04/10/2024 06:27
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Desconozco si aquella abuela merece tal título, tiene nietos y aún juega con ellos, pero llevo semanas haciéndome esta pregunta que jamás imagine diera pie a esta columna, asumiendo que mentes mas lucidas caerían en la cuenta antes que yo por lo evidente de aquel infortunio y el riesgo que implicó.  

Me refiero a aquella incauta anciana que saludaba a irene Montero, sector de riesgo donde los haya, y que como otros 250.000 madrileños creyó a pies juntillas las infecciosas consignas que desde las televisiones compradas por el gobierno repetían toxicamente sus comisarios políticos a sueldo, ocultando el peligro de contagio que el gobierno sabía, las  víctimas se contarían impersonalmente por miles, ninguno se llamaria excalibur.

Las reiteradas advertencias de Europa y la OMS movieron al gobierno a prohibir el 5 de marzo un congreso religioso  en Madrid porque «la cita suponía un gran riesgo para la salud», una cautela despreciada con el experimento sociológico de la lucha de sexos que impone su marxismo cultural con quienes no se odiaban entre sí hasta Zapatero, cuya falta de escrúpulos permitio abrir las tumbas de la guerra civil y el saqueo de los parados, otro defender el #8M y el falso mantra de su «tierra prometida»; la igualdad para que les votes y poder robarte a manos llenas…  hasta la vida.

La denuncia del presidente de la patronal de residencias de ancianos – responsabilidad de Pablo Iglesias – confirma que en su gestión hay dolo, mala fe, y quizás hasta odio. Los test y medicamentos que los geriátricos pidieron para proteger a sus pacientes jamás llegaron. Recibieron medidas paliativas: «no nos daban la buena medicación, esos medicamentos no los han enviado, pero morfina y para sedación de todo». descartando salvar a los ancianos, que despreciaba Podemos en las elecciones gallegas por ser de derechas, hoy condenados a morir por asfixia… marxista, la nueva eugenesia.

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Los medicamentos que reclamaban los geriátricos que funcionan con el Codid-19 eran «Dolquine, Resochin, Ratiopharm o Xaban» están incautados por un gobierno que pretende curarnos desde dogmas que desprecian el tratamiento que promueve Donald Trump, la «hidroxicloroquina» y que la prensa «leftie» califica de lejía, mientras ocultan que más de la mitad de los médicos no tienen test a pesar de la propaganda, razón por la que europa recomienda no viajar a España y poner en riesgo sus vidas..

«Nos va la vida en ello» exclamaba Carmen Calvo, consciente de que si besaba  se podría infectar – como así ocurrió – demostrando su idea de  igualdad. Despreció el hospital de campaña levantado urgentemente para las víctimas de su akelarre feminista por una suntuosa habitación en la clínica privada RUBER donde consumió todos los test que no dan a los españoles, también los del recinto ferial a donde se negó ir..

Engañada, aquella abuela sabía que obraba bien asistiendo al infectodromo que pondría en riesgo su vida y la de cientos de miles porque  «el machismo mata más que el coronavirus», una masacre de 40.000 españoles almacenados, numerados, contados e incinerados, listados en una fría estadística «igualitaria» que los cosifica mientras aplaudimos a las 8pm, otro juego ideológico de control de masas de los demagogos que nos niegan hasta el luto oficial; no lloréis, aplaudid.

Jamás sabremos la cifra real de víctimas. El gobierno que secuestró nuestras vidas con un estado de alarma ilegal, prohibió también las autopsias, ocultando las pruebas de este crimen a la opinión pública, a nuestros jueces y lo más grave e irresponsable, a nuestros científicos, quienes sin las cepas del virus de los cadáveres con las que crear estadísticas, las únicas útiles, crearán también las vacunas.

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¿Sobrevivió la abuelita?. Mientras en la cabecera de la manifestación los líderes del nuevo frente popular pasaban la consigna «prohibido besarse para no infectarse» vistiendo guantes que evitasen el contagio, la anciana de este relato saludaba ilusionada ante las cámaras del  «agit-prop» televisivo a la sacerdotisa feminista, irene Montero, cuando para sorpresa de todos exclamó indignada; «Me cago en la puta, que me estás tosiendo encima.»

 

Tranquila abuela, no me pasa nada». exclamó Montero, aunque si como sospecho fue infectada, creanme que esta incauta mujer habrá conocido el igualitarismo real que si edificó Isabel Díaz Ayuso en IFEMA con el esfuerzo abnegado de miles de sinceros ciudadanos, mientras irene, responsable de toser, mentir y extender la pandemia, consumía todos los test que pedía, pagados por los mismos solidarios españoles que aún esperan mientras los «brokers» del PSOE hacen su agosto importando basura inservible.

¿Llegó a interesarse en algún momento Irene por la suerte de aquella mujer, o concluyo, como afirma su pareja, que también era «lumpen, gentuza de clase más baja que la nuestra.»?

«El socialismo es una nueva forma de esclavitud» Tocqueville.

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REDACCIÓN