24/11/2024 04:18
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La gestión de EGMASA está siendo investigada y Espadas tiene todas las cartas para salir trasquilado y muy debilitado en estas elecciones del 19J.

 

Si antes del debate ya se veía mal la situación de Juan Espadas, pasado ese nadie se acerca a él. No tiene el apoyo de los gurús del socialismo vetusto y tampoco el de los jóvenes, que huyen de esas siglas como infierno que quema al diablo. A su bola van Felipe González, Griñán, Chaves, José Blanco y un largo etcétera; es más, Alfonso Guerra está desmarcado desde hace tiempo, pero tratándose de Espadas no quiere oír hablar de elecciones andaluzas con el titular de la «banda del WordPerfect» (Olona dixit) como cabeza de cartel. Un mal diestro para una peor corrida o un bandolero bajado de Sierra Morena.

Pensaban en Moncloa que Iván Redondo era el motivo del desajuste cuando, en realidad, el culpable del desbarajuste no es otro que Pedro Sánchez «El mentiroso», como le dijo a la cara el vecino charro de Calvarrasa: «¿Es usted Pedro, el mentiroso?». Ahora se tiran de una oreja en Moncloa y no llegan a la otra. Con la expulsión del dron de Sánchez no han resuelto nada, ni siquiera se han quitado del medio a la tropa de asesores que invadieron Moncloa y pululan como muertos vivientes. Eso enfada al presidente, pero también lo desespera. Ahora se da cuenta del exceso de mediocridad e ineptitud de quienes se ha rodeado.

«Nos estamos hundiendo y no sabemos cómo remontar», ha afirmado en la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, celebrada el lunes en Ferraz. No sé qué hubiera dicho a la Ejecutiva si hubiese tenido información del debate que se iba a celebrar. Pudimos observar a un Juan Espadas asustado, sin capacidad de reacción, con miedo a que se recordara su pasado y temblando en el momento en que le nombró Macarena Olona como perteneciente a la «banda del WordPerfect».

Lo sorprendente es que no se atrevió a hablar de corrupción con el tonelaje de ella que atesora el PSOE en Andalucía: hasta la Unión Europea ha declarado al socialismo español como el partido más corrompido de Europa y a Andalucía como la región donde más atropellos, daños, latrocinio y desaparición de fondos hubo durante la época de los presidentes condenados y la «sultana roja». Veremos en qué queda el desastre de la Agencia del Medio Ambiente y Agua, así como la desaparición de más de dos decenas de millones durante el tiempo que Juan Espadas estuvo al frente entre 2004 y 2008. Por si algo salpica, lo mejor es desmarcarse del candidato, solo en el cartel, descentrado en el debate, ignorante de su pasado y con la mochila de Carmen Blanco a la espalda, el enchufismo sectario de la FAFFE y su «WordPerfect» atascado.

Hace tiempo que Sánchez tiene más datos en la mano de los que se imaginan, casi tantos como mentiras salen de su boca por día y noche. Las encuestas encargadas al CIS y a entidades privadas varias, dicen que Espadas puede bajar a los 21 o 23 diputados, pero lo ocultan. La alta abstención socialista no es otra cosa que vergüenza de las siglas que robaron a los más necesitados y a los parados.

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Aunque Sánchez pretenda esconder las atrocidades cometidas, además del «hermanamiento» con los herederos de la banda asesina ETA, el acercamiento a los golpistas catalanes, la reverencia a los comunistas de extrema izquierda y nacionalistas de baño fascista, lo cierto es que muchas de sus nefastas decisiones tienen su raíz en la aglomeración de despropósitos iniciales. Añadan la subida de los precios, los dictatoriales indultos, la inflación, la destrucción de parte del tejido empresarial, la manipulación de algunos medios de comunicación y el enfrentamiento permanente con las instituciones: Banco de España y CGPJ, sobre todo.

Ni Sánchez, ni Espadas pueden vendernos bondades de su obra porque está chapuceada por dentro y desprestigiada por fuera. El radicalismo alcanzado por los socialistas es un desastre más de la España que se hunde, salvo que pongamos remedio. El inicio de la nueva obra, que será la reconstrucción de España, no puede empezar por otro error de bulto reponiendo al PSOE en Andalucía o dándole un voto de confianza.

La imagen de Sánchez se degrada a diario hasta llegar a la de un niño-pijo con Falcon o un simple falsificador de la realidad, desde su copiada tesis de Industria hasta el engaño permanente a la ciudadanía y la incapacidad mostrada durante el sufrimiento de la pandemia. Como Sánchez remodele el Gobierno tras las elecciones andaluzas, a muchas docenas de «vividores», nombrados a dedo como asesores inservibles, se les va a caer el sombrajo. En el PSOE todo ha dejado de funcionar, desde la Ejecutiva Federal hasta los propios votantes, que prefieren optar por la gestión moderada de Juan Manuel Moreno en Andalucía. ¿Entienden ahora que el Partido Popular roce la mayoría absoluta?

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Juan Espadas carece de director de campaña. Nadie quiere acercarse a él y tampoco a la «banda del WordPerfect». La gestión de EGMASA está siendo investigada y Espadas tiene todas las cartas para salir trasquilado y muy debilitado en estas elecciones del 19J. Los más graves problemas del candidato socialista son su propio partido, su pasado en la Junta con los condenados Griñán y Chaves, el enchufismo de afiliados en la FAFFE y el propio Pedro Sánchez: mal trilero, peor líder y nefasto presidente. Todo ello dentro del saco socialista.

«Juan Espadas nos ha puesto en el precipicio y ahora nos empujará por él», dicen algunos miembros de la vieja guardia. Entre la juventud tan solo es objeto de mofa, chanza y chistes. ¿Qué se puede esperar de quien falsifica la documentación para escolarizar a sus hijos en los Salesianos? Pues así todo y siempre.

Autor

Jesús Salamanca Alonso