22/11/2024 00:41
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El sargento especialista —perteneciente al Regimiento de Especialidades de Ingenieros nº 11 de Salamanca—revisaba las tomas de electricidad de una de las UCI del hospital de campaña recién instalado en IFEMA, en el tiempo sorprendente de 48 horas. 

—¿Luis? ¿Eres tú, hijo mío? —musitó con un hilo de voz el anciano que yacía en la cama, abriendo apenas los párpados.

El joven sargento, un chaval de 24 años, se sintió consternado. Miró a la enfermera, ésta miró al anciano y luego al militar.

—Ha preguntado por su nieto varias veces —aclaró la enfermera al sargento—. Imagino que al oírle hablar a usted… Está muy mal, creo que no sobrevivirá a mañana.

—Luis, hijo, ¿eres tú? —repitió el anciano, alargando la delgada mano.

Al sargento se le aguaron los ojos. Sintió un nudo en la garganta.

—Sí, soy Luis, abuelo, tu nieto —respondió el joven, hincando rodilla en tierra y sosteniendo la mano del anciano que se la tendía, temblorosa.

No pudo escuchar la enfermera lo que se dijeron el sargento y el anciano, ni quiso hacerlo, ni pudo, realmente. La reciente memoria le trajo en ese instante la imagen da tantos otros ancianos fallecidos en esos días, sin familiares cerca, con el único consuelo de sentir a su lado la voz cálida de un sanitario.

Esta escena no es ficticia. Así me la narró un testigo, un oficial de la Unidad Militar de Emergencia, que también participó en la instalación del hospital de campaña que ocuparon los pabellones  7 y 9 de IFEMA en Madrid.

El pasado 15 de marzo, dada la dimensión que alcanzaba la pandemia producida por la expansión del COVID-19 y el caos sanitario consecuente, se ponía en marcha la Operación Balmis, y al frente de la misma al teniente general Fernando López del Pozo, comandante del Mando de Operaciones, y el teniente general Carlos Palacios Zaforteza, Jefe del Mando de Canarias, como comandante del Mando del Componente Terrestre de la operación. Esta operación ha supuesto el mayor despliegue de efectivos en la historia reciente de España, cuya misión fue «apoyar a la población y a los servicios públicos en sus esfuerzos para contener la propagación del coronavirus». 

Antes de avanzar en mi exposición, vamos a viajar en el tiempo para hacer justicia, puesto que no es extendido el conocimiento de por qué se le ha dado el nombre de Balmis a esta magna operación. Balmis se apellidaba el Físico de Cámara de Carlos IV, el alicantino don Francisco Javier de Balmis y Berenguer (médico cirujano militar, formado en el Hospital Militar de Alicante), quien dirigió la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, la primera gran campaña de vacunación de la historia, el proyecto sanitario más excepcional hasta entonces. La campaña fue sufragada con fondos públicos, auspiciada por el Rey, muy sensibilizado con la tragedia que estaba ocasionando la viruela, que había matado a miles de niños, especialmente en las provincias españolas de América y Filipinas; terrible mal que también se había llevado la vida de su hija María Teresa. La empresa sanitaria fue excepcional: el 30 de noviembre de 1803 partió de La Coruña la corbeta María Pita con 22 niños a bordo, en cuyos brazos se mantenía vivo el fluido vacuno, única manera de conseguirlo durante tan larga singladura. Previo paso por Canarias, la expedición recorrió el Imperio español durante tres años, durante los cuales se vacunó a 250 mil personas, además de instruir al respecto a los médicos locales, entregándoles un ejemplar (se llevaron 500) del libro de Moreau de la Sarthe Tratado histórico y práctico de la vacuna, obra basada en el descubrimiento y prácticas de Edward Jenner, cuya edición en español había traducido el mismo Francisco Javier Balmis, un erudito. Aquella expedición salvó las vidas de centenares de miles de niños en las extensas provincias españolas de ultramar.  Sí, una hazaña más alcanzada por nuestra Nación que lamentablemente no se enseña en las escuelas.

Volvamos al ruin presente. El pasado 5 de mayo, en la sesión de control al Senado, el independentista Bernat Picornell (senador de ERC, designado por la Generalidad) menospreció a las Fuerzas Armadas en su labor de lucha contra el coronavirus. Dijo: «La compra se un avión F-53 equivale a 3.244 camas en un hospital; la hora de vuelo de este avión equivale al salario bruto anual de un enfermero o enfermera […]; un tanque a quinientos respiradores, y un disparo de este tanque a 500 test para la Covid-19 […]. Nosotros no entendemos el gasto militar del Estado». La cuestión no es tanto qué papel está jugando estos días con la emergencia sanitaria, sino el papel que ha “desampañado” (una de las patadas que dio al diccionario durante su intervención) las Fuerzas Armadas a lo largo de la historia “dalestado” (así mismito, aunque quiso decir del Estado), con una militarización que nosotros ni queremos. Usted me dirá que el Ejército ha tenido un papel muy importante en el desarrollo de esta crisis y que quizás toda la sociedad española les debemos muchísimo […]. Pues mire nos puede descontar a nosotros […]. No le debemos nada a este ejército ni a ninguno que esté en medio de conflictos militares». ¿Se puede alcanzar un mayor grado de sandez? Continuó el joven parásito, perdón, el joven senador con apreciaciones dignas de esa anomalía intelectual muy propia de los separatistas catalanes tales como: «¿De qué nos sirve el Ejército?», afirmó que la UME «hace muy pocas actuaciones, sirven, yo diría que para limpiar la imagen, la cara del Ejército. […]. A un coste elevadísimo, 150 millones de euros». Una vez que alguien con sentido común, y un mínimo de conocimiento del mundo en el que vivimos, es conocedor de las afirmaciones hechas por este senador de Izquierda Republicana de Cataluña, concluirá que detrás de ellas no hay más que una pérfida intención, que no es otra que despreciar a una Institución nacional fundamental, así como apreciada y considerada por los españoles, al menos los de bien, que somos la mayoría. Y menospreciando a tan alta Institución, desdeña también a España. Y lo hace con la impunidad que le otorga una partitocracia favorable a que cualquier merluzo, incluso un sujeto enemigo declarado de España y de su sagrada unidad, alcance un escaño en el Parlamento, como es el caso, y muja desde la tribuna de oradores lo que le plazca, sean ofensas, degradaciones o falsedades, como también es el caso. 

Contestó al senador la ministra de Defensa Margarita Robles en términos correctos pero mejorables. Y digo esto porque yo espero algo más de un ministro de Defensa, que dirige la Institución vital para la defensa de la Nación y de su indivisibilidad —entre otras importantísimas funciones reflejadas en la Constitución española—, en un foro político, como es el Senado. Dijo Robles: «Déjeme también, porque creo que es lo justo, reconocer también el esfuerzo que ha hecho la sociedad española en su conjunto, los sanitarios, los trabajadores de los supermercados, los transportista, las Fuerzas de Seguridad del Estado, y sí, señoría, las Fuerzas Armadas españolas. Y tengo que decirle que los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas españolas, aunque a usted no le guste, han escrito una historia heroica en este momento, en la historia de España, precisamente con una única finalidad, salvar vidas y estar al lado de los más vulnerables. Ese ha sido el papel de las Fuerzas Armadas y del Ejército español, aunque a usted no le guste […]. La Ley de Defensa Nacional de 2005 establece precisamente que el Ejército tiene una finalidad muy clara en tiempos de emergencia y de catástrofes como la que ha ocurrido. Yo no sé en qué mundo vive usted, no sé si se entera de lo que está viviendo este país en este momento». Lugo se refirió a las muchas intervenciones de las FF.AA. en misiones de paz por el mundo y a los 186 militares que han perdido la vida en ellas. «Y ese ejercicio de generosidad, de dar la vida, a lo mejor, ni usted ni yo lo estamos haciendo. […]. Usted me dice que con tanto dinero se podrían comprar carros de combate y demás (aquí patinó la ministra, pero le entendemos). ¿Sabe también? Hay quien dice que con su sueldo y con el mío se podrían comprar muchos respiradores». Sin lugar a dudas, y crear empleo y tantas otras cosas. Concluyó Robles recordando a Picornell (previo unte de vaselina «permítame que se lo diga en positivo» para no herir su susceptibilidad) la lúcida conocida frase de don Francisco de Quevedo «Sólo el necio confunde valor y precio», refiriéndose al alto valor de las aportaciones a la sociedad (dentro y fuera de España) de nuestras FF.AA. Ahí se equivocó la señora ministra, porque Picornell es algo mucho peor que un necio. El joven senador separatista (de 30 años) es un miserable amoral, como sus jefes; hijo de las generaciones que han mamado desde hace 40 años (intensidad que avanzó a partir del 95) el adoctrinamiento criminal antiespañol. Ha sido Picordell, como millones de catalanes, inoculado del más efectivo envenenado lavado de cerebro que se ha dado en Occidente sobre tanta población y durante tanto tiempo; al menos, desde mediados del siglo XX, y sin duda de los más perniciosos de la historia de la humanidad, con el beneplácito de quienes deberían haber defendido los intereses de España, y nunca los del partido sobre nuestra Patria.

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En efecto (muy detallado lo publica la Revista Española de Defensa en su número 372, enlace pdf: https://publicaciones.defensa.gob.es/revista-espanola-de-defensa-372-revistas-pdf.html), la participación de nuestras Fuerzas Armadas (así como las Fuerzas de Orden Público, Guardia Civil, Policía Nacional y Policía Local) ha sido determinante, como defendió la ministra Robles, especialmente en evitar la expansión del virus (el 60% de las intervenciones fueron destinadas a la desinfección de espacios, labor primordial en las 300 residencias de ancianos en las que se actuó de urgencia en dos días; 10.550 desinfecciones totales, 5.100 intervenciones en residencias). Es evidente que el discurso del separatista Picornell (aprovechando las circunstancias de la terrible tragedia) no atiende a otra razón que la de degradar a nuestras FF.AA., como ya dije, parte de la permanente campaña antiespañola que se les permite a los independentistas. No estuvo mal la ministra, amordazada sin embargo (quisiera o no) por los compromisos que su nefasto jefe, Pedro Sánchez, ha cerrado con los separatistas catalanes (y PNV y los etarras de EH Bildo), cada vez más ignominiosos para los españoles, de bien, claro está. Circunstancia que, imagino, le impidió argumentar, por ejemplo, que con los 326 millones de euros que la Generalidad inyectó en TV3 y Catalunya Ràdio en 2019, infectos medios de adoctrinamiento antiespañol, se podrían adquirir 326 millones de mascarillas; o entre 15 y 20 mil respiradores (según su aplicación), pongamos por caso. Esto sin contar los 500 millones destinados al mismo fin entre 2017 y 2018. O digamos ¿cuánto material para la seguridad de los sanitarios podría comprarse con 416,8 millones de euros?, importe que de fondos públicos destinó de 2011 a 2017 (según el Tribunal de Cuentas) la Generalidad de Cataluña a la promoción del procés, con toda probabilidad: subvenciones de plataformas en Internet, delegaciones en el extranjero y el acompañamiento del Consejo de Diplomacia Pública de Cataluña (Diplocat), más cuantiosos pagos a “conseguidores” internacionales de reuniones conspirativas con miembros de gobiernos y parlamentarios extranjeros, y un largo etcétera. Pero no, sobre estos detalles no quiso hablar la señora Robles.

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Lo cierto es que la intervención de nuestras Fuerzas Armadas ha sido fundamental para el control de la expansión de este maldito virus. Una media de 7.800 efectivos (3.000 de ellos médicos y sanitarios en general) intervinieron a diario en un promedio de 550 actividades en 200 municipios. Las FF.AA. transportaron personas y material por tierra, mar y aire, y construyeron 16 hospitales de campaña que resultaron vitales. Y fue el Ejército quien trasladó a los muertos, y quien los veló en el Palacio de Hielo, sin dejarlos solos ni un instante, porque eran nuestros muertos, nuestros compatriotas.

Denuesta el senador separatista el «papel desempeñado» por las Fuerzas Armadas españolas en la historia. Y me pregunto, ¿cómo podría iluminarse la mente de quien la tiene tostada de tanto envenenado adoctrinamiento?, la de este joven senador y, lamentablemente, la de tantos españoles afectados del mismo mal.  El «papel desempeñado» por nuestras Fuerzas Armadas, señor Picordell (quizá le llegue esto), por nuestro Ejército, por nuestra Armada, el del ayer de las grandes gestas y conquistas, el de hoy en acciones imprescindibles en la terrible pandemia, en misiones en el extranjero (donde siempre somos un ejemplo reconocido), entre el fuego de los montes, en la defensa de la Nación y de los españoles, en todas estas circunstancias, la han escrito nuestros militares y marinos con letras de «grana y oro». Lo dijo Calderón: 

«la milicia no es más que una

religión de hombres honrados». 

      Enlace intervención senador ERC y contestación de la ministra Robles.

 

 

Autor

REDACCIÓN