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Recordemos cómo la sexta línea de necrosis, el olvido y desprecio del pasado, lleva a un vivir aturdidos, drogados y sin una verdadera conciencia ni una conexión con el pasado y el futuro, sin horizontes superiores. Ahora bien, esto significa también suprimir gran parte de las funciones superiores del ser humano.
Significa liquidar su conciencia, su voluntad y casi diría la misma función de ser un sujeto. O mejor dicho de ser un sujeto agente porque sujeto pasivo lo es de cualquier manera; en realidad es casi lo único que le queda al hombre actual. Pero una vez que se ha vaciado el sentido de las cosas, el ser humano ha perdido algo fundamental: el sentido y el significado deben ser sustituidos por otra cosa.
Aquí es donde aparece otra de las grandes manías de nuestra era: la necesidad de tenerlo todo controlado y calculado, de eliminar cualquier riesgo y cualquier imprevisto; la obsesión de hacer entrar todo en un esquema y reducir la vida a un cálculo de optimización.
Quizá ésta sea, en efecto, la única manera en que el ser humano puede seguir adelante, por inercia y siguiendo un mecanismo ciego, una vez que ha sido vaciado por dentro y mutilado de esta manera. Se ha sustituido el significado por lo mecánico y además de una manera especialmente perversa: bajo una apariencia de extrema racionalidad y objetividad, que se nos presenta como la única alternativa posible, se esconde una pulsión irracional a convertirlo todo en mecanismo y hacerle adoptar al ser humano la lógica de la máquina.
Eliminar o vaciar de significado los grandes problemas de la vida y el destino, las posiciones ideales y los conflictos, reducirlo todo a una razón universal que convierta cada cosa en un problema técnico. Esta es la pulsión no expresada e irracional a la que me refiero, una aspiración que significa esterilizar la vida y convertirla en un desierto árido, donde el destino humano se reduce a una miserable contabilidad de la existencia. Esto significa el abandono de las funciones superiores del ser humano, en nombre de la renuncia a la responsabilidad de llevar una vida auténticamente humana. Una carga evidentemente demasiado pesada para el Hombre que Calcula.
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