22/11/2024 00:42
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 El obispo brasileño Adair José Guimarães denuncia que el Nuevo Orden Mundial (NOM) está aprovechando el coronavirus para imponer su agenda social y política.

Mons. Guimarães añadió: «El Estado profundo (el NOM) tiene el próposito de hacer un reinicio, resetear todo lo que tenemos de la cultura de defensa de la vida, de la fe, de la familia, de la propiedad privada y de la propia libertad».

A la consecución de lo anterior que acaba de denunciar el obispo brasileño juegan los podemitas, los sociatas, los voceros de las excelencias del izquierdismo y el comunismo, los defensores de la zapateril Ley de Memoria Histórica, Pablo Hasel, los laicistas impenitentemente irredentos, la gran mayoría de los líderes políticos y sindicalistas de la actualidad sociopolítica española, los separatistas y nacionalistas de toda ralea y localización geográfica en la vieja piel de toro que sigue siendo pese a todo España, muchos en la Iglesia católica (eclesiásticos y seglares), los impulsores y valedores del llamado Pacto de las flores que garantiza el actual Gobierno de Canarias (PSOE, Nueva Canarias, Podemos, Agrupación Socialista Gomera), los del Foro de Davos, los impulsores de la invasión migratoria, los que contribuyeron a derrocar con malas artes a Trump a fin de colocar a Joe Biden…

Pero vamos por partes, ya sea brevemente. Prestigiosos analistas que toman el pulso a la realidad sociopolítica y económica, española e internacional, coinciden en sostener que el rapero español Pablo Hasel es un juguete roto en manos de los podemitas; manipulado por estos y por el resto de fuerzas mediáticas de la extrema izquierda, quienes abrigan o alimentan el propósito de seguir erosionando la democracia en España, como la anti-España que son. Lo cual es lo mismo que afirmar que la intención de los podemitas no es otra que la de acabar implantando en nuestro país una dictadura al estilo chavista-bolivariano.

Sobre este asunto, no es que pretenda llevar la contraria al bueno de Eduardo García Serrano a propósito de su magistral «Hasel, un gilipollas que escribe como un patán y canta como un gorrino» (en El Correo de España: 20/2/2021), pero sí que querría solo añadir que, si en efecto Pablo Hasel fuese un ciudadano normal, es decir, respetuoso, que vive y deja vivir, que intenta respetar lo institucionalmente respetable y no fuese lo que es, un apologeta del terrorismo de índole revolucionaria y marxistizante o marxistizoide, a mí particularmente no me afectaría gran cosa el que escriba y cante como dice en su artículo Eduardo García Serrano (ya he adelantado que joya de artículo, como la mayoría de los suyos, por no decir todos). No en vano, no todos los que escribimos podemos ser tan buenos poetas y prositas como Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Ramón María del Valle-Inclán, o el propio Eduardo García Serrano. Y los que cantan, como es el caso del rapero de marras, no tienen todos por qué cantar como mi paisano Alfredo Kraus o como el brasileño Milton Nascimento  («cuando canta Milton, parpadean las estrellas», decía del brasileño el obispo y poeta, recientemente fallecido, Pedro Casaldáliga, español y catalán, misionero claretiano en el Brasil).

Con todo o sin que obste lo dicho, ni me gusta la forma como canta este pertinaz majadero, violento entre los violentos, ni sus letras, que desde luego para mí no representan lo más granado del movimiento obrero; el cubano Silvio Rodríguez, empero, que es apologeta de la Revolución castrista, sí me sigue gustando. Y mucho (como que crecí escuchándolo, y a los trovadores de la música popular brasileña, y a los grandes del blues y del jazz y del rock…). Sin que ello impida que también me interesen, como literatos, el también cubano Guillermo Cabrera Infante -quien acabó echando pestes de Silvio Rodríguez y de toda la llamada nueva trova cubana-, el hispanoperuano Mario Vargas Llosa o el reaccionario Ezra Pound. 

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Porque además -y esto que diré reconozco que molestará a no pocos, y hasta que será ponderado como una declaración mía pretensiosa, vanidosa, soberbia, inmodesta-, considero que tengo más conciencia de clase, capacidad intelectual, honestidad militante y sensibilidad artística que Pablo Hasel que todos los podemitas y sociatas conozco, Adriana Lastra incluida. Y empero a mí no me conoce nadie, no soy noticia en la prensa, la prensa no publica nunca mis escritos, soy alguien completamente anónimo, no mantengo reseñas biobibliográficas en las redes sociales, los escritores más o menos consagrados de mi generación y de las generaciones aproximadamente coetáneas pasan absolutamente de mí… 

Pero en fin, cuitas aparte lo que sí me parece indudablemente cierto es que Hasel es un apologeta de la violencia terrortista, de la kale borroka callejera. Y se supone que tal apología es constitutiva de delito en el ordenamiento jurídico español. No niego que, de acuerdo a su ideología marxista este hombre crea a su manera en la justicia social, la solidaridad, en el hombre nuevo revolucionario, incluso en el superhombre nietzscheano y resto de valores de que hacen gala los progres, los perroflautas, los neomarxistas y resto de izquierdistas. 

Hijo de un conocido empresario y nieto de un militar franquista que luchó contra el maquis (por mi parte yo soy hijo y nieto de tobreros, amas de casa, campesinoslabradoresjornaleros), más que artista, escritor o cantante es bravío apologeta de la violencia terrorista (principalmente de ETA y del GRAPO), de la kale borroka callejera y como  amigacho de narcodictadores como Nicolás Maduro.

Así las cosas, siendo las dichas sus fidelidades, juzgo como indubitable que Pablo Hasel es un producto de desecho del Gobierno socialcomunista presidido por Pedro Sánchez y vicipresidido -por más que este hecho parezca deleznable a la par que increíble- por Pablo Iglesias, los funestos Pedro y Pablo que los españoles tenemos la desgracia de soportar, para ruina general de la nación. Es un producto de toda la propaganda y la presión mediática de la llamada extrema izquierda, con sus emisoras de radio, canales de Youtube, publicaciones digitales y escritas…

La misma extrema izquierda, callejera, ideológica y mediática, que culpa a Francisco Franco de dictador genocida y hasta de la muerte del torero Manolete, es la que le ríe las gracias a Pablo Hasel, individuo que ha sido juzgado y penado por delitos de desacato a la autoridad, violencia contra un acusado en un juicio (¿o era un testigo?), y apología del terrorismo, y que justamente ahora pisa la prisión, cuando en verdad hace años que, por causa de sus delitos, igual debía haber dado con sus huesos en el talego.

La misma extrema izquierda que sigue proclamando que solo ella creará trabajo y riqueza que repartir principalmente entre las capas más humildes de la sociedad, usa a Pablo Hasel como un juguete roto. Pero sobre todo esa izquierda más o menos extrema está al servicio de los planes del Nuevo Orden Mundial, de su Agenda 2030, y por ende de la expansión del comunismo a lo chino por todo el orbe.

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Desde luego, resulta patético y gracioso, pero es sobre todo dramático, que los voceros de la izquierda hablen de que con ellos, con sus políticas sociales, va a llegar el bienestar para todos, especialmente para los sectores menos privilegiados de la sociedad, cuando la evidencia de los hechos es justamente la contraria: los socialistas, comunistas, filocomunistas, mediocomunistas y los comunistas de cuerpo entero en lo que son expertos es en gestionar la miseria, de suerte que a base de pagas y paguitas, subsidios, oenegés y demás ayudas sociales aseguran nichos electorales. 

Y si aun así no nos lo creemos miremos, si no, los millones de parados que dejaron tras dejar el Gobierno presidentes como Tigrecán I de Mongolia (también llamado Felipe González), Zetaparo (también llamado José Luis Rodríguez Zapatero) y ahora Falconetti Sánchez o Doctor Cum Fraude. 

Y por supuesto que de nada vale que al menos los años de gobierno de José María Aznar y de Mariano Rajoy, del Partido Popular (sin duda tan criticables en muchos aspectos, y por lo demás partido por el que yo nunca voté, pues hasta hace un par de años siempre voté por izquierda, extrema izquierda o directamente no voté, las más de las veces, movido por simpatías libertarias), supusieran un cierto saneamiento de la economía española y la consiguiente creación de millones de puestos de trabajo. De nada vale porque para los voceros valedores de raperos apologetas de la violencia terrorista, Aznar y Rajoy son fachas, fascistas, neofranquistas… 

De nada vale, porque lo mismo que estos voceros socialistas, filocomunistas, mediocomunistas y comunistas de cuerpo entero blanquean el nuevo tren de vida de trepas politiqueros como Pablo Iglesias y señora, Echeminga Dominga (también llamado Pablo Echenique, quién lo ha visto y quién lo ve en el elitista barrio de Salamanca), Errejón, Alberto Garzón, y en general el de toda la casta podemita y sociata, hacen oídos sordos y la vista ciega a los errores y horrores que el mundo, en apenas un siglo de aplicación de la doctrina marxista, ha conocido perpetrados por el comunismo internacional. 

Que la parte podemita del Gobierno alienta la violencia callejera que sacude, desde hace ya una semana, Madrid y Barcelona -con peligro de que acabe alcanzando Valencia, que es hoy por hoy una sucursal del separatismo catalanista-, es una evidencia incontestable. ¿Por qué o para qué? Que lo aventuren los más lúcidos y conspicuos analistas; yo por mi parte sospecho que podría ser causado por tensiones internas en el actual pacto de Gobierno PSOE-Podemos. O por razones electoralistas y politiqueras. Comoquiera que sea, lo acabará pagando España: más estropicio y destrucción de los valores y fundamentos de nuestra tradición cristiana, base de todo Occidente (con lo mejor de la herencia judía, más la de Grecia y de Roma), y más servilismo a los dictados del NOM, el cual no es ni más ni menos que la Bestia (apocalíptica). Bestia cuyas riendas las maneja el Maligno.

Autor

REDACCIÓN