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Se llama Teresa Ribera y es la bruja del Gobierno. Tiene cara de ello y suele ir mal peinada, con greñas. Habla con tendencia al seseo y es más mala que un dolor. Es la ministra de la Transición Ecológica y Reto Demográfico, o lo que es lo mismo puesta ahí para joder nuestra independencia energética y frenar la demografía. De mala que es, no hay por donde cogerla.

Es la mala del gobierno y la encargada de llevar a España a la máxima destrucción. En esas huesudas manos está la gestión de la energía y la demografía, a la que por cierto no hace ni puto caso en pro de más nacimientos, sino todo lo contrario. De la energía depende todo y prueba de ello son los exorbitados precios que padecemos.

Tiene un amplio pedigrí en altos chiringuitos ambientalistas del globalismo, entre los que destaca su pertenencia a distintos consejos asesores entre los que destacan el consejo de Liderazgo Global de la United Nations Sustainable Development Solutions Network (UNSDSN), el consejo asesor global en cambio climático del Foro Económico Mundial, y el de la iniciativa Momentum For Change de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC); pertenece al consejo asesor del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) y a los patronatos de Fundipax y la Fundación Alternativas. Chiringuitos del NOM.

Todo lo que hace, que es el mal, lo hace a conciencia, sabiendo lo que hace, porque es el encargo que tiene de su jefe y éste a su vez de los jerifaltes globalistas a los que el psicópata rinde pleitesía. La dependencia energética del exterior es en pos de lo que trabaja esta bruja. Destruidas nuestras fuentes, la dependencia foránea es el origen de la inmensa mayoría de males económicos. Dependencia energética es igual a precios energéticos altos, igual a inflación, igual a incremento generalizado de precios, igual a mayor desempleo. Con energía cara, la economía se derrumba.

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Medios, televisiones, tertulias y demás charlatanes del periodismo andan entretenidos con las aparentes paridas que suelta esta señora en boca del descorbatado para despistar de las verdaderas cargas de profundidad que contienen. 19º y 27º, ji, ji, ja, ja, apagar las luces de escaparates a las 10, ji, ji, ja, ja. Hizo volar ya dos centrales térmicas que perfectamente podían haber seguido funcionando y proveernos de electricidad, los embalses están vacíos no sólo porque no llueva sino porque se vacían a posta y están en un estado lamentable, las nucleares están sentenciadas al plazo inexorable del vencimiento de su autorización administrativa.

Detrás del ji, ji, ja, ja,ja está:

1) cargarse el turismo en todas sus categorías y modalidades en unas ciudades oscuras, sin bullicio y sin lo que antes llamábamos «vida nocturna», con la consiguiente ruina de bares, cafeterías, salas de fiesta, etc y más parados a la cuenta de los 3,3 millones de personas y no los 2,8 que dice el gobierno. Y el turismo es el 70% de nuestra economía

2) llenar de terror y delincuencia nocturna las calles de nuestros pueblos y ciudades

3) en definitiva, volver a confinarnos, esta vez no con la excusa de una pandemia de un virus que ha resultado ser una terapia génica contra la salud de los «vacunados», sino por la carestía de la energía a precios astronómicos, con la cual nos dicen que ahorraremos un 7%, sin un papel ni cuenta de la vieja que lo justifique y a ver si cuela.

Ha encabronado a Argelia, que nos vendía el 34% del gas que consumíamos, bajándonos para ello los pantalones ante Marruecos entregándoles el Sahara, sin saberse a cuento de qué. Le seguimos comprando gas a Rusia a pesar del boicot de la UE, que es de todo menos un boicot y hemos sustituido el gas argelino por el americano a precio de oro. Lo peor que podía hacerse. Nadie por muy incompetente que sea es capaz de hacerlo tan mal. Todo obedece a un plan y todo está hecho a posta.

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Se les llena la boca con la matraca del cambio climático, diciendo el psicópata que «el cambio climático mata», mientras no se puede tocar ni una hoja de los montes. Nos estamos quedando sin nuestro patrimonio natural y poco parece importarle a la ministra y mucho menos al de agricultura que está desaparecido.

Preparémonos para este otoño-invierno que lo de la corbata, los escaparates en fundido a negro y las temperaturas impuestas para aires y calefacciones, van a ser los entremeses, el aperitivo. Ojalá no nos venga una prima de Filomena porque con las prohibiciones de la bruja vamos a enterarnos de lo que es tiritar y batir de dientes.

O la patulea gubernamental se va pronto al paro o nos quedaremos a dos velas, nunca mejor dicho.

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REDACCIÓN