22/11/2024 00:24
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  Sí, fue el grito que dio vida a la Revolución que cambió la Historia del mundo y sobre todo a los más radicales con Maximiliano Robespierre al frente, pero no para todos, sólo para los nuestros, los que estén dispuestos a morir por nosotros.
 
          Pero, no para los enemigos, para esos cobardes y moderados del Centro GUILLOTINA, GUILLOTINA, GUILLOTINA… Fue el discurso del terrible Saint Just, la mano derecha y la conciencia de Robespierre, el que el radical Pablo Iglesias pronunciaría si un día se ve en la Moncloa y con todo el Poder en las manos. Lean.
 
                      

SAINT-JUST 

(Grita) ¡¡¡Nooooooooo!!!… ¡El destierro jamás!… Luís es culpable y debe morir, como deben morir toda su familia y sus posibles herederos… Un Rey en el destierro es una esperanza… la esperanza de los realistas y de los enemigos de la República. 

¡La Revolución no puede dejar vivos a sus enemigos! 

Por eso esta Convención tiene que mandar a la guillotina  

A los curas y a los obispos que no juren lealtad eterna a la Constitución. 

A los militares que no juren lealtad eterna a la Constitución. 

A los Burgueses que no juren lealtad eterna a la Constitución. 

A las autoridades que no juren lealtad eterna a la Constitución. 

Y hasta a los diputados de esta Convención que no juren lealtad eterna a la Constitución. 

¡Todos los enemigos de la República deben morir… aunque el Sena sea un río de sangre! 

¡Ciudadanos, no os dejéis guiar por los que sólo sueñan mantener los privilegios de antaño! 

¡Ciudadanos, franceses, que el mundo se entere de que nuestra Revolución ha llegado para mantenerse por toda la eternidad! 

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¡Viva Francia y vivan la igualdad, la libertad y la fraternidad!

(La Convención se volcó en un aplauso frenético)

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.