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La ley 6/2001 de Universidades proponía como objetivo fundamental la mejora de la calidad del sistema universitario y para ello estableció un mecanismo externo de control de evaluación de a través de la Agencia Nacional de la Evaluación de la Calidad.  Pero en más de veinte años los resultados de dicha Agencia son nulos.

En 2016 la CNMC realizó un informe sobre la competencia entre las universidades, destacando los beneficios, tanto para los alumnos como para la sociedad, de que hubiera competencia entre ellas, concluyendo que  “La competencia ente universidades constituye el mejor mecanismo del que dispone una sociedad para conseguir que presten sus servicios con calidad y eficiencia, asegurando un ajuste eficiente entre oferta y demanda de habilidades y formación en el mercado laboral, e impulsando el crecimiento de la productividad, la innovación y el crecimiento económico”.

En la Web Europa Ranking Universities, se compara todas las universidades y escuelas universitarias de Europa, especialmente dirigida a los estudiantes, a la hora de elegir universidad para los ERASMUS, sitúa a la facultad de medicina de la Universidad Central de Cataluña, en el puesto 5577, siendo la peor facultad de Medicina de Europa.

¿Qué estudiante de medicina europeo, va a querer terminar de formarse en la Universidad Central de Cataluña, sabiendo que es la peor de Europa? ¿Dónde está esa agencia nacional de calidad universitaria, y para qué ha servido? Quizás es que en Cataluña no tiene competencias.

El sistema universitario se ha centrado más en sí mismo que en servir a la sociedad, ha potenciado sus pequeños reinos de taifas con dinero público, construyendo grandes campus universitarios, en los que se pasea mucho y se trabaja poco.

En los últimos años, el creciente descenso de la natalidad ha hecho que las aulas estén cada vez más vacías y los claustros de profesores cada vez más llenos.

La competencia de las diferentes universidades por contratar a los mejores profesores no existe, porque la condición de funcionario se adquiere para una universidad concreta limitando la movilidad y porque, además, las estructuras salariales vienen tasadas y limitadas con muy poco margen de variación entre universidades, y en las universidades de Cataluña y Baleares se exige hablar catalán, lo que reduce mucho más las opciones del profesorado.

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No existe además criterios para la selección de los alumnos, salvo la nota promedio de corte, cosa que no es así en la mayoría de universidades del mundo.

En las universidades americanas a los mejores alumnos, tras las pruebas de admisión, los pueden disputar varias universidades, incluso ofreciéndoles incentivos económicos para fichar por una universidad u otra, ya que los alumnos más brillantes serán profesionales destacados que vincularán siempre su nombre a la universidad que los formó.

 La universidad española está estatizada y burocratizada en su mayoría y además apenas compite para conseguir otros recursos económicos que no sean los del presupuesto del Estado, en función del número de alumnos que tienen matriculados, pero no vinculado a la calidad de la enseñanza que prestan, estando condenadas a figurar siempre en los puestos inferiores de los ranking internacionales de universidades, no atrayendo a estudiantes de otros países, que dieran ese carácter internacional que la universidad española no tiene.

Haría falta la potenciación real de una agencia de calidad universitaria y vincular el presupuesto de cada departamento universitario a criterios de calidad docente, investigadora, empleabilidad posterior de sus graduados, internacionalización, enseñanzas on-line, obtención de recursos externos,  de manera que cada departamento y cada titulación universitaria obtendría sus recursos, vinculándolos a los resultados de esa inspección de calidad, debiendo los funcionarios que trabajan en la misma revalidar con una prueba su condición de funcionario.

Si no hacemos algo pronto con la universidad española, será cierta la frase de George H. Lorimer cuando dijo que “Las universidades no crean tontos, solamente los desarrollan”.

Autor

Salvador Ruso Pacheco
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