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En 1969 leí el primer artículo de Raúl del Pozo (en aquel grandísimo diario “Pueblo” en el que llegué a ser subdirector con Emilio Romero de Director) y desde entonces, y no se rían porque es la pura verdad, creo que no habré dejado de leerle todo lo que ha escrito. Porque para mí Raúl no solo fue sino que lo es, y lo será mientras viva, el mejor de todos. Es la Biblia en verso. Pero el de hoy, me ha puesto los pelos de punta y los cabellos como escarpias (Cercadillo dixit) y por ello se lo reproduzco. Que Raúl diga que el Gobierno está contra el Estado está diciendo a su inteligente manera de decir las cosas, que el señor Sánchez, Presidente del Gobierno, en realidad está dando un Golpe de Estado. Sin embargo, en una cosa discrepo, en que él, a pesar de sus años, a pesar de sus enfermedades, no ha perdido la esperanza, lo cual indica que aunque haya sido un golfo bueno todavía no ha entrado en el infierno ni ha podido leer el letrero que allí figura a la entrada: “dejad toda esperanza de salir los que entréis”. Y al infierno iremos todos si no se acaba pronto con este desgobierno.

Y ahora lean ustedes. Me lo agradecerán:

“Con el nacionalismo, también en este siglo estallan las guerras y avanza la peste en el mundo. Pero lo que ocurre aquí es asombroso: España se desarma frente a las futuras rebeliones separatistas y humilla a los ciudadanos que quieren a España y a su Constitución. El Gobierno premia la deslealtad al Estado. Se legaliza la felonía. No se trata siquiera de la política de apaciguamiento, reconciliación o pacificación –ellos utilizan el palabro «desinflamiento»–, sino del oportunismo y la chulería de Pedro Sánchez para seguir mandando.

La complicidad del Gobierno con los separatistas da una vez más la razón a Thomas Paine, que pensaba que el deber de un patriota es proteger a su país de los ataques del Gobierno. Como ha escrito el director de EL MUNDO: «Nunca, desde la Segunda Guerra Mundial, un Parlamento europeo había subvertido el orden constitucional sin contar con las mayorías legalmente establecidas».

No hay posición más humillante que la de un Gobierno que ha perdido la credibilidad por sus errores y sus embustes, pero que insiste en sus disparates. Entre la granizada de mentiras, ha llevado al Congreso la reforma del Código Penal que suprime la sedición para tipificarla como desórdenes públicos, lo cual despeja el camino para la amnistía y la independencia. Junqueras ha retozado porque podrá ser presidente de Cataluña en 2025, aunque su inhabilitación sigue siendo de 13 años. Y ha declarado que los jueces tienen ahora menos herramientas para blindar la unidad de España y que será más fácil lograr la independencia.

Jaume Asens, de Barcelona en Comú, ha presumido de la equivocación histórica de la izquierda, aliada al supremacismo, al decir que la reforma de la sedición es una victoria política. Aunque no ha dicho de quién. Yo creo que ha ganado la xenofobia, el apartheid contra el idioma mayoritario. Han perdido los que quieren seguir siendo españoles. Ha ganado el Gobierno de Sánchez para aguantar hasta 2023 en un puesto que perderá cuando haya elecciones y tenga que explicar por qué su partido ha apoyado a los que quieren borrar la palabra España; por qué se ha sometido a los que sustituyen la sedición por desórdenes, a los que preparan una rebaja de penas por malversación de fondos públicos para miles de procesados y dejan el camino abierto para una nueva intentona”. 

Fijaos bien lo que dice:

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“Lo que ocurre aquí  es asombroso: España se desarma frente a las futuras rebeliones separatistas y humilla a los ciudadanos que quieren a España y a su Constitución. El Gobierno premia la deslealtad al Estado. Se legaliza la felonía. No se trata siquiera de la política de apaciguamiento, reconciliación o pacificación –ellos utilizan el palabro «desinflamiento»–, sino del oportunismo y la chulería de Pedro Sánchez para seguir mandando.” (“El Mundo”– 14/11/2022)

Por la transcripción Julio MERINO

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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