de ellos y de su sensibilidad. Ojo entonces con este detalle porque la cuestión no es sólo echarles, sino que no vuelvan a levantarse jamás. 

Y todo esto sin descartar que para muchos esta situación sería sólo un tránsito, porque como bien dijo José Antonio: “El liberalismo tiene su gran época, aquella en que instala que todos los hombres son iguales ante la Ley, conquista de la cual ya no se podrá volver atrás nunca. Pero lograda esta conquista y pasada su gran época, el liberalismo empieza a encontrarse sin nada que hacer y se entretiene en destruirse a sí mismo”.

Y se destruye a sí mismo, porque obvia que toda actividad humana es antes que nada una cuestión moral, en la que debe primar el bien común, no tanto por utilidad como por caridad. 

Cuestión moral la economía, porque en el desarrollo, que es la clave de la cuestión social desde el punto de vista del bien de los pueblos como elemento indispensable para alcanzar el bien común, el factor decisivo debe ser el hombre desde la constatación moral del predominio de la persona sobre las cosas. Así, los dos factores de producción, capital y trabajo, no pueden contraponerse porque están unidos en una misma perspectiva economicista. Que es lo que destruye el sistema liberal mediante el enfrentamiento en la pugna de los intereses contrapuestos. 

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Cuestión moral la justicia, porque es una dimensión fundamental de la vida humana y de la coexistencia de las sociedades y de los pueblos, cuya fuente más profunda es el vínculo de la misericordia que introduce la moral cristiana, moral que combate el sistema liberal, para el cual no existen verdades inmutables, sino decisiones de voluntad. 

Cuestión moral la preservación del medio ambiente, porque la tierra no es una reserva a la que explotar de manera ilimitada, y los problemas relativos a la deforestación, la contaminación del agua y del aire, la erosión del suelo, la desertización, las lluvias ácidas, etcétera, son, antes que nada, el error antropológico del sistema liberal, que no concibe la naturaleza como parte de la creación divina.

Así pues, la democracia liberal conformada por los partidos políticos  como poderosas superestructuras que ahogan la representación real es un derroche de energías, de medios y de palabrería que termina en lo que de sobra sabemos. Un sistema ruinoso que trae consigo la pérdida de la unidad física y espiritual de los pueblos, y que termina aumentando las desigualdades entre la población y dañando el compromiso de generar oportunidades por no tener un sentido moral en sus acciones. Por eso quienes siempre hemos pensado así seguimos teniendo razón, porque la razón cundo se fundamenta en la verdad no se pierde. Y mucho más si la fundamentamos en la Verdad que es Cristo.

Ahora bien, aunque el objetivo y la lucha debe ser liquidar el sistema liberal por las razones que hemos sostenido, se hace imprescindible transitar de paso por él a fin de impedir sus mayores destrozos

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Pablo Gasco de la Rocha