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Son los medios los que justifican cualquier fin. Por Luys Coleto

Sabe mi admiradísimo Rafael López, aparte de recordarle cariñosamente que conservo en plenitud e integridad los pulgares, que con Maquiavalo y su Príncipe comenzó la vaina. Se teorizó. Con Hobbes, el Monstruo se perfeccionó. Se apuntaló el horror, el Leviatán. Príncipe y Behemot, mimetizados, indistinguibles.

Ética y política, divorciándose

Y se escindió concluyentemente la ética de la política, irreversible abismo. En el caso del florentino, vida y obra, exacta coincidencia. Zurullo aproximadamente humano, no se distinguió ni por su amor ni por respecto alguno a sus semejantes. Su filosofía política, un nostalgiar de la totalitaria y liberticida Roma antigua.  Ante su parcialísimo y muy discutible concepción antropológica, maldad innúmera de todo hombre, sólo un Estado fiero y férreo y eficiente, gobernado por un príncipe astuto y carente de escrúpulos morales, puede garantizar un orden social justo que aplaque la supuesta violencia humana que alberga todo sapiens sapiens.

El gobernante, en ese sentido, tiene que ser capaz de controlar y manipular situaciones, valiéndose de cuantos medios precise mientras obtenga en el ínterin sus fines: lo que vale es el resultado. Solo importa el fin: el poder. Consecución y mantenimiento. Siguiente jalón, afianzar indefinidamente el poder del déspota.

Todo por el poder

El florentino, que dedicó El Príncipe, a Lorenzo de Medicis (1492-1519), duque de Urbino, fue el primero en nombrar al monstruo, en utilizar la palabra Estado en su sentido moderno. Estado fuerte. Rocoso. Sanguinaria. Avatar de Dios en la tierra. Y para  conseguir dicho poder se tendrá que recurrir a la astucia, al engaño y, si es necesario, a la crueldad. Máxima, si fuese necesaria. Y a la mentira sistemática, indeleble marca de la casa. El Poder. El desnudo y anhelado poder, siempre corrupto y corruptor.

Si el interés de la patria exige traición o perjurio o crimen masivo, se comete. “La grandeza de los crímenes borrará la vergüenza de haberlos cometido”. Los medios no importan: no es necesaria la moral, sino un realismo práctico. No lo que debe ser, sino lo que es en realidad. Política y ética devienen para Maquiavelo dos ámbitos absolutamente diferentes e incluso contradictorios. Opuestos, diríase. El Príncipe, única y exclusiva brújula: diestro en el engaño, no debe tener virtudes, tan sólo aparentarlas. Debe ser una persona amoral, profundamente inmoral por momentos, indiferente ante el bien y el mal. Obviamente, debe estar por encima de ambos.

Las dictaduras modernas se lo deben (casi) todo a Maquiavelo y su consiguiente realpolitik, como locución específicamente distinta de las añejas formas de (proto)totalitarismo. Adopte el disfraz que adopte, «democrático» o «dictatorial», todo gobernante deviene hondamente maquiavélico. Déspota inmundo, tahúr de mancebía, perfumándose de sórdido paternalismo…

Otra forma de entender el poder

…Y se puede anhelar otra forma de vivir la polis. Tomás Moro. O Giovanni Pico della Mirandola. O Tomasso Campanella. El riesgo, letal y pavoroso, con estos tres autores: floreada utopía y repulsiva distopía se sobrevienen inexorablemente.

Mejor retorno a Grecia, veinte siglos antes. Desde luego, Platón y Aristóteles: un hombre bueno, moral y justo puede (y debe) ser un buen político. Y mucho mejor, dónde va a parar, mi venerado Diógenes el Perro, distinguido discípulo de Antístenes, otro genio imperecedero: mandar a que le perforen la zanja de retaguardia al gobernante máximo de la época, a la sazón Alejandro III de Macedonia. En fin.

Mejor, EL MAL. Por Rafael López

 

Disculpen los lectores del Correo lo atribulado de mi defensa de la controversia de hoy. Mi rival Luys Coleto, conocedor de mis servidumbres tecnológicas, ha aprovechado, con aviesas intenciones, hasta última hora para concretar conmigo el asunto de la misma. El motivo de su inquina no es otro que el hecho de haberle vencido, con claridad, en la última controversia, en la simpática opción de voto que ofrece el Correo a los lectores de esta sección.
 
Como no me desánimo fácilmente, trataré de realizar una defensa numantina con los recursos a mi disposición. 
 
La controversia de esta semana es tan vieja como el mundo, pero el Mal aunque en su génesis tiene una misma naturaleza va adaptándo su fisonomía a las distintas épocas de la historia. Es conveniente, por ello, conocer su imagen actual para «apuntarse al carro» y no coger un tren equivocado. Porque el objetivo es ser uno de los privilegiados que viajan calentitos y confortablemente arriba, y no uno de esos mugrientos, e inútiles, siervos a los que el carro, o el tren, les pasa por encima. Sólo ese espurio fin justifica, ampliamente, los medios necesarios para su consecución. 
 
En España, la máxima representación del Mal, la tenemos en el Gobierno de la nación. Analicemos su ‘modus vivendi’ y ‘modus operandi’:
 
– MIENTEN los miembros del Gobierno: SI, pero no les importa.
– TRAICIONAN sus promesas y compromisos: SI, pero no les importa. 
– MATAN los miembros del Gobierno: SI, pero no les importa.
– ROBAN Y RAPIÑAN los miembros del Gobierno: SI, pero no les importa.
– SON AMORALES E INDIGNOS los miembros del Gobierno: SI, pero no les importa.
– SE LUCRAN los miembros del Gobierno: SI, pero no les importa.
– FINGEN PREOCUPARSE POR LA SALUD PROVOCANDO UNA HAMBRUNA: SI, pero no les importa. 
– CORROMPEN a la sociedad: SI, pero no les importa.
– VIVEN CON TODO TIPO DE INMERECIDOS PRIVILEGIOS los miembros del Gobierno: SI, pero les trae sin cuidado. 
– DESPRECIAN a sus siervos los miembros del Gobierno: NO, porque ni los tienen en cuenta.
 
Yo quiero el Mal, el Bien nunca me ha resuelto nada en la vida, ni me ha traído la felicidad. La única preocupación que debo tener acogiendome al Mal es utilizar, perversamente, todas las herramientas que nuestros gobernantes están utilizando, con tan sublime solvencia, para poder disfrutar del estándar de calidad de vida que merezco y que no es otro que el de nuestros iluminados gobernantes. Porque las únicas «hazañas» de quienes ya están disfrutando de la buena vida son, sencillamente, haberseme anticipado, y ser, malos. 
 
Por supuesto que el fin justifica los medios. Desde hoy mismo, voy a dejar de perder mi tiempo, y agotar mis esfuerzos, en cumplir lo que dictan las leyes, las costumbres y la moral. Voy a dejar de hacer las cosas gratis en un voluntarismo estéril, porque, a partir de hoy, voy a poner a trabajar mi talento, y mi maldad, para conseguir mis objetivos. 
 
No hay nada que deba perturbarme porque es una sencilla elección, como en las presidenciales de tantas Repúblicas, o lo uno o lo otro. Y no hay dudas, mi intencion es ser más malo que los demás, e incluso de los que ya están, para que corra el escalafón y ocupar sus puestos de malos oficiales. Una maldad áspera y sin concesiones a nada, ni a nadie. 
 
Seré más mentiroso que ellos, más traidor, más homicida, rapiñare más y mejor. No tengo de qué preocuparme o avergonzarme, es una elección muy simple y tomar la de los perdedores es de estúpidos o ingenuos. Mi maldad será aún más cruel porque me han mentido, me han traicionado, me han matado, me han robado y rapiñado, me han zaherido de todas las infinitas formas y me han pisoteado inmisericordemente. Abrazare, ardientemente, el Mal para destruir a los que me han destruido, para mentir a quienes me han metido y para odiar a quienes me han odiado, porque el Mal no tiene amigos, ni enemigos, ni amos, ni compañeros de viaje. 
 
Porque el Mal es la perfecta sublimación del egoísmo y el único camino para conseguir la perfecta felicidad y la libertad. 
 
Porque yo veo a los malos que ríen, y se ríen, mientras que el vulgo embrutecido y sumiso se desespera, se suicida y se arruina. Pero es una ruina total no sólo económica o anímica, es la implosion de la persona misma, zaherida hasta el infinito. No tiene ningún sentido seguir las antiguas creencias de nuestros ancestros que sólo conducen a estos devastadores efectos que no sólo destruyen al propio individuo, también a sus Familias que sufren su error de elección.
 
Es extraño que tras dos milenios aún siga teniendo adeptos esa función religiosa de los domingos. Después de tanto repetirse pensaba que ya había dejado de tener interés. Creer en una vida más allá de la muerte, o que existe algo trascendental en la miseria biológica que es la especie humana son patrañas de orondos curas para vivir como lo que son. Los gusanos darán cumplida cuenta de los buenos y de los malos, pero los primeros habrán sido doble y estupidamente siervos: por una parte de unas creencias sin fundamento y, por la otra, de los malvados que si supieron entender el sentido de la vida y la disfrutaron con intensidad y deleite gracias al Mal.
 
No recuerdo quien fue el visionario que determinó aquello de que «la religión era el opio del pueblo», ¡que gran verdad! porque la religión ha servido para su sometimiento y sean dóciles siervos. Luego, otros, inculcaron una deliciosa idea «la del sentido de Estado» para engañar a quienes veían en el comunismo una idea redentora liberadora del hombre. El Mal es egoísmo en estado puro, es individual y nunca colectivo, no ofrece concesiones ni atiende a ideologías porque carece de ellas, y así lo han demostrado todos los buenos malvados del mundo.
 
De verdad señores, acojamos el Mal, seamos unos virtuosos de la mentira y la traición, seamos unos malnacidos y unos homicidas, y no tengamos remordimientos por ello, porque el supremo Bien está en el Mal.
 
Ya lo determina, cristalino, ese viejo dicho: ¡A vivir que son dos días! 
 

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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