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Aparece el pepero, viejo dinosaurio de la política partidista, distinguido por defender la birriosa política exterior de Mariano Rajoy como Ministro del ramo entre 2011 y 2016 y llamado José Manuel García Margallo. En un tuit con motivo de la celebración del “Día de Europa” el pasado 9 de mayo escribe: “Si España es el problema, Europa es la solución (Ortega y Gasset)”. Y añade: “¡Viva los Estados unidos de Europa!”.
La apelación a Ortega y Gasset, gran intelectual pero nefasto analista de los problemas reales de España y que coadyuvó al advenimiento de la funesta II República, es impugnable desde todos los puntos de vista de la lógica histórica. Para un “pesimista” ensimismado en la crisis española del 98 y cargado de hartazgo como Ortega, apelar a Europa como redención de los problemas patrios era parte de su frustración personal. Para el ex titular de Exteriores de España García Margallo citar la frase de Ortega en 2021 es una muestra de estupidez viejuna y moral lacaya.
No dejar de ser risible como el PP empodera un patriotismo de plastilina en Madrid con Ayuso como supuesta heroína de la libertad patria, mientras el dinosaurio Margallo apela de forma directa y diametral a la muerte de España y su disolución en un magma internacionalista, en un macro Estado europeo: “Estados unidos de Europa”. ¿Gilipollez baladí de un partido apoyado en un líder, Pablo Casado, distinguido por el Foro de Davos como joven promesa de liderazgo? No. Una realidad a la que PP y PSOE están dispuestos a abocar lo poco que queda de nuestra Soberanía española.
Si por imperativo de la anexión española al mercado común europeo la agricultura, la pesca o el extenso parque industrial legado por Franco a través del Instituto Nacional de Industria fueron comenzados a demoler bajo el gobierno de Felipe González, el PP de Casado quiere terminar el trabajo cerrando todas las centrales nucleares, defendiendo la desleal competencia china y africana contra nuestros productos y regalando a los fondos buitre Blackrock y Blackstone las pocas viviendas del parque estatal que quedan a disposición de los pobres y humildes y de las que Franco levantó 4.800.000 entre 1961-1975 habiendo sido mercadeadas prácticamente todas por los gobiernos del régimen del 78.
Margallo ha descubierto con su lenguaraz pero sincera reflexión tuitera lo que muchos no quieren ver pero el PP ha convertido en dogma de fe desde que Aznar tomó el poder en 1996: potencias extranjeras dominan la política española y el aro ideológico de Bruselas dicta qué modelo económico, social e ideológico se impondrá en España. Por eso el grupo del Partido popular europeo en Bruselas votó hace unos días a favor de conceder 1400 millones de euros no a los autónomos y a las pymes sino para programas de ideología de género y chiringuitos de memoria histórica; los podemitas, socialistas y ciudadanitas de la Eurocámara también votaron a favor.
De ese globalismo desaforado que impone las tesis del género desde Bruselas, que avala la “memoria histórica” –o “democrática”- y la invasión inmigrante, el PP se ha convertido en valedor de cabecera al haber suscrito en 2015 la funesta Agenda 2030 que el Partido Popular se ha desgañitado en alabar hasta llegar al extremo de abstenerse ante la ley más criminal, comunista y dictatorial de la historia de España: la “ley de cambio climático” que pone caducidad a las centrales nucleares, a los vehículos diesel, a las centrales térmicas y a la libertad personal de circulación o trabajo.
No en vano José Manuel García Margallo defiende los “Estados Unidos de Europa”; él fue parte del gobierno de Rajoy, que hincó la rodilla ante Angela Merkel cuando ésta impuso la entrada masiva de refugiados – Welcome Refugees- a la Unión Europea o cuando el FMI dictó en 2012 que España necesitaba más de 5 millones de inmigrantes en los próximos años para “salvar las pensiones”.
Margallo quiere asegurar su actual asiento en el Europarlamento o, futuramente, en algún comisionado de ese gigante burocrático llamado “instituciones europeas” y garantizarse los entre 8 y 10.000 euros de remuneración que se ofrece a todo buen apoltronado.
El PP, siempre que ha jubilado a nivel patrio a viejas glorias como Margallo, las ha mandado a Bruselas para chupar cargo. El viejo político pepero, de 76 años, fue con Rajoy un fiel lame botas de Reino Unido en el contencioso de Gibraltar donde nada hizo así como amigacho de Marruecos cuando esta satrapía comenzaba a mandarnos en turba a sus “menas” e ilegales –hoy el desafuero es mayúsculo- . Y ahora rinde honores a su propia idiosincrasia: la del lacayo servil pegado a la poltrona inútil y ávido por destruir la (poca) Soberanía nacional de España que tanto molesta a las élites mundialistas.
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