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Hoy recordaremos al primer estudiante falangista caído en la guerra española de la brava Falange Canaria, Mario César Rodríguez Artiles, «Marito» como le llamaban sus camaradas de la primera época en Las Palmas.
«Marito» nació en la localidad de Guía un 15 de enero de 1917, desde muy pequeño fue muy aplicado en los estudios teniendo un gran sentimiento religioso, lo que llevó a su familia a ingresarle con 12 años en el Seminario Conciliar, donde solo estuvo dos años, «Marito» lo tenía claro quería ser militar.
Retomó sus estudios de Bachillerato en el Instituto de la calle Alonso Quesada, y ya en 1931, después de leer diversas publicaciones políticas de tipo nacionalista, y sobre todo de conocer las primeras proclamas de Ramiro Ledesma Ramos ingresa en la FUE, única asociación estudiantil de tipo político existente entonces.
Pero «Marito», pronto se da cuenta que los estudiantes de la FUE prácticamente en su totalidad tienen tendencias izquierdistas y apoyan la persecución a la Iglesia Católica, «Marito» discute diariamente con todos hasta que resuelve abandonar la FUE, y empieza a ir congregando a su alrededor un pequeño grupo de estudiantes patriotas con una gran sensibilidad social.
En un principio, «Marito» y su pequeño grupo entablan contacto con los Legionarios de Albiñana, colaboran con ellos pero no les convence su falta de inquietud social.
También se relacionaron con los jóvenes de Acción Popular, más que nada para poder utilizar su local y medios de propaganda, pero pronto también se desvincularon totalmente de ellos.
En noviembre de 1933 llegan las primeras noticias a la isla de la fundación de la Falange en Madrid, los simpatizantes comienzan a mandar sus adhesiones al nuevo movimiento y de inmediato, como no podía ser de otra manera, «Marito» sin dudarlo ni un segundo, se reúne con el enviado de la Falange madrileña Manuel Abreu, y se integra en la nueva Falange con su grupo de una docena de estudiantes.
«Marito» y sus jóvenes camaradas pronto fundan el Sindicato de Estudiantes Falangistas, el «SEU», e inician su actividad política en los colegios e institutos de Las Palmas, contactando también con sus nuevos camaradas de la Universidad de La Laguna en Tenerife.
«Marito» pronto destaca por su valentía, honradez y dotes organizativas, por lo que se le encomienda la búsqueda y alquiler del primer local de la Falange en Las Palmas, pronto arriendan en el número 10 de la calle Pérez Galdós un pequeño cuarto de una sola habitación, por el que pagaban ocho duros mensuales, y «Marito» es nombrado tesorero de la Falange isleña, para intentar cobrar las cuotas a los afiliados con las que pagar los gastos de la Falange.
Los comienzos de la Falange son muy difíciles en Las Palmas, llaman a su puerta muchas gentes creyendo que son una nueva milicia de los partidos de derechas, la militancia crece muy poco y casi exclusivamente entre los jóvenes estudiantes, pero «Marito» que está al frente del SEU no cesa en su actividad de propaganda, reparten y venden las publicaciones que les llegan de Madrid, los periódicos falangistas y los pasquines que realizan ellos mismos.
Se producen enfrentamientos físicos con estudiantes de izquierdas, pero a partir del mes de febrero del 36 es cuando se recrudece la persecución contra los falangistas canarios, pronto es clausurado el pequeño local falangista y en mayo son detenidos prácticamente todos los militantes de la Falange de Las Palmas, en los días de detención «Marito» se reafirma como Jefe indiscutible de los estudiantes falangistas.
Junto con el Jefe Provincial de la Falange de Las Palmas Medina Anaya, «Marito» en la época de la clandestinidad, se convierte en el otro líder falangista de la isla.
Pero llega el 18 de julio, suenan clarines de guerra, muy de mañana «Marito» abandona la casa familiar y se dirige de inmediato a la comandancia militar, desde allí coordina la llegada de los voluntarios falangistas formando la primera Centuria de la Falange canaria y siendo nombrado su primer Jefe.
Reorganiza toda la milicia falangista y recibe a la gran cantidad de nuevos voluntarios procedentes de la derecha, se forman nuevas Centurias.
La intensa actividad y la falta absoluta de sueño llevan a dejar prácticamente sin fuerzas a «Marito», cae gravemente enfermo, pero ni la enfermedad ni los ruegos de su Jefe político en el sentido de que se quedara en la isla para seguir organizando las nuevas levas falangistas, le impidieron ser de los primeros en subir a la motonave «Domine» a principios de septiembre, para ir a combatir a la península al mando de la primera Centuria de Falange de Las Palmas.
Pronto combate por tierras gallegas, también a las orillas del Tajo en Talavera de la Reina, rechaza una y otra vez volver a Las Palmas para asumir el mando político de la nueva Falange, muy al contrario, pronto inicia los cursos de Alférez Provisional en la Academia de Granada.
Siendo de los primeros de su promoción, pronto «Marito» luce en su camisa, justo encima del yugo y las flechas, la estrella de los gloriosos Alféreces de España.
Ya de Alférez llega a Aragón, y se integra en una compañía de un Tabor de Regulares, de inmediato resalta por su valentía temeraria, por su arrolladora simpatía y por su imperturbable fe en las doctrinas de José Antonio, al que llamaba el «maestro».
Pero un maldito 29 de diciembre unió a «Marito» con la muerte, y en una mañana amortajada de nieve, «Marito» gritó su último «Arriba España».
Su Jefe de Tabor, en un parte muy escueto, recordó una de las frases favoritas de «Marito», «Mi puesto está en las trincheras, no volveré a Las Palmas hasta el día de la victoria, y ese día vestiré con orgullo mi vieja camisa azul».
El Tabor de «Marito» había llegado en diciembre al frente de Teruel, y entró en combate para reconquistar la ciudad, un día antes de su muerte «Marito» mandó el último telegrama a sus padres donde les comunicaba que se encontraba bien.
La mañana fría del 29 de diciembre, «Marito» al frente de sus hombres se encontraba preparado para el asalto, estaban muy cerca de las trincheras enemigas, pistola en mano arengaba a sus hombres, cuando de pronto un tremendo obús de mortero sembró la muerte, «Marito» cayó mortalmente herido, una de sus piernas había desaparecido y uno de sus brazos solo quedaba unido por unos pocos músculos a su cuerpo, pero «Marito» no perdió la calma, sin casi poder hacerle las primeras curas le trasladaron de inmediato a un puesto de socorro cercano, «Marito» fumaba en la camilla y sin darse cuenta se le escapaba la vida, iba regando con su sangre la helada nieve de Teruel.
Aún con un hilo de vida, llegó al puesto de socorro, la gravedad de la situación llevó a que al «Páter» prácticamente no le diera tiempo a darle la extremaunción, «Marito» murió sin una sola queja, y sin que su rostro tuviera una mueca de dolor.
«Marito» cayó por su Falange y por España con solo 20 años, y antes de enterrarle en el Cementerio de Santa Eulalia, se encontró en un bolsillo de su camisa azul un escrito de su puño y letra, con una frase de José Antonio que decía:
«El día del triunfo todos dirán que fueron nuestros, pero aquellos cuya camisa no huela a pólvora o no esté agujereada a balazos, esos no tendrán puesto de honor en la nueva España».
Así morían y regaban con su sangre los campos de España los estudiantes falangistas.
 
 
(Foto inédita de «Marito» luciendo su camisa azul, del Archivo de los Guardianes de la Memoria Azul).
 
 

Autor

REDACCIÓN