22/11/2024 01:34
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No hace mucho tiempo, la mayoría de patriotas y conservadores europeos miraban a Polonia con admiración. Su patriotismo,  su defensa de valores tradicionales y su éxito económico convertían a Polonia en una alternativa al modelo globalista de Bruselas. La firme defensa de sus fronteras ante la “crisis migratoria” artificial desatada por el régimen de Lukashenko convirtió a los soldados polacos en los guardianes de la frontera oriental y al muro levantado por Varsovia en todo un ejemplo de cómo frenar las oleadas migratorias. Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania y el apoyo  incondicional de Polonia a los defensores ucranianos han provocado que muchos de los que antaño admiraban a los polacos los tachen ahora de “belicistas”, “atlantistas” e incluso de “globalistas”. Pero ¿ha cambiado Polonia su posición ante la OTAN? ¿Se ha rendido Polonia al globalismo? En ambos casos la respuesta es no. Lo cierto es que la posición polaca no ha variado desde el final del régimen comunista y que está profundamente enraizada en su propia historia. El problema, como es habitual,  es que los que ponen etiquetas no suelen abrir un mapa y menos aún un libro de historia.

El mejor modo conocer y entender la visión polaca es hablar con los polacos, motivo por el que he publicado entrevistas con el viceministro de Justicia Marcin Romanowski, el coronel y experto en seguridad Tomasz Kośmider y el periodista Adam Starski. El siguiente artículo, publicado en Visegrad Post por Olivier Bault, explica con detalle la posición polaca con respecto a Rusia y la OTAN y analiza el resultado de la cumbre de Madrid.

Cumbre de Madrid. Victoria polaca frente a Rusia

Del mismo modo que la anexión de Crimea por parte de Rusia y el apoyo de Moscú a los separatistas de Donbás en 2014 provocaron una presencia militar simbólica de Estados Unidos en Polonia, y en general de la OTAN en los países del flanco oriental de la Alianza, la invasión del resto de Ucrania por parte de Moscú el pasado mes de febrero ha hecho que esta presencia deje de ser meramente simbólica. De este modo, Varsovia está en proceso de alcanzar un objetivo estratégico perseguido por todas las opciones políticas que han gobernado el país desde la caída del gobierno comunista satélite de Moscú y la salida de la última unidad del ejército ruso en octubre de 1992, tras casi cinco décadas de ocupación. Se trataba precisamente de tener una presencia militar estadounidense en suelo polaco que disuadiera a Rusia de invadirlo.

Para entender la obsesión polaca por Rusia, conviene recordar que el periodo de ocupación entre 1944-45 a 1992 fue precedido por una ocupación criminal de la parte oriental de Polonia por parte de la Rusia soviética de 1939 a 1941 (en aplicación del pacto germano-soviético firmado en agosto de 1939) y anteriormente por el desmembramiento de la República Polaco-Lituana de las Dos Naciones a finales del siglo XVIII, por la que el Imperio ruso se anexionó tres cuartas partes del territorio polaco durante más de 120 años. 

En la década de 1990, cuando la Rusia de los años de Yeltsin parecía abrirse y liberalizarse según las pautas occidentales, la mayoría de los polacos lo vieron esta liberalización como una consecuencia de la debilidad momentánea de Rusia y estaban seguros de que los rusos volverían a su política de imperio una vez pasado ese momento de debilidad. El rearme de Rusia bajo elmandato de Vladimir Putin y la concentración militar en el enclave de Kaliningrado y a lo largo del flanco oriental de la OTAN -que a su vez se desarmó en gran medida tras dos décadas de recortes en el gasto militar para invertir en la transición económica y amortiguar un poco las consecuencias sociales- reforzaron este sentimiento.

La ofensiva rusa contra Georgia en 2008 reforzó esta convicción aún más, y el presidente polaco Lech Kaczyński advirtió entonces que después de Georgia le tocaría el turno a Ucrania, luego a los países bálticos y después, quizás, a su propio país, Polonia. El primer ministro liberal Donald Tusk sí intentó un acercamiento a Moscú entre 2007 y 2014, pero con la anexión de Crimea volvió a la política 100% atlantista que defendían los hermanos Kaczyński.

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Recordemos también que era la izquierda poscomunista la que gobernaba Polonia en el momento de su ingreso en la OTAN en 1999 y que fue esta izquierda la que hizo la elección -muy política- de adquirir F-16 estadounidenses en lugar de los Mirage 2000 franceses o los Gripens suecos a principios de la década de 2000. Tengamos también en cuenta que si los polacos prefieren el armamento americano y siempre han querido una presencia militar americana en su suelo, es,  al menos en part, por el trauma de septiembre de 1939, cuando la gran ofensiva franco-británica contra Alemania desde el oeste no tuvo lugar.

Con la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero, Polonia ha visto aumentar el número de tropas estadounidenses en su suelo de unos 5.000 hombres a más de 10.000 desde marzo. Pero con la cumbre de la OTAN celebrada en Madrid a finales de junio, Polonia se acercó aún más a sus objetivos, ya que Washington anunció el traslado del cuartel general del V Cuerpo a Poznań, en el oeste de Polonia. Desde 2020, esta ciudad había albergado simplemente un comando avanzado de este cuartel general. De este modo, la presencia de oficiales estadounidenses en esta ciudad pasará de unos 200 a 700, y será la primera presencia fija del ejército estadounidense en Polonia puesto que todas las demás unidades estadounidenses que han estado en suelo polaco desde 2016 han tenido una presencia rotativa. 

Al mismo tiempo, los dirigentes de la OTAN decidieron en Madrid aumentar el número total de fuerzas de reacción rápida de que dispone la Alianza, de 40.000 a 300.000 hombres, para responder inmediatamente en caso de ataque a un país miembro. Aunque Polonia no obtuvo, como deseaba, una presencia mayor y permanente (no rotativa), Estados Unidos mantendrá su presencia militar al nivel actual de algo más de 10.000 efectivos. Entre finales de febrero y principios de abril, la OTAN había desplegado unos 40.000 efectivos adicionales en los países del flanco oriental, desde el Báltico hasta el Mar Negro. Aunque sigue siendo modesta, esta presencia también dejó de ser simbólica en los países bálticos y Rumanía, los otros países donde se desplegaron las fuerzas de la OTAN.

El ejército polaco aumentará a 400.000 efectivos y más de 1.000 carros de combate.

Además, el nuevo “concepto estratégico” de la OTAN describe ahora a Rusia como una amenaza y no como un socio estratégico. La asociación entre la OTAN y Rusia se suspendió en 2014 con la anexión de Crimea por parte de Moscú, en violación del Memorando de Budapest de 1994 firmado por Rusia, Estados Unidos, Reino Unido y Ucrania, que garantizaba el respeto a la integridad territorial de Ucrania a cambio de la transferencia de todo el arsenal nuclear postsoviético a Rusia. Pero la consideración oficial de Rusia como una amenaza para la OTAN supone una alineación de facto con las posiciones polacas mantenidas desde hace tiempo. 

En la práctica, este concepto estratégico se utiliza como base para las decisiones de defensa, acabando así con el estado de “muerte cerebral” de la OTAN del que habló el presidente francés Emmanuel Macron hace unos años. En términos prácticos, esto significa que Polonia ya no es uno de los tres únicos países europeos, junto con el Reino Unido y Grecia, que cumple con el umbral del 2% del PIB para la defensa, tal y como exigía el compromiso, hasta ahora muy mal cumplido, adquirido por los países de la Alianza Atlántica en 2014. En este sentido, mantener 300.000 hombres en condiciones de intervenir en pocos días en caso de ataque a un país miembro de la Alianza requiere medidas concretas, que cuestan dinero, para mantener las unidades correspondientes en alerta con toda la logística necesaria.

Para Polonia, esto es especialmente importante porque, como advirtió el difunto presidente Lech Kaczyński en 2008 y como creen muchos polacos, un ataque ruso contra los países miembros de la OTAN, si se produjera algún día, tendría como objetivo más probable los Estados bálticos, que fueron incorporados a la URSS por la fuerza en 1939-40 tras haber sido anexionados por el Imperio ruso en siglos anteriores, y que ahora albergan grandes minorías de habla rusa, al igual que Georgia y Ucrania, pero también Moldavia, donde las fuerzas rusas siguen estacionadas y apoyan a la pequeña república separatista de Transnistria. Sin embargo, los Estados bálticos son difíciles de defender dada la debilidad de sus ejércitos (ni siquiera tienen aviones de combate) y el tamaño y la ubicación de su territorio, encajonado entre Rusia y su enclave de Kaliningrado, de espaldas al mar Báltico. Por lo tanto, un escenario probable sería un contraataque de la OTAN desde Polonia y el riesgo para Polonia sería encontrarse sola frente a Rusia, por ejemplo como resultado de un chantaje nuclear por parte de esta última. De ahí la importancia de contar con unidades norteamericanas en su suelo y de saber que la OTAN tiene una fuerza de reacción rápida preparada para intervenir en cualquier lugar de Europa y en cualquier momento, de modo que la respuesta inicial a una invasión rusa de uno o varios de los tres estados bálticos sería conjunta y no sólo polaca.

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Polonia quiere una presencia permanente de tropas estadounidenses.

Por supuesto, lo que importa aquí desde el punto de vista de Polonia es el aspecto de la disuasión: si el Kremlin está convencido de que habrá una respuesta armada conjunta y masiva por parte de la OTAN, no tomará la decisión de invadir los países bálticos y, por tanto, no habrá conflicto armado.

Pero en realidad, la decisión más importante para Polonia tomada en la cumbre de Madrid fue la aceptación de la solicitud de adhesión de Suecia y Finlandia. Por un lado, los Estados bálticos serán más defendibles, ya que la reacción a un ataque ruso puede venir de Polonia, Finlandia y el Mar Báltico. Por otro, el potencial militar de la OTAN en el flanco oriental se verá muy reforzado con la probable próxima adhesión de los dos países nórdicos con sus modernos y, en el caso de Finlandia, incluso grandes ejércitos, que, al igual que Polonia, ya ha pagado el precio del imperialismo ruso en el pasado, incluso en el siglo XX (en 1939-40, durante la Guerra de Invierno) y, por tanto, está preparada para una guerra defensiva contra Rusia. La adhesión de estos dos países debe ser ratificada por los parlamentos de todos los actuales estados miembros de la OTAN, pero en el caso de Polonia ya se ha hecho, con la aprobación unánime del parlamento. De este modo, Rusia se encontrará con 1.300 km adicionales de frontera terrestre con la OTAN. Si los dirigentes polacos, como el presidente Duda, se precipitaron al afirmar que el mar Báltico sería de ahora en adelante un mar interior de la OTAN (el gobernador de Kaliningrado se ofreció a enviarle un mapa para que pudiera ver la costa rusa), sin embargo sí que será una especie de Mare Nostrum de la Alianza Atlántica.

Desde este punto de vista, la situación geopolítica de Polonia ha mejorado mucho con la guerra desatada por Rusia en Ucrania. Sin embargo, si al final de esta guerra las fuerzas armadas rusas se encuentran no sólo en Kaliningrado y Bielorrusia, como en la actualidad, sino también al otro lado de la frontera polaco-ucraniana, Polonia estaría en una situación muy incómoda y habría fracasado en otro de sus objetivos estratégicos constantes desde la caída del comunismo: tener una Bielorrusia y una Ucrania soberanas y democráticas entre ella y Rusia, y en buenas relaciones con Europa.

Autor

REDACCIÓN