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Me pregunto el por qué se admiten dentro del lenguaje social unos conceptos expresados fuera del ámbito de su significado y admitido en su justo término, con el fin de minimizar la realidad de a quién o a qué se le concede este enmascaramiento de forma perversa por políticos de todas las tendencias y, lo que es peor, por todos los medios de opinión o casi todos, para que ese concepto adulterado se impermeabilice en esta sociedad nuestra de borregos adocenados.

      Me estoy refiriendo en primer lugar al uso que de un tiempo a esta parte y de forma reiterada y falsa a sabiendas se emplea del verbo transitivo «blanquear». Ese concepto intrínseco de adecentamiento de algo. Ese concepto de limpieza del algo. Esa utilización de productos de limpieza, como por ejemplo el cloro y la lejía cuya utilidad es la limpieza de ropas y utensilios es prostituido para nombrar a hechos e individuos que rebozados en sangre como los perros de ETA y sus jefes son nombrados como meros receptores de un blanqueo desde instancias del gobierno y su izquierda guerracivilista. Minimizar los actos, por ejemplo, del criminal Otegi intentándole limpiar «blanqueando» sus hechos atroces por esta chusma es normal. Lo doloroso es que ese lenguaje corrompido haya calado también en la gentuza del otro lado, PP, Ciudadanos y Vox, da igual son todos iguales.

    El perdón es un concepto muy serio. Su significado auténtico nos habla del reconocimiento de algo mal hecho que precisa admitirlo como tal y que requiere una reparación. Ese hecho o acción puede ser consciente o no. Nuestros padres nos enseñaron desde pequeños a pedir perdón y lo que es más difícil, a perdonar, pero este sentido del perdón no es universal y para todos los casos. Este otro concepto también lleva tiempo manipulado cuando se emplea en hechos y actos en los que el perdón está fuera del hecho en cuestión y la reparación exclusivamente y en justicia es el castigo. 

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     Todos estos que nos desgobiernan emplean la palabra perdón con respecto a los etarras como si se trataran de actos leves de patio de colegio. Se les oye decir sin sonrojo: —Es qué no piden perdón…

     No lo piden porque no lo sienten y además ese afianzarse ratificando esos hechos con su silencio les ha salido tan rentable que sin perder un ápice de su esencia criminal están sosteniendo un gobierno sentados en las instituciones del estado y riéndose de casi novecientos muertos y miles de familiares destrozados.

    El criminal Otegi el otro día salió a decir no sé qué de dolor de las víctimas y otras sandeces por el estilo y sus amigos del gobierno y de la izquierda lo valoraron como un paso muy positivo. Seguro que después de esta infamia estos vuelven a sacar el perdón a pasear cuando lo único que debería haber hecho el Estado hace mucho tiempo y con absolutamente todos los terroristas es aplicarles la pena de muerte.

Autor

Alejandro Descalzo
Alejandro Descalzo
Nace en Madrid en 1958. Estudia en Los Escolapios de San Antón. Falangista. Ha publicado 4 libros de relatos. Apasionado del cine y la lectura. Colaborar en este medio lo considera un honor.