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La serie de Movistar+, La línea invisible trata, si no de la primitivísima ETA -aunque un flash-back muestra el instante en que se decide su nombre-, sí de su situación en los postreros sesenta, cuando cometió sus primeros crímenes. La serie describe, sobre todo, la figura de Txabi Etxebarrieta, «el primero en matar y el primero en morir». Lo mismo que acontece con Txabi, la recreación de los perfiles de José Antonio Pardines y Melitón Manzanas -las dos primeras víctimas, tan distintas y distantes entre sí- funciona a la perfección. En ese sentido, Antonio de la Torre recrea de forma impecable e implacable al inspector. Se huye, razonablemente, de caricaturas o demasías, incluso cuando se exponen las crueles torturas ejercidas por la policía nacional. Al contrario que Amenábar con la figura de Millán Astray en Mientras dure la guerra, el director de La línea invisible, Mariano Barroso, derrapando sin despeñarse, consigue salvaguardar durante todo el metraje un arduo, extenuante y descomunal equilibrio.

Eta: tirar a matar

Jamás existió duelo alguno el 7 de junio de 1968 en la Nacional I. El cuerpo del guardia civil Pardines yació en el suelo con 5 proyectiles -tres de 9 mm parabellum y dos de 7,65 mm- con la pistola en su cartuchera todavía amarrada. La conclusión es demasiado obvia: ETA había asesinado a Pardines a sangre fría. Tirar a matar. Con saña. Etxebarrieta sacó la pistola y le disparó por la espalda mientras Pardines comprobaba una matrícula. Cayó boca arriba. Txabi volvió a dispararle tres o cuatro tiros más en el pecho. Fin de la historia. Pardines, décadas de olvido para la víctima. Gloria para su verdugo.

Desde el principio, se puso en marcha la mitificación y la exaltación de Etxebarrieta. Él asesinó a una persona a sangre fría. Por la espalda. Sin posibilidad alguna de defenderse. Algunos lo justificaron, en su momento, no tanto por razones políticas, sino porque iba puesto de anfetas hasta las trancas. Lo único cierto es que un asesino ha sido durante décadas sistemáticamente homenajeado y ensalzado. Repugnante glorificación del “mártir”. Ofrendas florales y colocación de placas en Benta Haundi, lugar donde fue abatido por la guardia civil en un tiroteo posterior a la comisión de su crimen.

Luces y sombras de la serie

Preguntas. ¿Blanquea a los asesinos de Eta la serie de Movistar La línea invisible? Rotundamente, no. ¿Humaniza a los primigenios terroristas? De momento, los asesinos, nos duela o no, siguen siendo humanos. ¿Se trata con respeto a la primera víctima etarra, el guardia civil José Antonio Pardines? Indudablemente. Otros reproches, esta vez por el lado contrario. ¿La serie disculpa a un torturador, Melitón Manzanas y exculpa al franquismo? Por supuesto, otra vez, falso.

Un mérito importante hay que reconocerle a Mariano Barroso, director de la serie. Barroso sigue el camino abierto por filmes como Yoyes, Asesinato en febrero, Trece entre mil, El infierno vasco, Todos estamos invitados, 1980 o Fuego, colocando el foco en las infinitamente injustas víctimas de ETA. El gran traspié de Barroso, moral: la sensación de que no blanquea a Eta pero sí legitima, incluso mitifica, sus orígenes. Una Eta buena durante el franquismo, una Eta mala después. La perpetua y tediosa tabarra izquierdosa. Inquietante.

Distopía abertzale

Entremezclando luces y sombras, miserias y grandezas, la serie merece la pena. ¿Eta derrotada? Digamos que Eta ha decidido ser vencida para que el separatismo vasco en su conjunto gane de forma aplastante e irreversible. Memento Juaristi, genial tirabuzón sobre Kipling, en su Spoon river. ¿Te preguntas, viajero, por qué hemos muerto jóvenes,/ y por qué hemos matado tan estúpidamente?/ Nuestros padres mintieron: eso es todo. Los sempiternos porqués. Zergatik laztandu? Zergatik iguindu? Zergatik. Las razones del amor y el odio. Las razones del definitivo olvido, si pudiese ser.

Algunos vascos tan solo podemos sentir sudores fríos ante el presente (y futuro) de la Gran Euskal Herria del Siglo XXI. La (casi) consumación de la nauseabunda a la vez que grotesca distopía abertzale. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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