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En nada se parece Antonio Tejero Molina a ese hombre violento que han pretendido fabricar determinados medios informativos. La verdadera personalidad de este malagueño que por obra y gracia del 23 de febrero se convirtió en uno de los rostros más conocidos de España, se encuentra entre las cuatro paredes de su hogar, rodeado del calor de su familia, en el marco de esos objetos familiares, muchos de los cuales hizo él mismo, con su maestría de hombre hogareño, en sus horas libres.
Don Antonio Tejero ha visto acrecentarse en estos largos meses de prisión su devoción por la familia de la que ha sido alejado a más de 600 kilómetros de distancia. Su internamiento en el Castillo de La Palma, una pétrea edificación junto a las mismas aguas de la ría ferrolana, carente de las mínimas condiciones de habitabilidad exigidos por todos los acuerdos internacionales sobre Derechos Humanos, ha tenido, por encima de todo, la tristeza de la separación violenta de sus seres queridos, permaneciendo así durante 5 meses privado del consuelo de las visitas diarias que el resto de los procesados pueden recibir.
Era lógico, pues, que el Teniente Coronel Tejero esperara con esa acrecentada ilusión de los hombres privados de libertad, su traslado a Madrid realizado no por razones humanitarias sino respondiendo a la petición hecha por su defensor invocando los más estrictos derechos de defensa.
En Madrid esperaba el Teniente Coronel Tejero el reencuentro, aunque sea en las tristes circunstancias que los procesados arrostran de ver a los suyos en las frías estancias que les sirven de prisión. Pero, tampoco este elemental derecho debido por una sociedad democrática a cualquiera de sus miembros, le ha sido concedido al Teniente Coronel Tejero al que se le ha privado, al parecer por orden directa de la Capitanía General de Madrid de ver y estrechar entre sus brazos a sus dos únicos nietos, de cuatro años y cinco meses de edad respectivamente.
Allí, confundidos entre las personas que aguardaban pacientemente cola en el establecimiento militar de Campamento en el que actualmente se encuentra recluido, podía verse al yerno del Teniente Coronel Tejero con la pequeña de cinco meses, recientemente bautizada en el Castillo de La Palma donde su abuelo se encontraba prisionero al estilo de las más negras historias medievales.
La orden era tajante: permiso de visita sin limitación de horario al defensor y a los familiares en primer grado. Y así estaban dispuestos a cumplirlo los celosos vigilantes. El resto de los familiares y los amigos de uno en uno por espacio máximo de media hora. Y en cumplimiento de esa orden, mientras Carmen la hija del Teniente Coronel Tejero entraba a abrazar a su padre, quedaban fuera confundidos entre las “visitas” su marido y sus dos hijos.
La dureza, las medidas extremas aplicadas desde el primer día a don Antonio Tejero Molina han llegado en este caso a rebasar los propios límites del reglamento de Establecimientos Penitenciarios Militares, que en su artículo 123 dispone: “Diariamente y en las horas que se señales, los oficiales y suboficiales presos o arrestados podrán recibir a sus familias y amistades”.
Ni siquiera en el reglamento se llega a la fijación de medidas tan inhumanas, antidemocráticas y anticonstitucionales como las que han sido establecidas por la Capitanía General de Madrid que han impedido a un hombre largos meses separado de su familia estrechar entre sus brazos a esos dos niños que habrán de esperar, como simples “amistades” que llegue su turno de una visita de media hora.
Es difícil poder entender situaciones semejantes en una España que por estas mismas fechas proclama jubilosa la plena conquista de su libertad y su Democracia con el regreso del Guernica. Mientras la llamada prensa constitucionalista dedica páginas enteras a narrar el simbolismo de aquella tragedia humana inmortalizada por Pablo Picasso, en un acuartelamiento madrileño un hombre privado de libertad se ve también privado del sagrado derecho a ver a sus seres queridos. ¿Cuál de esas dos Españas es la verdadera?, ¿cuál de esas dos Españas es la que firma y ratifica los convenios internacionales sobre los Derechos Humanos? Posiblemente sean esos Tribunales Internacionales los que hayan de dar la respuesta ante la denuncia que a los mismos dirigirá el defensor del
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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