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En la literatura sobre el contacto de lenguas o las lenguas en contacto, se utiliza el término “bilingüismo” para referirse al empleo de dos lenguas por un mismo individuo (v.g., muchos de los ciudadanos de Cataluña) o en el seno de una misma comunidad humana (por ejemplo, español y catalán, en Cataluña). Sin embargo, no es nada excepcional, ni raro, que el empleo de varias lenguas concierna a más de dos. Para referirse a esta situación, los lingüistas utilizamos distintas denominaciones: “políglota”, “poliglosia” (que etimológicamente designan la misma realidad) y otros términos. Ahora bien, a partir del vocablo latino “bilingüismo”, el lingüista André Martinet  homogeneiza la terminología y distingue, según el número de lenguas implicadas, “monolingüismo”, “bilingüismo”, trilingüismo”, “cuadrilingüismo”, “plurilingüismo” y “multilingüismo”.

 

Hasta principios de los 70, el contacto entre lenguas fue considerado un fenómeno marginal. Y, por lo tanto, no fue objeto de estudio de las ciencias especializadas como la sociología, la psicología y la lingüística (Miquel Siguán). Por otro lado, para los profanos, el contacto de lenguas era un fenómeno excepcional o incluso anormal y malo, que sólo concernía a algunos países en el mundo o a algunos individuos en determinadas comunidades humanas. Este punto de vista podría tener su fundamento en el mito de la Torre de Babel, según el cual la diversidad lingüística es un castigo divino y, por lo tanto, profundamente mala.

 

Ahora bien, lejos de ser un fenómeno excepcional, marginal, anormal y malo, el contacto de lenguas es, más bien, algo general, normal, enriquecedor y positivo, y concierne, en realidad, a la mayoría de la población del planeta. Prácticamente no hay país, ni en Europa ni en el resto del mundo, donde se hable sólo una lengua. Además, a causa de las frecuentes migraciones humanas, nuevas lenguas forman parte del paisaje multilingüístico de los países desarrollados. Por otro lado, como consecuencia del aprendizaje escolar, son cada vez más numerosos los locutores capaces de comunicar en varias lenguas, dependiendo de las situaciones de comunicación en las que interactúan (familia, trabajo, ocio, viajes, vacaciones, etc.).

 

Por eso, en un mundo cada vez más globalizado, las situaciones y los individuos multilingües aumentan sin cesar. Y lo que resultará singular, sorprendente, marginal, excepcional y anormal, incluso ya hoy, es que alguien sea monolingüe. Por lo tanto, se podría afirmar que, en el futuro, el multilingüismo no será la excepción sino, más bien, la regla. Y aquellos locutores que no sean multilingües serán los neoanalfabetos del siglo XXI.

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Lo que acabamos de exponer no son juicios de valor. Son, más bien, datos incontestables y verificables. Sin embargo, todo esto y la dinámica imparable del contacto de lenguas, contrasta con la gestión de la política lingüística implantada en el sistema educativo de las CC.AA. españolas con dos lenguas oficiales; y, en particular, en el de Cataluña. En todas ellas, se ha pasado de un monolingüismo en español, que caracterizó la época franquista, a un bilingüismo progresivo “lengua autóctona-español, fruto de la Transición, que presagiaba un oasis lingüístico en España.

 

Ahora bien, con la política de “inmersión lingüística precoz y total”, implantada principalmente en Cataluña por los sucesivos gobiernos de la Generalidad, se está pretendiendo volver, si no se ha llegado ya, a un monolingüismo de signo contrario (sólo el catalán y todo en catalán). Y, con esta política de marginación del español, se ha conseguido eliminarlo no sólo de las situaciones más formales de comunicación (administración autonómica, enseñanza, justicia, sanidad, medios de comunicación de la Generalidad, etc.), sino de la paleta de competencias lingüísticas de los niños-adolescentes-jóvenes de Cataluña. Y esto transformará a los ciudadanos de Cataluña en los neoanalfabetos lingüísticos de España (cf. ci-dessus).  Como tituló y tildó ABC, el 12 de septiembre de 1993, en primera página y bajo una foto a toda plana de Jordi Pujol: “Igual que Franco pero al revés: persecución del castellano en Cataluña”.

 

Fruto de una venganza provinciana y mezquina contra la lengua común de todos los españoles, esta vuelta atrás es la consecuencia del triunfo de “lo políticamente correcto”, representado  por las tesis de la asociación Omnium Cultural. Desde su fundación en 1961, esta asociación siempre ha defendido, únicamente con argumentos políticos y nacionalistas, una escuela sólo en catalán, desde el primer día de clase y para todos los alumnos, sea cual sea la lengua materna o propia de cada alumno. Es lo que se ha denominado la “normalización radical por inmersión precoz y total”.

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Ahora bien, esta victoria de la política del “café catalán  para todos” se forjó sobre el desprecio y la derrota de “lo psicopedagógicamente correcto”, defendido por la Associació de Mestres Rosa Sensat y por el psicopedagogo Miquel Siguán, que impulsó y dirigió, en los años 70, en el ICE de la Universidad de Barcelona, una investigación-acción sobre “la posibilidad y la eficacia de una enseñanza bilingüe”. Las propuestas de Rosa Sensat y de Miquel Siguán fueron coincidentes y marcaron la primera política lingüística de la Generalitat, que puede ser tildada de “normalización flexible, racional y razonable” del sistema educativo de Cataluña.

 

En efecto, según Rosa Sensat y Miquel Siguán, en Cataluña, se debería impartir una enseñanza de y en las lenguas oficiales (catalán y español). Sin embargo, ponen el acento en la necesidad imperativa de que las primeras enseñanzas sean aseguradas en la lengua materna o propia del alumno, para introducirle progresivamente en la otra lengua. Y, en caso de que, en una misma zona, hubiera escuelas con distintos modelos lingüísticos, se debería respetar la opción lingüística elegida por los padres. El objetivo final y prioritario debería ser, según ellos, el “bilingüismo equilibrado” español/catalán, que suma, que enriquece, que es positivo y que debería ser lo normal y lógico en el caso de lenguas en contacto y con estatus de lenguas oficiales. Poner puertas al campo, como ha intentado e intenta la Generalitat, es remar “contra los elementos”, “contra natura”, contra la lógica, contra el sentido común y contra las aportaciones de la ciencias constituidas (la lingüística, la sociológica y la psicología).

 

Coda: « Je ne demande pas à être approuvé, mais à être examiné et, si l’on me condamne, qu’on m’éclaire » (Ch. Nodier).

Autor

REDACCIÓN