21/11/2024 23:45
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Al terminar la parábola Jesús pregunto:

¿Cuál de estos tres hombres fue el prójimo?

El experto en la Ley respondió, “El que mostró misericordia”. Jesús entonces dijo: “Si, vayan y hagan ustedes lo mismo.” ( Lc. 10, 36-37)

No les llame indiferentes, son basura humana

El descomunal Blaise Pascal establecía el principio de toda moral en la responsabilidad de pensar. Ésta no dependía ni de cargos ni de honores, sino de la voluntad de cada ser humano, de su capacidad y entendimiento, y de la atención que este ponga en la realidad, que siempre será el referente ético por excelencia.  La indiferencia ante el mal, tan patente hoy en tantísimos ámbitos -con la plandemia agravándose el asunto -, el alejamiento de la realidad y la consiguiente irreflexión generada por ello pueden causar más perjuicios que todos los malos instintos inherentes, quizá, seguro, a la naturaleza humana.

La actitud indiferente prescinde de la verdad, del bien, del amor, de la justicia, de la libertad. Lo mismo le da la verdad que el error, el bien que el mal, el amor que el odio, la justicia que la injusticia, la libertad que la tiranía. La indiferencia, esencialmente, es la negación del ser. Al indiferente solo le interesa grabar con su móvil el linchamiento de Samuel, recentísimo ejemplo.

De todas formas, llámenles indiferentes, si lo desean. Pero para quien estas líneas garabatea, cincelo otra opción más ajustada a la citada e ineludible realidad, eufemismos fuera: los espectadores de la salvaje paliza a Samuel devienen infecta raza de hijos de la grandísima puta, perfectísimos mierdas emasculados sin hombría alguna, ratas de alcantarilla con apariencia humana, dudosa y difícilmente redimibles. Humanidad que, honestamente, merece justísimo y cataclísmico acabose, la verdad.

El anónimo y decente hombre, ejemplo de amor y comprensión

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Cuando Samuel estaba siendo brutalmente masacrado por una jauría, solo UNA persona trató de separar a Samuel de sus agresores. Fue un chaval senegalés. «Se metió sin dudarlo y, a pesar del desenlace, lo intentó; otras personas no lo habrían hecho», destacaban las amigas de Samuel. Precisemos: no es que no lo habrían hecho, es que no lo hicieron. Pudiendo.

Las mismas amigas de Samuel están difundiendo y compartiendo en las redes sociales un sensible vídeo en el que agradecen en persona al joven senegalés que intentase salvar la vida de su amigo. Ya saben, quien salva la vida a un hombre salva al universo entero, Talmud mediante (Mishnah Sanedrín 4: 5; Yerushalmi Talmud 4: 9). Y quien lo intenta, personal exégesis, ídem.

En el vídeo que ha sido compartido en redes sociales, un familiar abraza al joven senegalés. «Así debemos juzgar a una persona, por su bondad«. Se subraya en el vídeo que este mozo cuyo nombre ignoramos «fue la única persona que intentó ayudar a Samuel«. El padre del asesinado deja claro que el senegalés es «un ejemplo de amor y comprensión«, recordando lo obvio, pero tan necesario perpetuar cuantas veces sea menester: “solo existen dos tipos de personas, los buenos y los malos”. Y los indiferentes testigos, añado, son MALOS, MUY MALOS. La humanidad, por ellos, infinitamente peor…

Coda personal

…Y agregado personal: pocas satisfacciones más plenas y colmadas te da la vida, valga la aparente paradoja, que cuando intentas ayudar a alguien y te ahostian por un tubo. Y sin descanso. En fin.

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Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.