04/10/2024 06:21
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Conviene ser directos y claros con este tema, basta ya. Hasta ahora, la cultura de la muerte venía dirigida por las élites a través del gran circo de los horrores llamado televisión. A través de la misma, durante las últimas décadas se ha inoculado el aborto y la eutanasia como un remedio casi dulce y seguro para asesinar a bebés y a ancianos. Quiero intuir que hasta este punto estarán de acuerdo los que lean este artículo aquí.  

Dicho lo cual, qué pasa con el COVID. No pasa nada, o mejor dicho no pasa nada que no supiéramos antes. Que las gripes estacionales son peligrosas en invierno, que los catarros pueden derivar en neumonías por las que fallece gente desde que el mundo es mundo, y que las urgencias de los hospitales están para precisamente atender algo espontáneo realmente grave. Efectivamente, querido lector, nadie iba en aquel lejano 2018 a urgencias en calidad de sano a meterse un palo (de momento por la nariz) para realizar una hipotenusa por la cual esa salud de hierro pudiera derivar en «positivo por gripe». Ojo, una gripe tan letal que sería asintomática para tu cuerpo, pero sin embargo lo suficientemente latente como para revelarse siempre (oh, casualidad) cada año dos o tres días antes del Nacimiento de Cristo. Sí, esto ocurre ahí fuera y tú eres parte de ello, a mí también me sonrojaría. 

Las élites lo han vuelto a hacer. Han vuelto a ganar su macabra partida a través de su instrumento favorito: el circo de los horrores de la televisión. En ese circo actúan payasos muy bien asalariados (políticos y presentadores) para asustar a los borregos espectadores. Porque esto que estamos viviendo es la misma secuencia que terminó legislando el aborto y la eutanasia, la única diferencia es que vivimos en la era de la cultura de la muerte por omisión. El aborto y la eutanasia matan por acción, mientras que ahora están matando el alma de la gente. Los están privando de la vida doméstica, de sonreír, de abrazar, de sentir, de brindar, de trabajar, de perseguir sueños mediante el esfuerzo diario. Por supuesto, están empobreciendo a la sociedad haciendo desaparecer la clase media con unos precios de suministros y materias primas básicas sólo aptos para los maestros del circo. Quieren una sociedad lineal, marginal, carente de espíritu y de virtudes, lejanos a la familia y a la amistad; seres transhumanos desapegados y sin pasión que estarán absorbidos totalmente por la tecnología e inoculados día y noche por el relato del gran circo de los horrores: la televisión.  

Jorge Javier Vázquez es, sin duda, el más brillante entre todos los payasos. Ha asumido su papel desde el primer momento, comunica muy bien los relatos oficiales, cae bien y es muy inteligente en su papel. Después en su vida (en el camerino de su privacidad) hace y deshace como quiere, pero sobre el escenario pone al borrego contra la pared. Él lucha contra el cambio climático en el escenario, pero lo hace desde su yate de gasolina; él lucha por los derechos de la mujer en el escenario, pero oculta una violación ocurrida en un programa suyo. Y por supuesto, él te invita a evitar el contagio del COVID en Nochebuena, pero lo hace desde sus orgías con maromos (imaginamos que con bastante poca distancia de seguridad). Él mismo definió abiertamente el circo de los horrores televisivo con la superioridad de quien se sabe muy por encima de su público (sabe que son auténticos borregos): dijo literalmente aquello de «esto es para rojos y maricones».  

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Pues bien, sirvan estas líneas para toda esa «derecha sociológica» que tradicionalmente se ha posicionado en contra de la cultura de la muerte. A vosotros me dirijo. Que sepáis que con vuestra actitud (asistiendo desde la grada en la calidad de borrego) ante el COVID estáis contribuyendo por omisión a una muerte directa de la sociedad. Esa sociedad creada a partir del nacimiento de Cristo que cree en la búsqueda de la verdad, la bondad y la belleza. Esa que abraza al abuelo y sonríe ante el nieto. Esa que se reúne en torno a una mesa a partir el pan y servir el vino para celebrar la Nochebuena sabiendo el sentido de la misma. Aquel niño que nació en una humilde cuadra en Belén se hizo hombre para unirnos y abrazarnos, pero tú ahora decides apartarte como hubiera querido el propio Herodes.  

Sí a la Navidad, sí a la Navidad de alma, de Fe y Esperanza. Sí al abrazo, sí al sentido de Cristo hecho hombre para revelarse como vida, no a la muerte. Ni a la muerte por acción ni a la muerte por omisión, recuerda que la distancia social es el Herodes de tu Navidad (siempre contra sanos e inocentes). Si te fijas, son los mismos enemigos más de dos mil años después, pero sin embargo quienes dicen seguir a Cristo actualmente se han convertido en cómplices. Qué curioso y qué asco.  

Y sí, obviamente, aprovecho para recordarle a esa obediente «derecha sociológica» seguidora del mundo COVID que con vuestra adoración al bozal y al resto de medidas restrictivas antinatura (que sólo buscan matar el propio sentido de la Navidad y del alma de Occidente) os estáis convirtiendo en aquello que el citado Jorge Javier describió tan magníficamente: en rojos y en maricones. 

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REDACCIÓN