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Mañana empieza la Cuaresma y con solo pensarlo se me arruga el alma, pero no por lo que significa: tiempo de recogimiento, oración y penitencia, ¡no!, sino por la imposibilidad de evitar el recorrer a velocidad supersónica mi vida, desde hoy, 2 de marzo de 2022, a los años treinta del siglo pasado, cuando empecé a disfrutar de las maravillas de la vida que Dios me ha dado, y de la suerte de haber nacido en la vieja y ancha Castilla, con todo lo que ello encierra….
Y no se me encoge el alma por mi suerte, sino por la pena de ver a los adolescentes de hoy, abrirse a la existencia en un desierto, al compararlo con lo que fue para mí algo así como como jardín florido. En ochenta años “el enemigo del Hombre” –como lo llama asan Ignacio, ha conseguido agostar lo que para mí fue –visto a la distancia– una especie de paraíso…
Siento una pena indescriptible porque los adolescentes y jóvenes nunca ya no podrán saborear los manjares verdaderos: aquellos que paladea el alma… En mi caso el disfrute de los mismos va asociado al paisaje austero pero de sublime belleza de la Tierra de Campos…Reconozco mi incapacidad para trasmitir mis emociones cuando repaso ese “casi un siglo” y recuerdo cómo he vivido –captándolo a lo largo de estas décadas– la degradación de la Humanidad y, concretando un poco más, el empobrecimiento de todo aquello que hizo de España algo diferente al resto del Mundo: la alegría innata, la “Fe sentida y vivida” como pueblo, la calidad humana desbordante y sin aspavientos…
Ciertamente, no es que fuéramos ángeles, ni mucho menos atábamos a los perros con longaniza, pero esas realidades recordadas eran y son innegables.
Ese contraste de costumbres entre ocho décadas al que aludo, resalta más cuando ves a los moros, invadiendo España y viéndoles –sin complejos– arrodillados por centenares o miles, en las calles de nuestras ciudades, mientras nuestras iglesias –a las que acuden casi exclus8ivamebnte mujeres– y las vemos vacías de hombres…
En aquellos otros tiempos, en todos los restaurantes, españoles se preocupaban de facilitar el ayuno y la abstinencia obligatorios para todo católico en la Cuaresma, y en las hogares — incluso de quienes tenían una fe casi muerta– los viernes, era clásico el plato de bacalao y la total ausencia productos cárnicos.
Hoy se evita más ofender a los musulmanes ocultando el cerdo o eliminándolo de los menús –en algunos lugares especialmente en Cataluña– que cumplir con la abstinencia católica. ¿Conocen ustedes algún restaurante o bar que tanga la menor preocupación por un “menú” para católicos? Ni aun queriendo cumplir, los obreros, pueden guardar los mandamientos de la Iglesia. Y los empresarios, en las “comidas de empresa” ¿se preocupan de lo que les exige su Fe? Como Director de empresa siempre lo tuve muy en cuenta y mis colaboradores ya sabían que eran muy libres de comer carne, pero les recordaba que era día de abstinencia y los organizadores tenían orden de facilitar el cumplir con Dios a todos los comensales, si lo deseaban. Es importante, ser consecuentes sobre todo cuando ostentas la autoridad. El hombre es libre para pecar y hay que respetarla pero impresiona a los tibios el dejar las cosas claras.
He contado muchas veces y por una más no pasa nada que en Begas, a diez kilómetros de Gavá –donde vivo– José Antonio Primo de Rivera, solía reunirse con sus amigos cuando su padre era Capitán General de Cataluña. Un viernes de Cuaresma llegó tarde al almuerzo y encontró con que algunos estaban comiendo carne. Él, sin pelos en la lengua les dijo aquella frase famosa: “Perder el Cielo por una ‘gachí’, se explica, aunque no se justifica, pero perderlo por un trozo de carne, ni se justifica, ni se explica”. Ciertamente es de necios sin sentido de la existencia.
Me encantaría tener el sentido poético de Gabriel y Galán para darle a este escrito ese clima que como nadie supo crear cuando hablaba de Castilla. Que pueden captar en las estrofas de “La pedrada”: Cuando pasa el Nazareno, de la túnica morada, con la frente ensangrentada, la mirada del Dios bueno y la soga al cuello echada, el pecado me tortura, las entrañas se me anegan en torrentes de amargura, y las lágrimas me ciegan, y me hiere la ternura..
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Yo he nacido en esos llanos de la estepa castellana, donde había unos cristianos que vivían como hermanos en república cristiana. Me enseñaron a rezar, enseñáronme a sentir me enseñaron a amar; y como amar es sufrir también aprendía a llorar.
Cuando esta fecha caía sobre los pobres lugares, la vida se entristecía, cerrábanse los hogares y el pobre templo se abría. Y detrás del Nazareno de la frente coronada, por aquel de espigas lleno campo dulce, campo ameno de la aldea sosegada, los clamores escuchando de dolientes Misereres, iban los hombres rezando, sollozando las mujeres
y los niños observando…
Los jóvenes de hoy ya no tienen oportunidad de emocionarse con el ruido de las “carracas” en el oficio de “tinieblas”, ni de ir de pueblo en pueblo, visitando los “Monumentos” el jueves santo;…tampoco para ellos tiene sentido el dicho “Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol, jueves santo Corpus Christi, el día de la Ascensión”; ni de ver cómo todo el pueblo acude en masa el miércoles de ceniza –mañana–, a que se la impongan mientras el celebrante le recuerda: “Memento, homo, quia pulvis es…”
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.