22/11/2024 03:00
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A ver, esclavo de «derechas», piensa un poco. No es tan complejo. Ten cuidado con la baba de niño, o baba de tonto,  que has demostrado ser. ¿Tan difícil te resulta admitir que un puto trapo sucio en la boca no impide el «contagio» de virus alguno? Aplicación de la lógica del pastor, tan ausente hoy en zombieland: ningún virus (ni el más grande) va a quedar atrapado jamás entre el filtro de una malla de tejido. No saben mentir.

Las leyes injustas se deben incumplir

¿Para qué llevamos mascarillas, entonces? Curiosa pregunta. Si no protege contra virus alguno, ¿llevamos una mordaza para soltar buena guita a quienes las fabrican? En parte, pero seamos honestos: la mayoría de los bozales usados son de fabricación casera. Hasta conozco amigos que se lo han hecho con bragas o cortinas sucias. ¿Para que el opresor Leviatán recaude algunos eurillos, ahora menos con el IVA cero? No resulta descartable del todo, sin duda, pero esa, camarada, no es la genuina función de nuestra presente operación psicológica militar de falsa bandera.

Entonces, ¿por qué lleva la peña bozal? Si quieres llegar a la finalidad de algo, primero pregúntate por la causas. Aristotélicamente, indaga y explora en las causas material, formal y eficiente. Pero, sobre todo, la causa final. Su propósito último. ¿Por qué llevamos bozales, pues?

Para comenzar, esta pregunta tiene fácil respuesta: porque es obligatorio. O porque tu partido la lleva. O porque lo hacen los «tuyos», y no quieres ser un patito feo. O porque es un «quitamultas». Como comprenderás, yo jamás la llevo ni la llevaré. Lo dicho en tantas ocasiones: las leyes injustas se deben incumplir. Eso sí, vete asumiendo, que la vida se complica un poquito. Laboralmente, date por cadáver, por ejemplo. Pero merece la pena. Duermes con la conciencia limpia sin haberte sometido jamás a tiranía alguna. Y con una amplia sonrisa. De oreja a oreja. Porque esta primera batalla de la actual guerra – experimento – psicológica que nos han montado, ya la gané.

Bozal: saber quién es un esclavo

Prosigamos. Te voy a recordar que obligar a llevar bozal es más viejo que el cagar. Los genocidas del NOM nada inventan, todo ya está inventado, y obligar a cubrir la jeró no resulta en absoluto dato innovador. De hecho, se realizó en varios instantes de la historia más reciente.

¿Te suena la figura del esclavo bozal? Hace cinco siglos, plenitud de los imperios español y portugués, un esclavo bozal poseía la ínfima categoría de las bestias de carga. Tantas veces, menos valor que los bueyes del arado. Los esclavos bozales, todos de raza negra, eran salvajemente explotados en las minas de oro. Y cuando dichos negros bozales se afanaban en la mina eran obligados a utilizar la denominada Máscara de Flandres, una lámina de metal, atravesándole la frente, que se colocaba en la boca con la triple finalidad de diferenciar a los esclavos de los libres, delimitar las clases sociales dentro de la explotación aurífera, y deshumanizar definitivamente al negro. Esta medida se impuso hasta bien avanzado el siglo XIX. La absurdamente añorada España imperial, copartícipe del horror.

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Los pretextos de los cerdos esclavistas: lo hacemos por tu bien

Lo más curioso, y que tantas analogías guarda con la actualidad fue la legitimación oficial. La obligatoriedad de la Máscara de Flandes redundaba en el bien y la salud del esclavo. El negrero de turno argumentaba (es un decir)  que dicho bozal devenía obligatorio para evitar que el trabajador comiera tierra que le produjese una infección gástrica. Otros amos declaraban que con la máscara de  marras se evitaba que el esclavo bebiese aguardiente y se emborrachase en su jornada laboral. Y otros cerdos esclavistas argüían que con dicha máscara evitaban que el esclavo bozal se tragase alguna pepita de oro con la soñadora esperanza de poder defecarla y, poco después, venderla.

Lo cierto es que, como hoy ocurre, nunca importaron los absurdos y arbitrarios pretextos de los negreros (similares en la época a los Ministros de Insalubridad), pues todo el mundo sabía que esa máscara tan solo servía para distinguir a los esclavos de los libres, someter irreversiblemente la voluntad de los primeros, y deshumanizarlos sin punto de retorno para poder optimizar como Dios mandaba sus enjundiosas minas de sangre.

Burka o niqab, vuelta de tuerca

Más reciente. ¿Recuerdas a los tarados talibanes, año 1996? El burka, claro (aunque el nicab/niqab se asemeja más a nuestro criminal asunto). Mujeres afganas enchironadas dentro de una ergástula de tela. Y los falsarios pretextos de siempre, como hoy con nuestro bozal. Que si la salud, que si el bien de las mujeres, que si resguardarse de la arena del desierto, que si protegerse del sol, que si evitar probables ataques de violadores…

Blablabla. Vacua y patibularia fraseología de dementes, en este caso religiosos. Jamás fue una recomendación sanitaria, ni un consejo médico, sino obligación sin sentido impuesta por el poder político. Exactamente igual que nuestros bozales.

Bozales: arrebatarnos el rostro, robarnos el alma

Bozal, grosso modo: quien obligó a semejante aberración sabe lo que se trae entre manos. Tapar el rostro es muy útil para el Poder. Casi todos camuflados.  Y casi todos amordazados. Recuerden. Sumisión psicológica. Control mental. Potentísima técnica de ingeniería social. Potenciación hasta el infinito del miedo y la psicosis de masas. Control social. Y clave, absoluta deshumanización, senda previa hacia el transhumanismo y la posthumanidad.

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Nos despojan de voz, nos sustraen del ínsito ser del rostro, se le amputan su fascinantes e infinitas derivadas. Hasta los ojos, lo único visible, devienen apagados y mortecinos. En una mascarada como la presente, las máscaras óptimas para la función. Reitero, forrar la cara, jugosísimo para el Poder. Si la cara es el espejo del alma, encapuchar la cara significa, si no desalmar, al menos obligar a mostrarse como desalmado. El “otro” es tu enemigo. Sin alma.

Bozales, como el castigo de Sísifo, por toda la eternidad

Nos dicen, otra mentira más, que se trata de una medida de excepción y, por definición, provisional. Hasta que las “salvadoras” vacunas – el genocida y esterilizador matarratas, también deshumanizador-  haga innecesario el bozal.

Otra vez la descojonación. ¿No es precisamente lo contrario?  La condena de la mascarilla será algo a perpetuidad. Los ceporros de la cepa, diabólicos magos negros, perpetuarán el hechizo colectivo, cual si practicaran un vudú, sacándose de la manga una nueva – y falsa, claro, ya que no existe el virus primigenio – mutación…

…Y brota Sísifo redivivo, mortificado por rebelarse contra los dioses, y empujando colosal pedrusco montaña arriba hasta la cumbre, tan solo para que el peñasco volviese a caer rodando hasta el valle, desde donde debía recogerlo y empujarlo nuevamente hasta la cima. El castigo, cristalina duración: todo ello se tendrá que repetir sucesivamente por toda la eternidad. Como los bozales. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.