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Si el secreto del rey conviene a veces esconderlo, no así la verdad, que es obligado manifestarla y descubrirla siempre. Encubrir la verdad y no querer publicar su mensaje de perfección para bien de tantas gentes, es hacer una injuria a la razón y oscurecer los espíritus. Y así, ninguno que bien juzgue tendrá por bueno que sus revelaciones se encubran.

 

Lo que yo me barrunto de algunos, por ejemplo, de todos aquellos dispuestos a aniquilar a VOX y a sus millones de electores, es que les disgusta la verdad, no por el engaño que puede haber en ella, que no hay tal por definición, sino por el que ellos tienen en sí, sabedores de que la verdad esclarece sus imposturas y delitos. Porque la verdad avisa al mundo de que no debemos dejarnos gobernar por los falaces, pues la regla de la vida es el código natural de valores, lo que los sabios tienen revelado en sus libros, y lo que dicta la sana y verdadera razón.

 

Hay tres tipos de gentes: unos que creen en la verdad, otros que si quisieran podrían creer en ella, y otros que no pueden por la propia condición de su naturaleza.

 

Pero el conocimiento de la verdad, ¿cómo puede ser dañoso a alguien? Y si alguno por su mala índole sacara daño de ella, ¿es justo por eso cerrar la puerta a tanto provecho, y para tantos, como proporciona la veracidad? ¿Cómo puede alguien negarse a publicar la verdad por ser motivo de perdición para los delincuentes? ¿Qué verdades hay que en los ánimos mal dispuestos no duelan? En el juicio que hacemos a las cosas se debe atender a si son buenas en sí, y convenientes para sus fines, y no a que molesten a algunos porque puedan desenmascarar sus vicios.

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El mal, que vela en beneficio de los malvados, tiene el don de mudar de colores a conveniencia, como los políticos corruptos de discurso, y pretextando el bien de los prójimos se muestra inocente y cuidadoso con el fin de excusar su daño particular, ocultando a los ojos de todos la verdad, que es buena y provechosa para el común.

 

Porque bien sabe él que a la larga siempre perderá con la verdad, y ganará, por el contrario, con la ignorancia de los demás. De modo que, por no perder los tramposos sus privilegios, insisten en envilecer u ocultar la verdad, diciendo falsamente que es nociva para sus conciudadanos, a los que ellos, por otros mil caminos, ya los tienen harto dañados.

 

Parece mentira, pero hay espíritus tan depravados, que sacan perjuicio con la verdad, como ocurre con los criminales, o con los tiranos, que ambicionan el poder para tener la ocasión de manipular y humillar por sí a todos, y que no acatan lo que ellos no aprueban o no ordenan, y que procuran destruir la autoridad que no venga de su juicio.

 

Pero a estos no podemos obedecer, y menos satisfacer, porque su error nace de su voluntad, y así nunca se verán satisfechos si no es aherrojando a su prójimo. No se les puede dar crédito a los criminales ni a los dementes, algo que ni es lógico, ni justo; porque sólo cárcel o manicomio se merecen.

 

Quien proclama la verdad, corre el riesgo de perder incluso su vida ante el Mal. Porque más difícil aún que evitar la muerte es evitar la maldad. VOX lo pudo comprobar durante el debate de su moción de censura al Gobierno socialcomunista. No pudo sortear el Mal en un parlamentarismo sembrado de minas de villanía. Allí, en nuestro degradado Parlamento, el Bien y el Mal, La Verdad y la Mentira, volvieron a enfrentarse, por enésima vez a lo largo de la Historia.

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Perdió la Verdad, como tantas otras veces, pero, paradójicamente, España vuelve a tener esperanza, porque vio temblar a la Mentira, como así lo evidencian el manifiesto frentepopulista y el insidioso y desleal discurso de Casado. En su necesidad de silenciar a VOX, los traidores y renegados tuvieron que entregarse a fondo, con toda su batería de falacias.

 

Perder una batalla no significa perder la guerra. Los españoles de bien lo saben, como saben también que con su moción, VOX ha trazado la raya del no retorno, la raya que ha obligado a definirse a los circunstantes. Y que ya no puede ser todo igual en el futuro, porque a la vista del común se han dado pasos definitorios respecto a la reputación y artimañas de muchos, sin posible marcha atrás.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.