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La Comisión europea ha vuelto a protagonizar intrusismo, arbitrariedad y ataque contra dos naciones soberanas. Lo hace por motivos exclusivamente ideológicos y sectarios. Polonia y Hungría vuelven a estar en la diana del órgano que preside Ursula von der Leyen.
Hace unos días la Comisión europea presentó, con gran alborozo, una estrategia “en defensa de los derechos del colectivo LGTBi”. ¿Qué supone? En los próximos cinco años, lo prioritario para la Comisión no serán los millones de desempleados, las colas del hambre o la destrucción industrial consecuencia de la presente crisis; lo prioritario será encumbrar el ideario del movimiento LGTB y acaudalar a las ONGs, lobbies y partidos políticos que pretendan ejecutar los diseños sociales que pasan por destruir la familia tradicional e imponer el adoctrinamiento sexual en las aulas.
Entre las medidas que la Comisión europea plantea imponer a los Estados para hacer de Europa el “gran arcoíris” figura la necesidad de legislar la tipificación de la “homofobia” como “delito de odio” y el reconocimiento generalizado del matrimonio y adopción por parejas homosexuales con plenos efectos jurídicos iguales en todos los países europeos. Se pretende imponer una misma norma en toda la Unión europea que pase por homogeneizar todas las legislaciones de los Estados miembros. Es decir: la Comisión plantea aplastar, una vez más, la soberanía de las naciones interfiriendo en su vida social e institucional para imponer la agenda ideológica de un lobby particular y bien remunerado, el LGTB.
La celeridad y prontitud con que la Comisión europea acelera su apoyo a los lobbies LGTB, enormemente poderosos en Bruselas, contrasta con su actitud hacia la familia tradicional y la natalidad, que es la del desprecio y el ninguneo. Es definitiva: para la Unión europea, lobbies homosexualistas sí; familias tradicionales estructuradas y aportando frutos de fertilidad y progreso social, no.
Y precisamente, por su ferviente ardor contra las Patrias libres que todavía se consideran depositarias de la herencia cristiana y tradicional como son Polonia y Hungría, la Comisión europea les ha vuelto a declarar la guerra política y el chantaje económico. “Si no ponéis el trapo arcoíris en vuestros balcones y metéis comisarios en las aulas, no recibiréis los fondos de ayuda contra la crisis”. Así podría resumirse el chantaje institucional contra el presidente húngaro Viktor Orban y contra el polaco Andrzej Duda. Ambos nacional patriotas, ambos cristianos y ambos opuestos al globalismo y a sus lobbies.
Como enemiga del concepto fundacional de la civilización occidental y el derecho romano, que es el de familia tradicional, la Comisión europea ha sido especialmente beligerante con el presidente magiar Viktor Orban, en el poder desde 2010 y cosechando amplias mayorías parlamentarias en su presidencia.
Orban, que inauguró su mandato cancelando el despilfarro político y bajando los tributos con el Impuesto de sociedades más bajo de Europa -9 por cien- y el Impuesto de Renta al 15 por cien, llevó a cabo una política de superávit fiscal y crecimiento económico que en el pasado ejercicio de 2019 permitió a Hungría crecer por encima de un 4 por cien del PIB. Orban creó una política de recto sentido estadista contra el globalismo cuando expulsó del país a la “universidad centroeuropea” de George Soros así como a las fundaciones de este magnate por difundir ideologías disolventes como la sociedad “multicultural”, el fomento del islamismo o el adoctrinamiento LGTB, regado por Soros en 2014 con 40 mil dólares de subvenciones.
Ni corto ni perezoso, Orban sacó del erario público al feminismo y al lobby LGTB e impuso, desde 2019, la política natalista más ambiciosa de Europa, basada en préstamos de 30.000 euros para madres de familia menores de 40 años que estarán exentos de devolución en caso de tener tres hijos o más; exención perpetua en el Impuesto de la Renta a mujeres que tengan cuatro hijos; o la creación masiva de guarderías y programas gratuitos para hijos de padres trabajadores. El resultado de todo ello es que Hungría está recobrando la natalidad autóctona tras el fin del dramático comunismo que dejó al país con algunas de las tasas de fecundidad, abortos y rupturas matrimoniales más terribles de Europa. Hoy Hungría posee la cifra más alta de matrimonios y la menor de separaciones en 50 años. La tasa de fertilidad aumenta considerablemente y el aborto, apartado de la promoción pública, es una lacra a abatir cada vez más reducida. El cierre de Hungría a la inmigración islámica y a la penetración masiva de refugiados desde 2015 fue promocionado por Orban a la vez que planteaba su plan de traer más niños húngaros autóctonos para contrarrestar el proceso de sustitución étnica y cultural que vive Occidente.
La apuesta actual de Viktor Orban radica en modificar la Constitución y las leyes que sean necesarias para blindar el matrimonio heterosexual y monógamo, reconocer el derecho de todo niño a un padre y una madre, eliminar la ideología de género del panorama público y consolidar la familia cristiana.
Hungría no gusta a los progres y globalistas de Bruselas y precisamente por ello recibió un expediente sancionador acusando a Orban de autoritarismo.
Polonia es la otra nación condenada, expedientada y acosada por la Comisión europea. La reciente reelección, el pasado mes de julio, del presidente Andrzej Duda, perteneciente al partido “Ley y Justicia”, reforzó la política de prohibición del adoctrinamiento escolar LGTB, de fomento de la natalidad mediante “bonos” por hijo nacido y de atención sanitaria pública que contempla todas las contingencias y enfermedades pero no la práctica del aborto ni de las operaciones de cambio de sexo. El presidente Duda considera el adoctrinamiento LGTB como un nuevo totalitarismo peor que el soviético y apoya las declaraciones de amplios municipios polacos como “zonas libres de ideología LGTB”. Polonia fue acusada falsamente por las élites de Bruselas de autoritarismo y de amordazar al poder judicial; el gobierno socialcomunista de España, en cambio, no ha recibido reprimenda alguna por sus cambalaches orientados a cooptar el poder judicial a modo de mafia de amiguetes.
Polonia y Hungría son dos naciones expedientadas y diabolizadas por la Comisión europea mientras son sometidas a chantaje y extorsión por parte de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. La susodicha es miembro del Partido popular europeo y no dudó en proclamarse enemiga de la soberanía de las naciones cuando tildó de “inhumanas” las leyes soberanas de Polonia para proteger a los niños de la pedofilia o del adoctrinamiento LGTB. Ursula von der Leyen trata de agradar constantemente a socialistas, comunistas y verdes; política similar a la de sus correligionarios en España, el PP, inmerso en un viaje permanente al “centro”.
Pese a que la Unión europea carece apenas de competencias en políticas como familia o educación y por tanto la facultad de reconocer derechos a parejas homosexuales corresponde a cada Estado miembro, la Comisión europea apuesta por imponer una agenda ideológica a las naciones mercadeando con los fondos de recuperación ante la crisis originada por el Coronavirus. De esta forma, el matonismo de la Comisión europea hacia Polonia o Hungría se basa en arrinconar a estas naciones respecto a los planes de ayuda cuando no cumplen con los dictados ideológicos de los lobbies y magnates que tanto peso poseen en el aparataje burocrático de la Comisión europea.
Las élites de Bruselas quieren, a toda costa, impugnar la libertad con que pueblos como el polaco o el húngaro organizan su vida interna. Lo hacen para instalar diseño sociales tejidos en laboratorios marxistas culturales y ávidos por imponerse sobre los pueblos a pesar de los supuestos “derechos y libertades” que los padres y las familias poseen en la Europa democrática.
Estimado lector: Cuándo un “euro entusiasta” de esos que alaban como dogma a la Unión europea, le llene los oídos de palabrejas laudatorias hacia la neutralidad ideológica de las instituciones comunitarias, recuérdele que los mecanismos de ultimátum y extorsión aplicados por la Comisión europea no son contra los socialcomunistas de España sino contra aquellas naciones con gobernantes identitarios, patriotas y cristianos que tienen un norte moral y estadista para guiar a sus Patrias en una senda de progreso y paz social.
La Comisión europea está por el globalismo y contra las Patrias libres. Cuanto antes lo entendamos antes romperemos tabúes y lucharemos por la auténtica libertad, que se construye en la verdad de la Historia y de las naciones soberanas.
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