22/11/2024 06:45
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¿Qué entendemos con la expresión “fuego amigo”? A lo peor, digo, el fuego de campamento alrededor del cual nos reunimos con algunos amigos en una jornada de acampada. Ahora bien, eso no es lo que significa la expresión, sino más bien todo lo contrario.

    Cuando todavía era un niño, me enseñaron dos cosas que consideró absolutamente necesarias para la formación: no hacer astillas del árbol caído y saber que no todos sufren la historia. Sobre estos dos pilares he conformado criterio a la hora de juzgar. Y si a ese saber humano le añadimos lo que se nos dice… “No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre”, es posible que nuestras críticas, valoraciones y opiniones sobre los demás tengan siempre un fundamento de justicia suficiente, salvadas algunas imprudencias.   

    Si nos retrotraemos al principio, esto es, si no pensamos que todo deviene de forma espontánea y precipitada, recordaremos que la propuesta que llevó el PSOE al Congreso condenando el levantamiento del 18 de julio de 1936 no fue votada en contra por el Gobierno de José Mª Aznar ni por el resto de los congresistas populares. Que no recuerdo si alguno no fue, al menos en esa ocasión, perro fiel de su amo, que es cuestión que no me interesa.

    Pero hay más que decir en esta cuestión respecto al Partido Popular, más, porque, escudándose, como siempre ha hecho en cuestiones de moral y cultura, de lo que ya estaba hecho, ha venido siendo el cooperador necesario de la ley de memoria histórica socialista (31 de octubre de 2007). Bien es cierto que con el apoyo del resto de los Poderes del Estado y demás instituciones del Reino. Incluso del Rey, Felipe VI, a quien le hemos oído decir en más de una ocasión, casi siempre en el tiempo del turrón, algo parecido a esto… que habíamos experimentado un gran cambio después de los años de la dictadura. Claro que contra el Rey no voy a cargar, porque bien sabemos que es un hombre pantalla que dice, hace y lee lo que se le ordena y manda, que en ello le va que se pueda comer su parte, QUE NO ES POCA, de turrón por Navidad.

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    Vale que Zapatero sea un memo, un atolondrado y un nieto atribulado por la muerte de su “yayo”, al que desgraciadamente por sus implicaciones y responsabilidades no hubo más remedio que fusilar. Ahora bien, echarle la culpa de la “aplicación” de su ley de memoria histórica es hacer leña del árbol caído de una forma absolutamente indecente, supuesto que había base y argumentos suficientes para no haber ejecutado determinadas cosas.                                   

    ¿Se pudo haber evitado la retirada de la estatua ecuestre de quien fue el fundador, director y profesor de la Academia Militar de Zaragoza?

    ¿Qué ha hecho la Real Academia de la Historia, aparte de cobrar el sueldo y las dietas que les pagamos todos los contribuyentes a sus miembros, en cuanto a la verdad histórica que conculca la ley socialista?

    ¿Por qué se han negado y se sigue negando misas a favor de Franco y los señores de la Conferencia Episcopal son tan escrupulosos a la hora de ofrecerlas por los “Caídos por Dios y por España”, expresión que no nos admiten?

    Y POR ENCIMA DE TODO… ¿Por qué se consintió la profanación de los restos mortales de Franco de la Basílica del Valle de los Caídos?

    No, no es a Zapatero a quien debemos imputar la responsabilidad máxima en la aplicación de la ley de memoria socialista, porque en el personaje podría apreciarse la eximente de “enajenación mental perpetua” por su tremenda aflicción por el fusilamiento de su abuelo, sino a Aznar, un tipo raro y acomplejado que nada más llegar a la presidencia del Gobierno dijo aquello de “no crean los franquistas que conmigo lo van a pasar mejor que con Felipe González”, y que en un alarde de estupidez máxima, declaró que su mentor político era Manuel Azaña. Esto es, un pendenciero y un acomplejado, un marica reprimido y un masón. Uno de los responsables máximos de la necesidad del Alzamiento del 18 de julio de 1936 que desencadenó la guerra de Liberación Nacional.

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    Es pues, al chico de Valladolid, al que veraneaba en Oropesa, al que eliminó el Servicio Militar Obligatorio, al que negoció con ETA y denominó “movimiento de liberación vasco”, al que -en su complejo de pequeño- le ofreció a una señora que le midiera el “miembro viril”, a quien debemos y tenemos que imputar la ignominiosa ley contra la que no votó ni derogó el Partido Popular. Que no venga ahora contándonos cuentos chinos, porque es a él y al Partido Popular a quienes hay que imputar esta ley y el resto de la ruina de España.

    Y OJO con la promesa que ha hecho Feijoo de retirar la ley de Sánchez y su tropa de rufianes para ganar votos por la derecha.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha