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How long must we sing this song? (¿Durante cuánto tiempo más deberíamos cantar esta canción?). U2
Y tres decenios después de la masacre, Paul Greengrass dirigía en 2002 una obra maestra, Bloody Sunday. A la sazón, Bloody Sunday7, retratando con aterradora veracidad aquel 30 de enero de 1972 en el que tropas británicas abrieron fuego contra manifestantes – la inmensísima mayoría, pacíficos – norirlandeses en Derry. Y, como casi siempre, siempre mejor expresado, absoluta impunidad.
Impunidad total si tiras a matar contra gente indefensa
La cinta está inspirada en el magnífico libro de Don Mullan, Eyewitness Bloody Sunday, publicado en 1997. El libro, como la película – ganadora del Oso de oro en Berlín exaequo con mi venerado anime El Viaje de Chihiro – muestra lo ocurrido aquel aciago día a través de la mirada de Ivan Cooper, diputado del Partido Socialdemócrata y Laborista en el “parlamento norirlandés”, sic, y que participó en la organización de la manifestación en Derry de la Asociación por los derechos civiles en Irlanda del Norte.
La marcha, como es sabido, concluyó con los paracaidistas del ejército británico abriendo fuego indiscriminadamente sobre los manifestantes, ocasionando la muerte a trece de ellos durante los primeros instantes de la carnicería y a un décimo cuarto cuatro meses y medio más tarde a consecuencia de las gravísimas heridas sufridas.
Con posterioridad, el primer ministro británico, Edward Heath, encargó una investigación tras los incidentes al Presidente del Tribunal Supremo. Dicha pesquisa, asombrosamente, fue presentada en menos de tres meses, y sus conclusiones absolvían a los soldados que habían participado en la matanza. Se entendió que actuaron en defensa propia. Sic.
¿Se puede perdonar a los que tiran a matar a gente inocente?
En junio de 2010 el primer ministro británico, David Cameron, admitió con veraz pesadumbre “que la famosa matanza conocida como el Domingo Sangriento del 30 de enero de 1972 en Irlanda del Norte «ni estaba justificada ni es justificable«, declarándose «profundamente consternado» por lo que hizo aquel día la soldadesca británica.
A partir de las conclusiones del denominado Informe Saville, que vio la luz en junio de 2010, Cameron acabó aceptando que los catorce manifestantes muertos a tiros por los milicos en las calles de Derry – como la gran mayoría denomina a la oficialmente llamada Londonderry – eran absolutamente inocentes. Su principal conclusión: ninguna de las catorce personas asesinadas aquel día llevaba armas de fuego y los soldados no dieron, en ningún momento, ningún aviso previo antes de comenzar a disparar contra la multitud. Y, desde luego, agrego, fortaleció a la banda asesina IRA, incrementó justificadamente la hostilidad hacia el ejército y exacerbó el inicuo espanto norirlandés durante los siguientes decenios.
Impunidad no, gracias
….Más tarde, familiares de las víctimas del Bloody Sunday fueron desfilando, una a una, para proclamar que sus seres queridos, hermanos, hijos, padres o sobrinos, eran inocentes y no suponían amenaza alguna para los soldados que dispararon contra ellos.
Al final, sublime broche simbólico, dichos familiares rompieron en pedacitos reproducciones del primer informe oficial británico, que tan solo diez semanas después del Domingo Sangriento exoneró al Ejército de cualquier responsabilidad»…
Cinematográfica coda (nor)irlandesa
Y viendo la gran obra maestra de Branagh, Belfast, recién estrenada en España. Además de la citada del director de la prodigiosa adaptación de Hamlet, memento, mis predilectas. Juego de lágrimas, En el nombre del padre y The Boxer. De otro Kenneth, el trosko Ken Loach, dos magníficas: Agenda oculta y El viento que agita la cebada.
Y la sobre la huelga de hambre de los impíos asesinos del IRA, con el posterior fallecimiento de Bobby Sands, dos excelentes y rotundas miradas: Hunger y En el nombre del hijo. Muy interesantes, también, Michael Collins ó 71 de Yann Demange. Y sobre la despiadados milikitos de la pérfida Albión, la citada y soberbia Domingo Sangriento.
En fin.
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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