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Hace unos cuantos incendios la coartada climática servía al doctor Sánchez para disculpar el fracaso de un sistema nacional contra incendios demostradamente ineficaz y la inoperancia de un sistema autonómico incapaz –una vez más– en la labor de prevención. De paso, abrazando de boquilla la bandera de la causa ecologista, sumaba puntos entre el sector verde, subvencionado y afín. ¡Qué calladitos los que no hace tanto se rasgaban las vestiduras a propósito del “Prestige”[1]!

Ni una palabra en los medios de comunicación sobre la corresponsabilidad del ecologismo animalista en la génesis de nuevos incendios. Y decimos bien, corresponsable, porque el animalismo, en su campaña irracional contra la ganadería[2], fomenta el abandono del campo ignorando la labor beneficiosa del ganado ovino y bovino en su limpieza.

Ni una palabra tampoco sobre la responsabilidad de la empresa “ecologista” holandesa Land Life en el gran incendio declarado el pasado 18 de julio en Ateca (Aragón), y que consumió más de 14.000 hectáreas. Incendio provocado de forma accidental y negligente en ¡tareas de reforestación!

Las últimas ocurrencias para el ahorro energético del desvergonzado doctor han pasado ya de los consejos, como aquél de quitarse la corbata, al terreno de la acción: que si la limitación de la temperatura del aire acondicionado, que si las restricciones a la iluminación nocturna de los comercios… Ideícas plasmadas en un decreto urgentísimo que abunda en la vieja pulsión socialista de invadir el ámbito privado y marcar a la gente lo que puede y lo que no puede hacer, decir o pensar. Recordemos: desde “no comer carne”, al inconstitucional confinamiento; desde el obligatorio y excluyente lenguaje inclusivo, a las Leyes de Memoria o la nueva Ley de Educación.

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Hay quienes afirman que muchas de tales ocurrencias sirven como pantallas o señuelos para distraer de cuestiones más graves como la nefasta gestión del Gobierno en lo que se refiere a la inflación –desbocada por encima del 10%–, el paro –superior al 15%–, o la deuda –más del 120% del PIB–; pero tanto las ocurrencias que no pasan de ser una molestia más o menos irritante y pasajera, como las que llegan a adquirir el rango de norma, todas ellas exhiben el mismo sello liberticida.

Dicho esto, a propósito de la anunciada limitación de la iluminación nocturna, llama la atención que la mayoría de las críticas se hayan dirigido a subrayar el impacto negativo de tal medida en la seguridad ciudadana. Y que el mencionado argumento sea compartido por muchas mujeres periodistas, residentes, por cierto, en grandes urbes. Una circunstancia que, al parecer, ha pasado desapercibida para la mayoría, pero que parte de asumir que la seguridad no está garantizada y que ésta tiene que ver, en buena medida, con la luz de los escaparates.

Puede que sea así, pero resulta sorprendente que en un “Estado de Derecho” se reconozca tal precariedad en la libertad de movimientos mientras, simultáneamente, es tabú aludir a las causas del incremento de la delincuencia. Es más, la sola referencia al alarmante aumento de la criminalidad, o al incumplimiento de las penas –no digamos ya proponer su endurecimiento– es motivo de sospecha y señalamiento.

Una muestra más del alcance de esa “corrección política” que anula por completo la libertad de pensamiento e impone la autocensura. Lo que Orwell denominó certeramente como “doblepensar”: “Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas […] olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo”[3].

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[1] En noviembre de 2002, el hundimiento accidental del petrolero “Prestige” a 130 millas de la costa de Finisterre sirvió de coartada ecologista a la izquierda para la instrumentalización de violentas movilizaciones antigubernamentales bajo la consigna “Nunca Mais”.

Con el PSOE en el Gobierno, sin embargo, el inmenso incendio de Guadalajara del 16 al 20 de julio de 2005, que provocó 11 víctimas mortales, ya no movilizó a los “ecologistas”.

[2] Por ejemplo, las campañas de protección del lobo que impiden la caza de este animal bajo pena de severas multas han propiciado su expansión y provocan enormes pérdidas a pastores y granjeros avícolas.

[3] George Orwell, 1984 (1949). Ediciones Destino, Barcelona, 1980, pp. 43-44.

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