21/11/2024 19:40
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Colegueando, molón, Fray Gabi.  Hermana Gabilonda, tal su radiofónico hermano. O, también, el padre Ángel Caído. Y, sobre todo, Cromañón, O el ilocalizado eslabón perdido. Cuando era profesor. Y caían hostias (sin consagrar) como panes. Y galletas a gogó. Con saña, con mucha saña. “ Soso, serio y formal”, encarnizado maltratador. E impune, como tantas cosa en España, hogaño Bozalistán. Y recuerdo dolorosa y dolorida misiva de ex-alumno. Carta subrayando «aquella paliza soberbia, rabiosa y abusona que le propinaste en plena clase a un chico de 13 años».

Fatuo, soporífero, arrogante y racista Cromañón

Categórica epístola pues de un antiguo alumno del Colegio Sagrado Corazón de Jesús de Madrid. » «Hermano Gabi, así te llamábamos los alumnos del Colegio Sagrado Corazón de Jesús de la calle Alfonso XIII de Madrid, allá por los años 1971 a 1973, cuando tú nos impartías historia del arte y nos veíamos obligados a soportar tus exposiciones«.

Marcabas tendencia, luciendo una estudiada melenita rubia y con frecuencia, dejabas asomar una camisa rosa por encima del alzacuellos que llevabas siempre abierto, en aquella sotana impoluta que destacaba frente a las batas y hábitos zarrapastrosos de muchos de tus compañeros de congregación: los Hermanos Corazonistas. Hasta las alumnas del cercano colegio Santa Catalina de Siena, te miraban suspirando, algo que a ti no te pasaba por alto y que hacía aumentar tu ego y, desde luego, tu total ausencia de humildad, algo que se te debería suponer como cura ¡PORQUE ERAS CURA! o “hermano”, da igual.

Con notable distancia, nos ilustrabas en tus enseñanzas frente a nuestras cabezas rellenas de no se sabía qué. En aquel entonces, mientras te escuchabas hablando con deliberada pausa, nos aleccionabas sobre la supremacía de la raza vasca a la que perteneces, con una voz muy engolada y estudiada. Porque de todo, menos espontáneo. Y así sigues.

Pedante, sádico, mala bestia, perturbado…

Tampoco sabías estimularnos o incentivarnos para aprender algo de aquellos “plomazos” a los que nos sometías. Pasé inadvertido porque en el colegio no debías destacar ni por brillante -a lo que este servidor no alcanzaba -ni por zoquete. Tú llegaste a tenerme un cierto enchufe porque jugaba al balonmano y a veces nos entrenabas, no daba guerra en clase e iba pasando los exámenes sin llamativas calificaciones, pero sin tropiezos.

También me vienen a la memoria -o mejor, no se me borran -algunos episodios menos insípidos, entre los que destaca aquella paliza soberbia, rabiosa y abusona que le propinaste en plena clase al díscolo «S» (inicial de su apellido) que hacía gala de ser el graciosillo y el chulito, aunque tenía facultades para ser un buen alumno. En todo caso, un chaval de 13 o 14 años, al que doblabas en envergadura y que, además, no se podía defender por tu sotana y su más que posible expulsión.

Y nos obligaste a presenciarlo al resto de los 50 alumnos que integrábamos el aula. Pero “S” te había mirado mal al reprenderle y eso, para alguien de bien como tú y tras haber hecho tus votos, no se podía soportar. La soberbia, ante todo, ante el crucifijo si era necesario.

…como tantos curas

Fue tal la lluvia de golpes que descargarte contra él, con la mano abierta y el puño cerrado, que hasta cayó al suelo aturdido-mientras con un hilo de voz sólo decía “hermano, por favor”- donde tú seguiste el golpeo con los ojos desorbitados, babeante de rabia. Técnica esta, la de las palizas hasta besar el suelo, que a pesar de ser utilizadas con profusión por algunos de tus hermanos de congregación, es de las que más se me quedaron grabadas, junto a otra similar en tercer curso de bachiller -cuando estudiábamos en la calle Claudio Coello -que protagonizó, con tus mismas «nobleza y dedicación», el hermano R. C. contra J. D. o algunas especiales del hermano «Pingüino»- un enfermo mental- o del Moisés «Dos Caras», otro perturbado.

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te ensañaste con el alumno y lo humillaste hasta el infinito, volcando la frustración de ser un cura sin vocación -el tiempo ha dado la razón -al que le daban asco aquellos ignorantes, el colegio y hasta la propia sotana que te encerraba y que con tanta coquetería exhibías.

La maldad premiada

Claro está, nadie se lo contaba a sus padres, porque eso era de afeminados. Pues de eso, eso tan edificante, no hay nada en las redes. Ni de los otros muchos episodios violentos contra los que no llegaban ni a adolescentes. Y hasta leo pasajes jocosos de tu vida docente ¡hay que ver cómo funciona la censura hoy en día!

Entonces te las dabas de cultísimo y nos citabas autores extranjeros con alguna frase impactante que a nosotros, a esa edad, nos importaban un pimiento e hiciste carrera en la educación, llegando a ser catedrático, rector, ministro ¡TOMA YA!

Estabas muy por encima y nos lo hacías saber de muchas maneras y esa era una: el guantazo y otra, el desprecio: “eso no llegas a entenderlo” “vuestra inteligencia no da para más”, y frases simpáticas de igual calado, acentuando tu prognatismo y con gesto de suficiencia.

Estábamos tan abducidos, que algunos opinaron que «S» se lo merecía por la chulería con que te había mirado. Hasta ese punto teníamos el seso sorbido por tu santa violencia. Y llegábamos a ver, con cierta naturalidad, que te mofaras, entre dientes, de las gorduras de un alumno con obesidad mórbida cuyo apellido empezaba por “H”.

Supongo que ahora, de tal incidente ante 49 testigos más la víctima, no te acordarás -aunque los dos y muchos más, sabemos que sí lo recuerdas como otros tantos episodios de tu “Ira Santa” y de tu chulería ilimitada. Es posible que le eches la culpa a todas aquellas instituciones que ahora criticas con ardor y de las que dirás que eras prisionero. Aunque solo eras reo de tu personalidad violenta.

El tedioso rey «león»

Pero erais vosotros, los rebotados, los docentes insatisfechos – y los que estáis ahora haciendo política- los que creabais ese clima y denostabais a muchos Hermanos Corazonistas admirables por su vocación de entrega y su dedicación.

En la actualidad, después de los años, eres el “León de la Asamblea de Madrid”. León, porque lo lees todo, cuando tus intervenciones, tus «homilías» soporíferas siempre las pronuncias leyendo un papelito sin despegar la vista de él ni un segundo.

No puedes ni emplear la décima parte de memoria que nos exigías para hablar del Jónico y el Dórico, allá por 1972. Hace unos meses, te vi en la Asamblea de Madrid, recriminando a la Presidente con un textual «¡BASTA YA DE ASPAVIENTOS… CUMPLA LA LEY!», levantando la voz más de lo normal, lo que me sorprendió dado tu habitual tono monótono.

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¡Impactante, soberbio! ¡Qué oratoria! ¡Qué facilidad de palabra parlamentaria, qué dialéctica! Pero no, tampoco en ese momento en el que te debías mostrar airado y espontáneo, materializando, sin guión, tu cabreo (con 7 palabras) fuiste capaz de despegar la vista del papelito. Un  “BASTA YA” leído. Con eso lo has bordado. Un auténtico “León”.

Cobarde abusón

De tu candidatura a la Presidencia de la Comunidad, más vale no hablar, porque te veo leyendo hasta el “buenos días señorías”, sin perjuicio de que lo que prometes en campaña no se lo cree ni uno de aquellos chavales que te teníamos que escuchar hace 50 años y que te teníamos muy “calado”. Lo de “soso”, como te llaman, se queda corto. Por supuesto que eres soso, aburridísimo, con nula facilidad de palabra, pero hay mucho más detrás de ti. Algo más oscuro que tu antigua sotana. Las personas cambiamos poco, y muchos-muchísimos- te vimos “en acción”, a pesar de que te las puedas dar de hombre de paz y de que muchos se lo crean, es falso por completo, eras un cobarde abusón.

Se baraja tu nombre para el cargo de Defensor del Pueblo ¡vivir para ver! SI TUVIERAS VERGÜENZA, PEDIRÍAS PERDÓN A TODOS AQUELLOS NIÑOS A LOS QUE MALTRATASTE DE PALABRA Y DE OBRA Y CON BASTANTE AHÍNCO.

…Pero no lo harás, porque serás el Defensor de la Mentira

Y perteneces a aquellos que exigen que la Iglesia pida perdón. Tú, por supuesto que no y “eras Iglesia”. Me gustaría saber lo qué pasaría si, con tu pasado, alguien de signo político opuesto, estaría indemne como tú, en Internet y en cualquier medio de difusión.

¡Sabes que no! Sabes que sufriría escraches, abucheos y hasta representaciones teatrales en la calle o cosas peores. ¡Ay, hermano Gabi, jamás pensé que de ser tan bajo desde el punto de vista humano, llegaras tan alto en política, aunque, por desgracia, ya pienso que es lo normal!…

Y rúbrica final. «Un ex alumno corazonista en nombre de muchos  ex alumnos corazonistas”…

…Hasta aquí. Pues eso, poco más que añadir. ¿Petición de perdón y esas irrelevantes futesas? Quia. El Defensor de la Mentira, pues, tras pasteleo, cómo no, sociata y pepero. Y Sanchinflas, fausto en la masónica ué. En fin.

 

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.